Mónica Maristain entrevista a QUINO
ENTREVISTA de Mónica Maristain.
En una ocasión, le preguntaron a Roberto
Fontanarrosa qué era lo más difícil de ser caricaturista. “Convencer a
los invitados de que una fiesta no se anima cuando llega uno”, respondió
el rosarino. Se equivoca el que crea que cuando Quino arriba a algún
sitio el ambiente se torna chistoso. Aunque nos siga haciendo reír con
el humor más filoso e inteligente de que pueda ser capaz un genio de su
naturaleza, Joaquín Salvador Lavado provoca en persona muchas cosas,
menos la risa.
Por lo pronto, es un hombre que a los 71
años se conserva increíblemente seductor. Tal vez, como en uno de esos
dibujos inolvidables que lo han hecho un maestro del humor de página
entera, no faltarán en su vida las mujeres que le echan en cara la
apostura frágil con la que intenta agenciarse el cariño del sexo
opuesto.
Desde que nació se le llamó Quino, para
distinguirlo de su tío Joaquín Tejón, pintor y dibujante publicitario
con quien a los 3 años descubrió su vocación. Y desde que en 1954
saliera publicado su primer dibujo, Quino ha transcurrido los últimos 50
años de su vida como el gran portavoz de varias generaciones de
personas que no se resignan al estado de las cosas y siguen soñando con
un mundo mejor.
Da escalofríos pensar que cuando Hugh
Hefner juntaba sus escasos 8 mil dólares para crear Playboy, la revista
que iba a revolucionar el pensamiento contemporáneo, Quino lograba
vender su primer dibujo al semanario Esto es, de Buenos Aires. “El día
que publicaron mi primera página pasé el momento más feliz de mi vida”,
declaró. Desde entonces y hasta la fecha, sus dibujos de humor se vienen
publicando ininterrumpidamente en infinidad de diarios y revistas de
América Latina y Europa. Mafalda, el personaje que no dibuja desde hace
30 años, significó una verdadera revolución a favor de la libertad de
pensamiento, la defensa de los derechos humanos, el elogio a un vida en
armonía con la naturaleza. Con ella aprendimos a no aceptar las cosas
como son y a preguntarnos por qué, en un mundo lleno de manjares
exquisitos, debíamos conformarnos con una sopa rancia e insípida.
¿Le molesta que le hablen de Mafalda?
No. Me molesta un poco la reiteración de
las preguntas, pero no sólo sobre Mafalda sino sobre todo. Hace poco leí
una vieja entrevista a Vladimir Horowitz, que estaba casado con la hija
de Toscanini; cuenta que estaba en un estudio de grabación rodeado de
periodistas, la mujer de él estaba sentada a un costado y escuchaba todo
lo que le preguntaban y en eso murmura: ¡siempre las mismas preguntas! A
mí me pasa algo de eso. Por eso, en mi página oficial
(www.quino.com.ar) hay un espacio llamado “Preguntas más frecuentes”, en
donde respondo las preguntas de siempre, así no me las vuelven a hacer.
¿Ha sido buena su vida?
¿Ha sido buena? ¡Hombre!, comparada con
tanta gente que no puede vivir de lo que le gusta, entonces ha sido
buena. Yo, de chiquito me propuse dedicarme al dibujo y lo he logrado.
¿De dónde ha venido esta afición a planificar una vida?
Es que no la planifiqué siquiera. En Juan
Cristóbal, de Romain Rolland, se narra la vida de un músico; y hay una
parte en que el niño escucha por primera vez un piano y el efecto que le
produce ese bosque de sonidos es el mismo efecto que a mí me produjo
ver a mi tío dibujar cuando yo era pequeño. Ese efecto lo utilicé para
una tira del Guille, cuando dibuja todas las paredes y le dice a su
madre: “¡Mamita!, ¿viste todas las cosas que hay adentro de un lápiz?”.
Qué cosa extraña eso de la vocación…
Sí, a mí me hace pensar que he tenido
mucha suerte de no andar como estos chicos que veo cambiar de carreras y
de colegios a cada rato. He tenido una suerte tremenda al saber desde
muy chico lo que quería ser. Pero debe de ser algo de familia. A mis dos
hermanos también se les despertó muy temprano su vocación.
Este vivir entre tres ciudades (Milán, Madrid y Buenos Aires), ¿ha sido una elección?
No, de ninguna manera, porque cuando me
fui por primera vez de Argentina no fue porque quise. A partir de ahí ha
sido el no saber manejarnos de otra manera y todo quedó en manos del
azar.
¿Y cuándo está en Milán extraña Madrid y cuando está en Madrid extraña Buenos Aires?
No, a Madrid no la extra.o porque la
incorporamos hace poco a nuestra vida. A mi mujer, Alicia, no le gusta
nada Madrid, a m. tampoco me entusiasma, pero, bueno, por el momento
estamos así.
¿Cómo es Milán?
Uy, es muy linda. Aunque la mejor casa la
tenemos en la Argentina. Siempre nos falta algo. Toda la biblioteca la
tengo en Buenos Aires, las enciclopedias, todo esto que uno necesita
para el trabajo está en Argentina.
¿En qué barrio vive?
En pleno centro: Talcahuano y Santa Fe, desde hace 30 años.
Ha visto casi todo ahí
Sobre todo he visto el desplazarse de la
ciudad. Antes resplandecía y hoy es una zona abandonada, de oficinas; he
visto empobrecerse el Barrio Norte también.
¿Ha visto a Borges? Era su zona
Sí, él comía en un lugar que se llamaba Cantina Norte, que estaba en Paraguay y Maipú.
¿Se le acercó alguna vez?
No. Intenté acercarme a Borges una vez
que estaba dando una charla en la Sociedad Hebraica. La charla era sobre
el idioma español, algo con lo que yo tuve siempre muchos problemas
porque me crié hablando andaluz. Mis compañeros en la escuela primaria
no me entendían. Cuando llegué a Buenos Aires hablaba en mendocino, así
que tampoco me entendían. Entonces quería preguntarle acerca de los
matices del español en Argentina, preguntarle por el uso del che, del
vos, de cómo hablan los uruguayos, en fin, total que empecé diciéndole a
Borges que yo era andaluz y entonces me dijo: “Ah, usted sabe que la
palabra andaluz viene de vándalos” y se fue por otro lado… yo me quedé
mudo. Además le cité un ejemplo de mi provincia. En Mendoza (Argentina),
cuando una persona está espiando a otra se dice “aguaitar”, igual que
en catalán; entonces le pregunté a Borges si no pensaba que eso podría
estar relacionado con el inglés “to wait”, de esperar, y él me dijo:
“No, de ninguna manera, eso no tiene ninguna relación”. Una contestación
antipatiquísima. Todo fue muy antipático en mi encuentro con Borges.
¿Y a quién le hubiera gustado conocer?
A Julio Cortázar.
Pero se deben de haber cruzado varias veces… qué raro que no se hayan visto
Una vez le dejé en París la colección
completa de Mafalda, pero nunca me enteré si se la dieron o no. Él no
estaba. Sólo andaba su gato dando vueltas por las afueras del
departamento.
Ernesto Cardenal
recordaba mucho a Julio Cortázar. Tenía muchos recuerdos del apoyo de
Cortázar a la revolución nicaragüense, que parece lejana, pero en
realidad transcurrió hace muy poco, hablando en términos de tiempo
histórico…
Pero el capitalismo también se va a ir al
carajo. Esto no puede continuar así. Yo lo que espero es que a la larga
se intente otra forma de socialismo. No igual al que ya fue, pero para
mí sigue siendo el mejor sistema de gobierno.
¿Cómo ha vivido los últimos acontecimientos en Cuba? Me refiero sobre todo a los fusilamientos.
En el momento en que eso pasó dije que
hacía mías las palabras de José Saramago. Aunque después, hablando con
un cubano y con un francés que es agregado cultural en
La Habana me dijo que, visto desde adentro de la isla, todo era muy
distinto a como se vio afuera. Que realmente esta gente era para
matarla. De todas maneras sigo pensando que nada es para matar a nadie.
¿Hace mucho que no va a Cuba?
La última vez fue en el ‘97. En total
estuve ocho veces en Cuba, pero siempre he ido a trabajar. Conozco La
Habana, Varadero y nada más.
¿Conoce a Fidel?
Sí, aunque no tengo buena relación con
él. Hay dos tiras de Mafalda en las que se habla de él y no le han caído
muy bien. Cuando fui por primera vez a Cuba me pidieron explicaciones
al respecto. Fidel, que es famoso por su memoria, cada vez que me ve, me
pregunta: ¿Quién tú eres, chico? Me ignora completamente.
¿Cómo se piden explicaciones?
Directamente. La gente que te van
presentando te va preguntando: ¿Por qué en esa tira de Mafalda tú
dijiste que el Comandante era un cretino?
¿Usted dijo que Fidel era un cretino?
Claro, ¿no te acuerdas? Era la época de
Onganía, donde todo lo que dijera Fidel era considerado malo. Entonces
Mafalda se pregunta por qué Fidel no dice que la sopa es buena, así en
la Argentina la prohíben. Y en el último cuadro, Mafalda termina
gritando: “¿Por qué este cretino no dice que la sopa es buena?”.
¿Y la otra tira?
Es cuando Felipe va a la casa de Mafalda,
le lleva una flor y Mafalda la coloca entre un montón de flores que
tienen las plantas de su padre. Felipe termina diciendo: “Es como
regalarle un terrón de azúcar a Fidel Castro”. También me preguntaron
qué había querido decir con eso. Una vez, visitando la redacción de
Dedeté (legendaria revista cubana de historietas), me dijeron que nunca
nadie había dicho nada, pero que caricaturas de Fidel no se hacían. A la
noche siguiente, en una recepción oficial a la que fui invitado, yo me
había tomado dos mojitos enormes antes de que llegara el Comandante. La
cosa es que cuando llegó, luego de que él me preguntara el consabido
“¿Chico, quién tú eres?”, le dije: “Comandante, me han dicho algunos
colegas que en Cuba no se pueden hacer caricaturas sobre usted”. Fidel
me contestó: “¿Yo he dicho eso? ¿Alguien me ha sentido alguna vez decir
eso? Tú hazme todas las caricaturas que quieras”. Y pegándome con el
dedo en el pecho, me aclaró: “Siempre que no me hagas contrarrevolución
porque si no te tengo que poner preso”. Claro, nunca entendí qué es
hacer contrarrevolución.
¿Dónde ha comido la comida más rica del mundo?
En Génova. Era un pescado con hongos que
fue ponerme el primer bocado en la boca y saltárseme una lágrima de lo
rico que era eso. Nunca sentí una cosa igual con la comida.
¿Su esposa es buena cocinera?
Sí, excelente.
¿Qué es lo más rico que hace?
No tiene una especialidad. Mejor dicho,
lo que mejor le sale es cuando inventa una comida con todas las cosas
que han sobrado de otras comidas.
¿A usted nunca se le ha dado por cocinar?
No, soy un desastre. A veces me he
quedado solo en Milán y he intentado cocinarme, pero me ha salido mal.
Quiero decir: puedo hacer una pechuga a la plancha con ensalada. Pero
cuando le quiero agregar una sopa, o se me quema la sopa o se me quema
la pechuga.
¿Y dónde está el mejor vino?
Yo sigo prefiriendo los de Rioja, los
españoles. Aunque hace poco estuve en San Pablo. Fui a cenar con
Ziraldo, el dibujante, y pedí un cabernet sauvignon de Brasil. Ziraldo
creía que yo estaba loco por pedir un vino de Brasil, pero al final
terminó reconociendo que estaba bien. Era buenísimo. Como decía un
vinero que vivía en Milán debajo de mi casa cuando le íbamos a devolver
un vino que estaba mal: “¿Qué quiere, señor Quino?, el vino es una cosa
viva. Y el corcho también”. En ese sentido, en la Argentina soy fiel a
las bodegas López, porque mantienen una calidad constante. Es raro que
una botella te salga mal. En cambio hay vinos riquísimos, como los
Torres, de Cataluña, que de cada 10 botellas, dos te salen con gusto a
corcho. Pero no sé… una vez alguien dijo que los que más saben de vino
son los borrachos y no los críticos que hablan del sabor de terciopelo y
esas chorradas. Lo importante es que los vinos están cada vez más caros
y que para que un vino sea bueno uno debe gastar mucho dinero,
lamentablemente.
¿Qué cosas viven en usted de Mendoza, su provincia natal?
Voy todos los años a Mendoza. Es una
provincia muy bella, pero no recuerdo que los mendocinos tengan un
sentido del humor tan desarrollado como los cordobeses. La teoría de
Luis Landriscina es que el humor de los cordobeses se debe a que los
andaluces fundaron allí su universidad. Cada vez que voy a Córdoba me
sorprende por la imaginación que tiene esta gente para inventar nombres o
criticar situaciones, es algo notable. Volviendo a Mendoza, me gusta
más la gente de San Rafael que la de la capital. Los mendocinos son
raros, jamás te invitan a su casa, se reúnen todos en la calle San
Martín y ya está, ya cumplieron socialmente.
¿Cómo se mantiene un matrimonio de tantos años? (Quino se casó en 1960 con la doctora en Química Alicia Colombo.)
Bueno, a ver, se mantiene con muchas
crisis. No es que uno esté siempre bien en el matrimonio. Pero si
tuviera que dar una receta esa sería el respeto, el cariño, la
paciencia…
¿Y en su profesión Alicia ha cumplido un papel importante?
Sí, muy importante, porque yo soy muy
dejado. Mafalda se empezó a publicar en Europa porque Alicia fue la que
contestó a la persona que escribía desde Italia y yo no le respondía
nunca. Un día Alicia me dijo: “A mí me da vergüenza este hombre que
siempre escribe y vos nunca le contestás. ¿Me dejás que le conteste
yo?”. Con los viajes pasa lo mismo, me tiene que incentivar ella a que
viajemos, yo soy más de quedarme en la casa, de no salir. No sé. La
verdad es que yo me manejo muy mal en la vida, con todo.
¿Cómo ha llegado a esta edad con tantas ganas de seguir?
Y… bueno, no sé, no he hecho otra cosa en
mi vida y no sabría qué hacer si dejo de dibujar. Sobre todo le tengo
terror a dejar de publicar en los periódicos. Porque si no tuviera la
presión de la entrega, no tendría la disciplina de sentarme a dibujar
porque sí.
Entonces, usted nunca ha trabajado para el éxito…
No, incluso siempre me he negado a que
usaran mis dibujos en campañas publicitarias. He preservado a mis
personajes del merchandising rabioso y de todo eso. De todas maneras, a
veces pienso que debería haber sido una especie de empresario para
manejar con un sentido comercial lo que me ha tocado crear. No he sabido
administrar mi carrera y eso es algo que nos ha sobrepasado. Digo “nos”
porque Alicia es mi representante y se ocupa de todos los contratos,
tiene una oficinita en casa, que también la sobrepasa y está cansada,
harta…, ya no sabemos cómo hacer.
¿Ha ganado mucho menos dinero del que podría haber ganado?
Sí, he rechazado muchas cosas. Hace unos
15 años mi editor francés me ofreció hacer un libro de Mafalda para la
Shell. El tema era así, a cada cliente que entrara a una de las
gasolineras de la Shell le iban a regalar uno de mis libros. Pagaban
mucha plata. Creo que a mí me hubieran tocado unos 50 mil dólares y yo
dije que no, por supuesto; ¿cómo un personaje que vive despotricando
contra las multinacionales se va a quemar de esa manera? Otra vez los
caldos Maggi me ofrecieron una fortuna para que les diera a Mafalda. La
idea era hacer un aviso que dijera: “Ahora sí, a Mafalda le gusta la
sopa”. Otra vez dije que no y casi nadie lo entendió, pero así fue.
¿Y no le preocupa no ser entendido?No, porque para mi moral yo tengo razón.
¿Y no le preocupa haberse quedado un poco solo en esas decisiones?
No. Me da mucha rabia que me propongan
estas cosas, porque me da la sensación de que no entendieron mi trabajo
o, lo que es peor, si lo entendieron, no lo respetan.
El escritor mexicano Juan José Arreola decía que nunca iba a perdonar ni entender haber sido expulsado del vientre materno…
Sí, es cierto. Mis padres murieron muy
temprano y siempre me pregunté qué clase de tipos son los padres que te
largan al mundo y luego se van. Para mí fue muy dura esa experiencia.
¿Nunca sintió la necesidad de ser padre?
No. Me cuesta entender a las parejas que
hacen unos sacrificios terribles para poder tener un hijo; hacen el amor
a las 7 de la mañana, recogen el semen, lo llevan a un laboratorio, van
al médico, la verdad es que no lo entiendo. Me parece una desmesura. Me
asusta mucho la idea de tener un hijo y que se me enferme, me entraría
una desesperación terrible. No lo soportaría. En eso coincido con el
Negro Fontanarrosa: “A uno le preocupan mucho más las 5 líneas de fiebre
de su hijo que la Guerra del Golfo”. Tengo cinco sobrinos y con eso me
basta.
¿Es un amigo suyo Fontanarrosa?
Tenemos una cosa que nos separa mucho
culturalmente y es que el Negro vive pendiente del fútbol. A mí me gusta
el fútbol, pero siempre prefiero que gane el mejor, no tengo un equipo
en particular. A mí, que la Selección Argentina gane el Mundial me
importa un pito. Si el otro equipo juega mejor me parece justísimo que
la Argentina no gane nada. Y Fontanarrosa no entiende esas cosas. Cuando
Colombia le ganó 5 a 0 a Argentina lo llamé a Daniel Samper (periodista
colombiano) para felicitarlo y me preguntó si estaba loco y qué clase
de argentino era yo. Cuando me preguntan si los argentinos tienen
sentido del humor siempre respondo que no, porque con el fútbol no te
podés meter. Hacés una broma de fútbol y hasta podés perder la vida. Te
pueden matar en serio. El fútbol me encanta como coreografía, como
propuesta, lo encuentro muy inglés en la rudeza de las reglas: por un
tipo que mete un foul es penalizado todo el equipo, eso sólo puede pasar
en un colegio inglés y, por tanto, en el fútbol.
¿Y Caloi es amigo?
Sí, pero en ese caso nos divide la
política, porque él es peronista fanático, pero llegamos a un acuerdo
gracias a mi mujer, que puso límites y nos prohibió hablar de política.
Nosotros respetamos ese acuerdo y nos llevamos muy bien.
¿Qué otros dibujantes son amigos suyos?
Soy muy amigo de Miguel Rep, que me
parece uno de los dibujantes más talentosos de la última generación.
Pero diría que en general me llevo bien con todos, menos con Nik, que
publica en La Nación y empezó robando muchísimo a Rudy, a Daniel Paz, de
Página/12. Nik vino a crear un malestar por primera vez entre los
dibujantes argentinos. Nadie lo soporta. Al punto que si hay una mesa
redonda, todos participan con la condición de que él no esté.
¿Valora la experiencia de la revista Humor, que en los 80 cambió el lenguaje del humor en la Argentina?
Sí, muchísimo. Su creador, Andrés
Cascioli, fue un verdadero baluarte en el sentido de que comenzó a
informar lo que estaba pasando realmente en la Argentina con la
dictadura.
¿Y por qué nunca publicó allí?
Porque no me gusta publicar en revistas
de humor. Me gusta publicar en periódicos y en revistas de interés
general. En la revista de Clarín estamos el Negro Fontanarrosa, Caloi y
yo, pero no es una revista de humor. Es un suplemento dominical.
Publiqué hace muchos años en Rico Tipo, pero donde escribían de cine y
de otras cosas unos tipos geniales que no me di cuenta en el momento lo
buenos que eran. Me di cuenta después. Tampoco hago sátira política, yo
no hago humor con ministros ni con presidentes. Dicen que mi humor trata
de la esencia del ser humano, y tal vez sea así, porque por más
tecnología que descubran, la persona sigue siendo la misma. Además, en
estos tiempos los políticos tienen muy poco peso. Hay una sola potencia
que domina y antes por lo menos estaba Flash Gordon para que nos
defendiera de Ming. Ahora sólo quedó Ming, que es George Bush.
Ming gobierna el mundo, entonces…
Claro, y además Ming es sordo. No escucha
a la gente. Todo el mundo sabe que Bush invadió Irak por el petróleo,
pero lo peor es que Bush sabe que todo el mundo sabe, pero no le
importa. No le importa el futuro de la humanidad, ni el de sus nietos,
ni el de sus bisnietos, eso me llama mucho la atención. Los gobernantes
de ahora han construido un gran muro de goma en donde rebotan las
protestas de los ciudadanos. Podemos decir todo, pero nadie nos escucha,
a nadie le importa.
¿De qué otras cosas tratan sus dibujos, además de la esencia humana?
De la relación entre los débiles y los
poderosos. Eso siempre me ha obsesionado. Esa sensación de impotencia
que tienen los pobres frente a los ricos, de los mandados frente a los
amos, no sé, a veces pienso que debería dejar de dibujar por un tiempo,
para no vivir la angustia o el miedo a repetirme. Pero cuando pienso en
que voy a abrir el periódico y no van a estar mis dibujos, me da más
angustia y sigo dibujando. Es como ese jefe de estación que se jubila,
pero vuelve todos los días para ver si los trenes pasan a horario. No me
puedo imaginar esperando pasar los trenes. Además, en mi oficio no hay
trenes.
¿Quién se fue demasiado pronto en su vida además de sus padres?
Ahora en enero acaba de morir un amigo
que ni siquiera había cumplido los 60 años. Para mí y para mi mujer la
muerte de Vázquez Montalbán también ha significado la pérdida de un
amigo aunque no lo conocíamos. Con tantos españoles que hay para
morirse, ¿por qué no se murió Aznar en lugar de Vázquez Montalbán? Qué
injusticia. ¿Por qué no se murió Fraga?
¿Llegó a conocer a Oesterheld?
Sí, y siempre me quedó el sabor amargo de
que la última vez que lo vi discutimos mucho por política. Fue una
discusión muy fuerte. Estaba el dibujante Oski, fue en la casa de él,
estaba toda su familia, era un tipo muy radicalizado que decía cosas
como que si el pueblo no entiende a Picasso, entonces Picasso no sirve.
Me quedé muy mal, porque ésa fue la última vez que lo vi.
Ni siquiera ese radicalismo alcanza a explicar la barbarie cometida por los militares argentinos…
No, claro que no. Qué maricones los
militares argentinos. Porque por lo menos los militares brasileños
admitieron haber matado y les devolvieron los cadáveres a los
familiares. Los argentinos los desaparecieron y todavía siguen negando
todo. La cobardía de esta gente es lamentable, inadmisible.
¿Qué día cumple años?
El 17 de julio, pero como estoy anotado un mes después, es un conflicto.
Pero no, porque se lleva dos regalos.
Te crea algo falso que se suma a que hay
dos banderas argentinas, una con sol y la otra sin sol, un dólar que
vale dos o tres, que River o que Boca, que peronista o radical.
¿Qué cosas lo hacen perder la calma? Usted parece bastante tranquilo… o contenido.
No, no soy tranquilo. Soy contenido, por
eso tengo tantos problemas de salud, porque guardo todo, nunca expreso
lo que verdaderamente me pasa. Hay muchas cosas que me hacen perder la
calma, no elegiría ninguna en particular.
¿Y qué cosas lo hacen sentir fuerte, a usted que parece tan frágil?
Nada.
Ni siquiera sus dibujos.
Bueno, mis dibujos sí. Cuando estoy muy
mal, me encierro en mi estudio y dibujo. Pero jamás me siento fuerte.
Soy muy débil, un hombre inseguro para todo.
¿Qué está leyendo ahora?
El libro de las ilusiones, de Paul
Auster, en el que curiosamente aparece un argentino. Empecé a leer las
memorias de Gabriel García Márquez, pero me desilusionaron bastante. Lo
considero un libro antiguo.
¿Y el último disco que ha escuchado con pasión?
El de Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev
en versión de Ricardo Mutti, que me encanta. Lo que pasa es que me he
vuelto muy maníaco. Es verdad eso que dicen que cuando uno se pone viejo
comienza a tener muchas manías. Antes podía dibujar escuchando música,
pero ahora no. Antes, sólo necesitaba el silencio para que me surgiera
una idea, y luego ponía música para dibujar a lápiz. Con el tiempo, me
distraía la música en el dibujo, así que comencé a ponerla sólo cuando
pasaba el dibujo de lápiz a tinta. Ahora no puedo escuchar nada en
ninguna parte del proceso. Son manías.
¿Qué opina del nuevo gobierno argentino, encabezado por Néstor Kirchner?
En primer lugar me queda claro que los
argentinos no quieren ser gobernados por ningún político que no sea
peronista. Yo no soy peronista, como todo el mundo sabe, pero le tengo
simpatía a Néstor Kirchner. Me gusta él y me gusta Lula, de Brasil.
Además, me gusta que ambos estén tratando de hacer cosas juntos, de
fortalecer el Mercosur, por ejemplo. Ahora que los norteamericanos están
distraídos en otra zona del planeta, puede ser que nos dejen hacer algo
bueno en nuestros países.
¿Siempre le ha interesado la política?
Desde niño, porque soy hijo de andaluces y
cuando tenía cuatro años escuchaba hablar de la Guerra Civil Española,
que se vivió en mi casa con mucho pesar.
Pero no he leído ni a Marx ni a Maquiavelo, no soy un teórico de la política.
¿Y a Les Luthiers hace cuánto que no los ve?
Hace poco me invitaron a una fiesta de
aniversario en Madrid, y no pude ir porque tenía que escribir un
contrato, bueno, yo no, pero Alicia sí, y tenía que ayudarla. Total que
los vi hace 15 días.
¿Es amigo de todos los integrantes del grupo?
No, de Daniel Rabinovich, fundamentalmente. Y de Jorge Maronna.
Siempre se lo compara con ellos y la gente suele preguntarse cómo siendo tan argentinos han trascendido en el mundo.
Bueno, ellos todavía más que yo. Porque
es un caso curioso de cómo son tan entendidos en el resto del mundo, si
su humor es tan local. Es como si trasladaran al Inodoro Pereyra, que a
mí me parece genial, pero sacado de su contexto, no tiene mucho sentido.
¿Qué le gusta de los nuevos dibujantes?
No soy un gran experto, no leo ni veo
mucho. En España apareció uno muy bueno que se hace llamar “El Roto”
(Andrés Rábago), ése me encanta. Veo que el arte de la caricatura está
bastante vivo, pero no sé si el humor que hago yo, que hace Sempé, que
por otra parte tiene mi edad, tiene seguidores. Es un tipo de humor más
reflexivo, que no se ve a la primera. Ese humor me parece que está en
vías de extinción.
Le voy a decir un piropo…
Decime todos los que quieras.
Se lo ve a usted bastante bien.
Sí, aunque debería caminar 4 kilómetros
diarios y no lo hago. Soy muy sedentario. Tengo muchas operaciones en la
vista, así que por eso dibujo a lápiz, porque no puedo ver la pantalla
de la computadora. La tecnología no está hecha para mí. Me han operado
el corazón y ya no puedo fumar. Antes fumaba 40 cigarrillos diarios.
Sigo una dieta rigurosa, no puedo comer con sal, pero bebo vino y me
gusta mucho el ron.
¿Ha sufrido muchas persecuciones en la Argentina?
Bueno, comencé a dibujar en los tiempos
difíciles, que se fueron complicando cada día más. De esos tiempos me
quedó una autocensura que ya no puedo sacarme de encima. En 1976, en los
inicios de la dictadura, me destrozaron la puerta de mi casa a patadas.
Nosotros no estábamos. Otra vez, unos amigos y yo habíamos hecho copias
de un dibujo de Mafalda que señalaba el bastón de un policía y lo
nombraba como “el abollador de ideologías”. Al día siguiente, la ciudad
amaneció empapelada con un dibujo de Manolito, que portaba un bastón de
policía y decía: “¿Ves, Mafalda?, gracias a esto, ahora podemos caminar
con libertad por las calles”. Pero, en fin, eso fue todo. Ya después me
fui del país.
Eran tiempos en los que se pensaba que el mundo podía cambiar.
Sí, ahora directamente no sabemos qué
hacer. Cuando éramos jóvenes escuchábamos las canciones de Joan Manuel
Serrat y creíamos que íbamos a cambiar el planeta con una canción o con
un dibujo. Más tarde nos dimos cuenta de que la lucha armada no era el
camino. Ahora nos damos cuenta de que ya no hay políticos. Jacques
Chirac, por ejemplo, aunque sea de derecha, es un político nato y gente
como él ya no queda en el mundo.
¿Por qué dejó de dibujar Mafalda?
Porque un personaje esclaviza mucho y yo
tenía mucho miedo de repetirme. Mafalda sigue viva en los lectores, pero
yo no la quiero más que a otros dibujos míos. Soy como un carpintero,
Mafalda es un mueble que me quedó bien y vendió mucho, pero quiero a
todos mis muebles.
¿Qué tiene de sus personajes?
Tengo todo, porque nacieron de mí. Aunque
me identifico más con Miguelito y Felipe, porque como ellos vivo
haciéndome preguntas inútiles. Cuando llegué a Buenos Aires, vivía en
una pensión con un periodista, que por cierto desapareció a manos de la
dictadura. Un día estaba mirando por la ventana y le pregunté a este
muchacho: “Che, Julián, decime, ¿cuánto creés que pesa un árbol?”. Y él
me contestó: “¿Por qué no te vas un poco a la puta que lo parió?”. De
Manolito lo que tengo es el manejo del dinero, quiero decir, yo soy un
desastre para manejar el dinero, nunca me supe administrar en ese
aspecto, entonces puse toda la eficacia que no tengo en Manolito. Con
Susanita me identifico por lo chismoso. Soy incapaz de contar un chisme,
pero me encanta que me vengan a contar cosas de los demás.
¿De dónde saca material para sus dibujos de amor y desamor?
Son recuerdos de los radioteatros que
escuchaba cuando era niño. También saco material de las películas de
Ingmar Bergman, que me encantan. No veo telenovelas. Hace poco alguien
me recomendó de manera entusiasta a Betty La Fea, pero aunque me pareció
divertida no pasé de un solo episodio.
¿A quién admira?
Bueno, admiro mucho a Sempé; de Argentina
me gusta mucho Miguel Rep, de México me gusta Rius, pero también admiro
a las enfermeras, a los Médicos Sin Fronteras, a muchas organizaciones
no gubernamentales que luchan por mejorar el mundo. De todas maneras,
pienso que esas organizaciones les alivian la tarea a los gobernantes,
sin quererlo, claro, pero mucho de lo que ellos hacen deberían hacerlo
los presidentes, los ministros.
¿Morirá siendo socialista?
Sí, por supuesto. Esa es la mejor forma
de gobierno que concibo, es el mejor sistema. Apenas tuvo 70 años para
expresar y es probable que estuviera mal aplicado. Si pensamos que al
cristianismo le llevó tres siglos imponerse, ¿por qué no podemos pensar
que el socialismo regresará y finalmente podremos vivir en un sistema
más justo y más humano para todos?
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Mónica Maristain
es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000
reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e
internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora
en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y
Espectáculos en SinEmbargo.mx, donde también dirige el suplemento
literario Puntos y Comas. Tiene 12 libros publicados.
La presente
entrevista forma parte de un libro de Editorial Axial en el que Mónica
conversa con diversas personalidades, entre ellas Roberto Bolaño, y que
puede ser adquirido en este link:
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