–La otra pregunta -responde el general, sin soltar el picaporte-. Y la
otra pregunta se reduce a saber qué ganamos nosotros con toda nuestra
inteligencia, con toda nuestra vanidad y con toda nuestra superioridad.
La otra pregunta es si esa penosa atracción por una mujer que ha muerto
no habrá sido el verdadero contenido de nuestras vidas. Ya sé que es una
pregunta difícil. Yo no sé responder a ella. Lo he vivido todo, lo he
visto todo, pero no sé responder a esa pregunta. He visto la paz y la
guerra, he visto la miseria y la grandeza, te he visto cobarde y me he
visto a mí mismo vanidoso, he visto la confrontación y el acuerdo. Pero
en el fondo, quizás el último significado de nuestra vida haya sido
esto: el lazo que nos mantuvo unidos a alguien, el lazo o la pasión,
llámalo como quieras. ¿Es ésta la pregunta? Sí, ésta es. Quisiera que me
dijeras -continúa, tan bajo como si temiera que alguien estuviera a sus
espaldas, escuchando sus palabras- qué piensas de esto. ¿Crees tú
también que el sentido de la vida no es otro que la pasión, que un día
colma nuestro corazón, nuestra alma y nuestro cuerpo, y que después arde
para siempre, hasta la muerte, pase lo que pase? ¿Y que si hemos vivido
esa pasión, quizás no hayamos vivido en vano? ¿Que así de profunda, así
de malvada, así de grandiosa, así de inhumana es una pasión?… ¿Y que
quizás no se concentre en una persona en concreto, sino en el deseo
mismo?… Tal es la pregunta. O puede ser que se concentre en una persona
en concreto, la misma siempre, desde siempre y para siempre, en una
misma persona misteriosa que puede ser buena o mala, pero que no por
ello, ni por sus acciones ni por su manera de ser, influye en la
intensidad de la pasión que nos ata a ella.
Sandor Marai
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