Humanos, para bien o para mal, es lo que somos. Por lo tanto, solo nos queda una alternativa posible: vivir. Aprovechar la vida. Vivir de verdad. Vivir con intensidad. Vivir cada día. Amar cada momento y embriagarse de vida, tal como dice Charles Baudelaire en su famoso Enivrez-vous (Embriagaos) escrito el año 1864:
Siempre hay que estar ebrio. Es lo importante: la única cuestión. Para no sentir el horrible fardo del Tiempo que destroza el hombro y os doblega hacia el suelo, os tenéis que embriagar siempre.
Pero ¿con qué? Con vino, con poesía o virtud, como queráis. Pero embriagaos.
Y si a veces, en la escalinata de un palacio, en la verde hierba de un foso, en la triste soledad de vuestra habitación os despertáis, la embriaguez amainada ya o desaparecida, preguntad al viento, a las olas, a las estrellas, a los pájaros, al reloj, a todo cuanto huye, a todo cuanto solloza y da vueltas, a todo cuanto canta y habla, preguntad qué hora es; y el viento, las olas, la estrellas, los pájaros, el reloj os contestarán: ¡es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; ¡embriagaos sin parar!
¡Con vino, poesía o virtud, como queráis!
A Fausto le costó toda su primera vida entender que la existencia solo se puede vivir si se está embriagado. Cuando se dio cuenta de su error, ya era demasiado tarde. No tuvo otra alternativa que entregar su alma al diablo para tener una segunda oportunidad con la que poder aprender a embriagarse. Fausto es el ejemplo perfecto de centenares de personas que nos rodean y que dedican su tiempo a echar de menos un pasado que no volverá, o a suspirar por un mañana incierto que tal vez nunca llegue. ¿Cuántos de nosotros perdemos el tiempo intentando adivinar un futuro que nadie puede conocer? Nadie, como le dice Horacio a Leucónoe en su oda, puede saber si nuestra vida futura (en caso de que la tengamos) nos será favorable o adversa. Según Horacio, solo los dioses lo saben y nosotros no podemos hacer nada al respecto. Finalmente, Fausto, cansado de esperar, entiende que la vida es ahora, es hoy y que es necesario evitar vivir en el pasado o en el futuro. Decide embriagarse de amor y deseo por Margarita y también por Helena. Correcto. Pero ¿por qué limitarse a embriagarse solo de una cosa o de un par de cosas? ¿Por qué no hacer como Chopin y embriagarse de todo? ¿Por qué no embriagarse de la vida? ¡De toda la vida! Decidí seguir el consejo de Baudelaire y el ejemplo de Chopin y embriagarme de todo aquello que me ofreciera la vida en cada momento: embriagarme de personas, de vidas, de historias, de cuentos, de música, de sonidos, de notas, de sonrisas, de alegrías, de palabras, de poesía… pero también embriagarme de despedidas, de nostalgias, de tristeza y de llanto. Decidí sentirme vivo en cada instante. Decidí vivir hasta el final todo lo que me ofreciera la vida e intentar estar en el lugar adecuado en cada momento, porque como decía el poeta y escritor de cuentos infantiles Hans Christian Andersen, «Aprovecha la vida, tienes toda la eternidad para estar muerto.» Así lo hice, y a partir de aquel momento me metí entre ceja y ceja aprovechar todas las horas del día, consciente de que nunca más volverán ni podré volver a recuperarlas porque irremediablemente a las doce de la noche habrán desaparecido como el vestido y la carroza de Cenicienta.
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