Cada mañana cuando me levanto, lo cojo del vestidor, me la pongo en el bolsillo y paso revista a todas las cosas por las que estoy agradecido. Por la noche, ¿qué es lo que hago? Vacío el bolsillo y allí está de nuevo. He tenido algunas experiencias sorprendentes con esta idea.
Un surafricano me vio sacar la piedra del bolsillo. Me preguntó: «¿Qué es esto?» Se lo expliqué y empezó a llamarla la piedra de la gratitud. Al cabo de dos semanas recibí un e-mail suyo desde Sudáfrica, donde me decía: «Mi hijo se está muriendo debido a una rara enfermedad. Se trata de un tipo de hepatitis. ¿Podrías enviarme tres piedras de gratitud?» Las anteriores eran piedras normales que había encontrado por ahí, y le respondí: «Por supuesto».
Pero esta vez tenía que asegurarme de que fueran muy especiales, así que me fui a un río, escogí tres piedras adecuadas y se las envié.
Cuatro o cinco meses más tarde volví a recibir un e-mail, diciéndome: «Mi hijo está mejor, está de maravilla. Pero has de saber una cosa. Hemos vendido casi un millar de piedras de la gratitud a diez dólares cada una y hemos dedicado todo ese dinero a obras benéficas. Muchas gracias».
Es muy impresionante tener una «actitud de gratitud».
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