Pobre y cansado a tu umbral he venido, ¡apiádate de mí!,
que no rengo otro apoyo que el que viene de ti.
Ven, que el mensajero de la taberna anoche dijo:
En esta plenitud permanece y no huyas del destino.
Entre Amado y amante, Hafez, no hay ningún velo.
Tú eres tu propio velo, quítate ya de en medio.
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