Las novelas de Zola son un retrato de la vida en el mismo sentido que los cuadros impresionistas (lean “Naná”, una maravilla desde la primera página) pero van más allá del sentido pictórico, como sucede en el caso de Victor Hugo (siempre me lo recordará en algunas descripciones y en la manera de presentar a los personajes). Ambos guardan el sentido del equilibrio y ese regusto moralizante (que hacen a veces las novelas de Zola un tanto anticuadas). Leamos a Zola desde la perspectiva del tiempo, de esos movimientos sociales en nacimiento… un tiempo en que aún se creía en la libertad del individuo y en la que el escritor estaba llamado a abogar y denunciar estos hechos.
Y es que… puede que la única grandeza de algunos sea haber nacido, o la única grandeza de otros sea el poder pintar con pluma suave, tal vez fuerte, con trazo seguro o con espíritu inquieto. Las paredes de la taberna destilan al aroma a ajenjo, licor barato de moda por el alto precio del vino… Las mujeres se tiran de los pelos y las habladurías circulan, sí… es el momento de hablar de los héroes y de las prostitutas, de esos proxenetas y de esas lavanderas… Es el momento de preguntarnos porqué hemos nacido.
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