Lo que hace tan hilarante la obra de Sue Townsend es que Adrian Mole se apropia con un entusiasmo excesivo de lo que, de hecho, fue la ideología dominante de aquella época. Que un niño de clase obrera pasado de hormonas sea neoconservador, meritócrata y celebre henchido de patriotismo la boda real de Carlos de Inglaterra y Lady Di es tierno y desternillante. Que millones de trabajadores adultos hicieran exactamente lo mismo resulta espeluznante.
En cierta ocasión, le preguntaron a Margaret Thatcher cuál había sido su principal logro político. Respondió: «Tony Blair y el nuevo laborismo». Tenía toda la razón. El neoliberalismo transformó el contrato social vigente desde la Segunda Guerra Mundial. Redefinió completamente lo que se consideraba políticamente posible, imposible o deseable. Así, millones de personas empezaron a sentirse más identificadas con los estilos de vida y las preocupaciones de unas élites inalcanzables que con vecinos de los que apenas les separaban un puñado de puntos porcentuales en la escala de ingresos.
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