Es para mí un honor presentarles al único hombre en Estados Unidos que conoce los recovecos del África más oscura: el mayor Frederick R. Burnham». La historia de Burnham roza lo increíble, y el número de hazañas en las que participó a lo largo de su vida es literalmente incalculable.
Era capaz de soportar privaciones y heridas que para otros habrían supuesto la muerte. Se decía que tenía siete vidas, como los gatos, las mismas que habría necesitado un héroe de los nuestros para presenciar -ya no digamos protagonizar- las innumerables aventuras que marcaron la vida del mayor Burnham. Trataré de enumerar solo las principales. Nació en una reserva de los indios dakota, de padres misioneros. Cuando todavía iba en pañales, sobrevivió a un ataque de los sioux del jefe Pequeño Cuervo durante la guerra dakota de 1862. A los doce años, llegó solo a California, donde trabajó como mensajero a caballo para la Western Union Telegraph Company. A los catorce años, era ya un rastreador experto en seguir la pista de los indios en las guerras apaches. Participó en una expedición cuyo fin era capturar o asesinar a Gerónimo. Participó en la guerra de Pleasant Valley. Aprendió a disparar con ambas manos y a lomos de un caballo al galope. Fue ayudante del sheriff del condado de Pinal. En 1893, convencido de que el Oeste americano se había convertido en un lugar demasiado apacible, partió con su esposa y su hijo hacia África del sur con la intención de unirse a los pioneros británicos de Matabelelandia (más tarde conocida como Rodesia). Mientras recorría a pie, con su mujer y su hijo, los mil seiscientos kilómetros que separan Durban de Matabelelandia, estalló la guerra entre los británicos y los matabeles del rey Lobengula. Se enroló y se convirtió en héroe nacional de Inglaterra. En 1895, guio a una expedición británica por el norte de Rodesia. Participó en el descubrimiento de numerosas minas de cobre y fue elegido miembro de la Real Sociedad Geográfica. En 1896, participó en la segunda guerra matabele, durante la cual conoció a Robert Baden-Powell, con quien proyectó una organización que vería la luz una década más tarde: los boy scouts. Regresó a Estados Unidos al enterarse de la guerra de Cuba, pero llegó tarde, cuando los combates ya habían concluido. En 1900, estaba explorando la región del Klondike cuando recibió un telegrama en el que se le pedía que participase como jefe de exploradores de los británicos en la segunda guerra bóer; Burnham no se hizo de rogar y salió disparado del Klondike a Ciudad del Cabo, en el otro extremo del globo. Durante el conflicto, pasó la mayor parte del tiempo tras las líneas enemigas saboteando puentes y vías férreas. En dos ocasiones lo capturaron y las dos veces escapó. Lo hirieron de gravedad, pero sobrevivió. Fue invitado a cenar con la reina Victoria, cuyo hijo, Eduardo VII, lo nombró mayor del ejército británico. Entre 1902 y 1904, trabajó como guía para expediciones mineras. Después de eso, combatió en la Primera Guerra Mundial. Realizó tareas de contraespionaje. Encontró petróleo en California. Se hizo rico… Y podría seguir, pero voy a detenerme aquí.
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