domingo, 23 de diciembre de 2018

Carson McCullers


Bukowski retrató su final en un poema: «Murió alcohólica/envuelta en una manta/ sobre una silla plegable/ en un transatlántico./ Y todos esos libros suyos/ de aterradora soledad/ esos libros/ sobre la crueldad/ del amor sin amor/ es todo lo que de ella queda/ uno que pasaba/ descubrió su cuerpo/ y avisó al capitán/ y su cadáver fue trasladado/ a otra zona del barco/ mientras todo lo demás seguía/ exactamente como ella lo había descrito».


 En la revista humorística Modern Drunkard se detallaba la dieta Carson McCullers: se saluda el día con una cerveza antes de ponerse ante la máquina de escribir, luego sorbitos de jerez mientras se escribe si es un día caluroso, si no, si hace falta leña para el horno, lingotazos de whisky. Al café le va bien un poco de brandy, y ya puestos puede que sobre el café. Antes de cenar, para celebrar el final de la jornada y las dos o tres páginas que han gateado hacia la realidad en una primera versión a la que le harán falta muchas correcciones, un martini. Luego hay que salir de fiesta o a cenar con amigos, y entonces más martinis, coñacs y whiskis. Para despedir el día, una cerveza. La dieta Carson McCullers tiene tres ingredientes: ginebra, cigarrillos y desesperación. Según Truman Capote, lo extraño no es que muriera a los 50 años, lo verdaderamente extraño es que no hubiera muerto mucho antes. Y Gore Vidal, siempre al quite, la despidió con el sintagma «la desgraciada más talentosa que he conocido».

https://www.elmundo.es/cultura/2017/01/14/5879278b268e3e0d248b463a.html

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