Martes, 14 de Mayo de 2013 07:08
Ricardo Candia Cares
Si algo distingue a la derecha es que sabe cuáles son las cosas importantes y cuáles las accesorias. De pronto, los buenos modales y las lealtades no están entre aquellas que deban cuidarse con algún esmero.
Pero sí tiene claro que lo primero es lo primero: la riqueza, la enfermiza e inhumana riqueza.
La
derecha es sanguinaria fría, cruel y despiadada. Su extrema inhumanidad
la ha llevado a instalar un sistema económico que no respeta nada,
salvo el aumento ilimitado de sus fortunas. En su esfuerzo, dejó una
estela de muertes, torturas y exilios.
Es
imposible entender con parámetros humanos a quienes tienen como motivo
de existencia y de trascendencia, la acumulación enfermiza de dinero
hasta no saber para qué.
Afirmados
en convicciones que han producido casi todo los males del mundo, van
por la vida arrasando con toda la riqueza posible como si estuvieran en
una carrera contra reloj que los obliga a enriquecerse hasta no saber
qué se puede hacer con tanto dinero.
Ésta
no puede sino ser una anomalía que en algún momento apareció en el ser
humano y se perfeccionó conforme han pasado los siglos. Los millonarios
son un defecto exclusivo del ser humano. Una especie de malformación que
se instaló en algunas células por algún trastorno de tal alcance, que
creó personas capaces de las peores perversiones con tal de ganar más y
más.
En
donde existan hambrunas, guerras, esclavitud, miserias o desastres
incalculables, será posible encontrar la huella de algunos humanos
afectado por el virus mortífero de la codicia. Que se sepa, no existen
otros animales cuya vida esté consagrada a la acumulación infinita de
riquezas, al extremo que en ese afán deje una estela de muertes,
sacrificio y miseria.
Los científicos deberían enfrentar ese error genético y con eso se ahorraría una cantidad enorme de sacrificio humano.
¿Qué
placer sino es enfermizo se puede experimentar con ganar y ganar y
volver a ganar dinero? ¿Gente sana del corazón y la mente, puede
encontrar racional, es decir, propio de un ser humano, matar a otros
tras más riquezas, de inútiles riquezas?
Sus
religiones y convicciones morales justifican esas anomalías. Cada uno
de sus pecados son prontamente justificados, reparados y perdonados por
sus contriciones angelicales. En el ámbito ecléctico de sus dominios,
prácticamente no hay pecado que no seas debidamente justificado en
nombre de algunos fines trascendentes, en especial, la propiedad
privada.
De
vez en cuando, como para ejercitar las piernas, la derecha participa en
elecciones políticas. Sin embargo, a los dueños del modelo no les
interesa mucho ese ejercicio que pueden otros hacer por ellos. Desde el
punto de vista de los objetivos de su paso por la vida, no tiene sentido
hacerse problemas distintos a los que su Dios les puso como misión
terrena.
El
ejercicio de hacer gobierno con uno de los suyos, no fue lo más
agradable. Ni tuvo los efectos que se supone se sustentan en sus corpus
de ideas. Más bien fue una pérdida de tiempo, que es como decir, de
dinero. El gustito de Piñera por saber cómo se vería con una banda
tricolor fue un dolor de cabeza para los verdaderos poderes.
Los
banqueros chilenos estarán pensando que un gobierno futuro debe poner
las cosas en su lugar, es decir, donde ellos quieren. Para el efecto se
comprarán diputados, senadores, jueces, partidos políticos, periodistas,
y todo el que puede colaborar en su santa cruzada por preservar y
aumentar sus caudales.
Los
banqueros, codiciosos por antonomasia, estarán buscando los mecanismos
secretos para revertir el extraño caso de la medida que les permite a
sus clientes a no dejarse fornicar, si no quieren. Para el efecto
recurren a sus amigos dueños de la televisión y de sus presentadores.
Pero
donde pondrán sus mejores esfuerzos será entre los políticos
desvergonzados encargados de hacer las leyes, contra factura o boleta de
honorarios. En estos días se supo de la diputada que vendió su voto con
el que ayudó a aprobar la ley de pesca. No habrá sido la única.
Como se sabe, los quórum necesitan mucho más que una esforzada, honesta y desinteresada servidora pública.
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