—Siguiendo con la hermosa filosofía de Sara, su inolvidable madre, me han contado que, poco antes de morir le llamó a usted en la Nochebuena de 1985 y, en silencio y en soledad, le susurró algo bellísimo; digamos que fue su último consejo antes de morir. ¿Nos puede relatar aquel momento? Para mí, resultó ser algo sublime. De la gente que conozco, —me dijo, porque ella era muy mesurada en sus definiciones— eres el mejor hijo que he conocido en mi vida; es más, muero contenta porque cada día te pareces mucho más a lo que cantas y escribes. Ella no sabía leer ni escribir, pero como era tremendamente inteligente, aprendía párrafos enteros de la Biblia y los iba predicando por los pueblos. Es más, tenía su intrínseca filosofía y decía, “por nacer al revés siempre he sido rebelde, por eso no creo con nadie con estrellas en la frente” “prefiero caminar a pie que con caballo prestado, alguien, por aceptar una manzana, quedó para siempre endeudado”.
Facundo Cabral
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