No admito, amigos, no quiero
ese consejo prudente.
Paciencia, la suficiente,
pero no la del cordero.
No puedo aceptar un daño,
aunque me llegue del rey,
ni con corazón de buey
ni con alma de rebaño.
Aquí estoy para vivir,
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo,
desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago la muerte.
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