Hace tiempo, una maestra le preguntó a una niña: “¿Sabes leer?” Y la niña le dijo: “Leer no sabo”. Dice: “¿Y escribir?”. “Escribir, sí”. Tanto se extrañó la maestra que le dijo: “A ver, escribe”, y la niña hizo un garabato ininteligible. La maestra, sorprendida, le dijo: “¿Qué pone ahí?”. Y dice la niña: “Si ya le he dicho que no sé leer”.
Desde siempre he estado convencido, y sigo animado por el convencimiento de que no hay aprendizaje donde no haya un desafío al querer conocer del que aprende. Me he dedicado a escuchar a los niños, y la pregunta fundamental no es para mí cómo de bien realiza el niño la ficha que hace, sino cuánto bien le hace al niño la ficha que realiza. Duermo poco, sueño mucho. Mis líneas de investigación son trabajar con el que enseña el despertar para el que aprende y mi proyecto de vida es construir la escuela que no existe para el alumno que no llega. Desde niño he sido una persona inquieta, observadora, me ha gustado escribir, siempre tenía un cuaderno en el que apuntaba, a modo de reflexión, lo que la vida me enseñaba cuando dialogaba con el mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario