A principios de los años ochenta, Van Halen se había convertido en una de las más famosas bandas de rock and roll. Eran conocidos por organizar fiestas particularmente salvajes cuando estaban de gira. «Allá donde desembarque Van Halen —informó Rolling Stone— se avecina una bulliciosa y auténtica saturnal.» El contrato de gira de la banda incluía unas cláusulas adicionales de 53 páginas con especificaciones técnicas y de seguridad, así como requisitos de comida y bebida. En días pares, a la banda había que servirle rosbif, pollo frito o lasaña, con acompañamiento de coles de Bruselas, brócoli o espinacas. Los días impares tocaba bistec o comida china con judías verdes, guisantes o zanahorias. En ninguna circunstancia debía servirse la cena en bandejas de plástico o cartón, ni con cubiertos de plástico. En la página 40 de las exhaustivas cláusulas adicionales estaba la sección de comida para picar. Exigía patatas chips, frutos secos, pretzels y M&M’s (Advertencia: ninguno marrón).IX ¿Qué pasaba con eso? Las peticiones de frutos secos y patatas no eran ni con mucho tan quisquillosas. Ni el menú de la cena. Entonces ¿por qué ese trauma con los M&M’s marrones? ¿Alguien de la banda había tenido una mala experiencia con ellos? ¿Van Halen tenía una veta sádica y obtenía placer en hacer que algún pobre empleado clasificara a mano los M&M’s? Cuando la cláusula de los M&M’s se filtró a la prensa, se consideró un caso clásico de extravagancia de una estrella del rock, de una banda que «abusaba de otros simplemente porque podía», dijo Roth años después. Pero, explicó, «la realidad es muy diferente». La actuación en directo de Van Halen era un gran espectáculo, con un escenario colosal, audio atronador y efectos de iluminación espectaculares. Todo este equipamiento exigía una gran cantidad de apoyo estructural, potencia eléctrica y demás. Pero muchos de los escenarios donde tocaban estaban desfasados. «Ni siquiera tenían una entrada o un muelle de carga para acomodar una producción de Van Halen supermoderna, gigantesca y de tamaño épico», recordó Roth. De ahí la necesidad de una cláusula adicional de 53 páginas. «La mayoría de las bandas de rock and roll tenían una cláusula adicional como un panfleto —dice Roth —. Había una que era como el listín de teléfonos chino.» Su cláusula daba instrucciones punto por punto para garantizar que el promotor de cada escenario proporcionaba suficiente espacio físico, capacidad de carga y potencia eléctrica. Van Halen quería asegurarse de que nadie muriera por que se derrumbara un escenario o por un cortocircuito en una torre de luz. Pero cada vez que la banda llegaba a una nueva ciudad, ¿cómo podían estar seguros de que el promotor local había leído la cláusula y seguido los procedimientos de seguridad? Entran en juego los M&M’s marrones. Cuando Roth llegaba al escenario, inmediatamente iba a la parte de atrás para comprobar el cuenco de M&M’s. Si veía marrones, sabía que el promotor no había leído con atención la cláusula y que «tendríamos que hacer una comprobación seria» para asegurarse de que el equipo importante había sido preparado adecuadamente.
Stephen J. Dubner, Steven Levitt
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