“Si le soy sincero,
estoy pensando seriamente en comerme a su mujer”. Pocas frases de la historia del cine son tan definitorias como esta que
Hannibal Lecter pronunciaba en la segunda parte de
El silencio de los corderos (
The Silence of the Lambs,
Jonathan Demme, 1991),
Hannibal. Lecter es el
psycho-killer
por excelencia, un refinado, culto y genial devorador de carne humana.
Un personaje tan excepcional que pocos podían sospechar que estuviese
inspirado en un ser humano de carne y hueso, aunque la leyenda sugería
que quizá encontraba su origen en el criminal
Albert Fish. Y sin embargo,
Thomas Harris,
el creador de uno de los doctores más célebres de todos los tiempos,
acaba de reconocer en el prólogo de la nueva edición de la novela de
El silencio de los corderos, que conmemora su 25 aniversario, cuál fue su principal inspiración para crear a Lecter.
Según explica Harris, el auténtico Lecter fue
Alfredo Ballí Treviño, un doctor mexicano homosexual, cuya identidad intenta ocultar llamándolo “doctor
Salazar”. El escritor lo describe como “un hombre menudo y ágil con un pelo rojo oscuro. Se mantenía muy quieto y tenía
un inequívoco toque de elegancia”.
Harris conoció a Ballí Treviño en el año 1963 en la cárcel estatal de
Topo Chico León, en Monterrey, cuando Harris trabajaba como periodista
para la revista
Argosy. Esta lo había destinado a la institución para contar la historia de
Dykes Simmons, un americano condenado a muerte por el asesinato de tres personas.
Una vida buscando la redención
Harris
relata en el texto, con todo lujo de detalles (y haciendo gala de una
gran capacidad memorística) la primera entrevista que mantuvo con el
médico, y que recuerda poderosamente
a aquellas inolvidables charlas entre Hannibal Lecter y Clarice Starling.
La primera pregunta planteada por el doctor resulta inequívoca: “Señor
Harris, ¿cómo se sintió cuando miró a Simmons?”, refiriéndose al reo
protagonista del artículo. El médico había salvado la vida al condenado a
muerte después de que un guardia le disparase mientras intentaba
escapar del centro.
Cortó la garganta de su pareja, lo despiezó y lo metió en una pequeña cajaA
tenor de la conversación y las inquisitoriales preguntas de Ballí, el
auténtico periodista parece el doctor y Harris, el entrevistado:
“¿Llevaba gafas de sol en la celda?”, “¿Diría usted que llevar gafas de
sol añadía un elemento de simetría a su rostro, que mejoraba su
apariencia?”, “¿Giraba su cabeza mientras le hablaba, unos diez grados a
la izquierda?”, “¿Cree que Simmons es feo? No le han dejado muy bien el
labio, ¿verdad?”,
“¿Verdad que eran guapas las víctimas de Simmons?” Para
terminar, el facultativo le solicitó al periodista que cuando
entrevistase a Simmons, no llevase gafas de sol, puesto que ello le
haría verse reflejado en los cristales, algo que atormentaría al
desfigurado convicto. En definitiva, toda una colección de preguntas más
propias de un psicoanalista o un investigador que del médico de la
prisión.
Acto seguido, la conversación comenzó a tomar derroteros
más tensos, cuando Harris señaló que era “algo habitual” que Simmons
viviese atormentado por las burlas de los niños durante su infancia, a
causa de su desfiguración. “Usted es un periodista, señor Harris”,
inquirió Ballí al escritor. “¿Cómo va a reflejar eso en su periódico?
¿Cómo trata el miedo del tormento en lenguaje periodístico? Quizá podría decir algo ingenioso sobre el tormento, en plan, ‘pone el
hell (infierno) en
hello?”
Poco después, el doctor sería solicitado para atender a un preso y la
conversación daría a su fin, no sin antes emplazarse para tomar una copa
o un café en el futuro.
“El doctor es un asesino”
Debido
a la inteligencia, afabilidad y cortesía de Ballí, Harris no podía
esperar lo que descubriría poco después. En realidad, el doctor se
encontraba interno en la prisión por el asesinato de su antigua pareja
Jesús Castillo Rangel, cuya garganta cortó con un bisturí, y al que
despiezó e introdujo en una pequeña caja. Ballí fue sentenciado a muerte, pero la pena nunca se hizo efectiva, y simplemente tuvo que pasar 20 años entre rejas.
Ballí dedicó el resto de su vida a cuidar de los ancianos y los enfermos“¿No
sabe quién es?”, le preguntó uno de los carceleros a Harris. “El doctor
es un asesino. Como cirujano que es, podía empaquetar a su víctima en
una caja sorprendentemente pequeña.
Nunca abandonará este lugar.
Está loco”. Harris replicó que le parecía sorprendente que alguien así
tratase a los pacientes de la cárcel, pero el celador le respondió que
“no está loco cuando trata con los pobres”. En realidad, la existencia
de Ballí estuvo marcada por su cariño hacia los desfavorecidos: tras
abandonar la cárcel a comienzos de los años ochenta, dedicó el resto de
su vida a cuidar a los ancianos y a los pobres.
Una entrevista en 2008 con
Milenio mostraba a un hombre arrepentido, en busca de la redención: “Si quiere platicamos de lo que quiera, menos de lo otro,
no quiero revivir mis fantasmas, es muy difícil, el pasado pesa, y la verdad es que es muy difícil convivir con la angustia diariamente”.
El doctor reaparece
Harris
relata en el prólogo la gran impresión que le causó la conversación con
el tal “Salazar”, de forma que terminó sirviendo de inspiración a uno
de los personajes más inolvidables del cine contemporáneo. “Muchos años
después, estaba intentando escribir una novela. Mi detective necesitaba
hablar con alguien con una comprensión particular de la mente criminal.
Perdido en el túnel del trabajo, me arrastré junto a mi detective al
Hospital Estatal de Baltimore para los Criminales Dementes para
consultar a un recluso.
¿Quién piensa que estaba en la celda?
No era el doctor Salazar. Pero gracias al doctor Salazar, pude
reconocer a su colega y compañero de correrías, Hannibal Lecter”.
Probablemente
haya sido la reciente muerte de Ballí, que tuvo lugar en 2009, lo que
haya animado a Harris a desvelar la identidad del auténtico Lecter. El
asesino apareció por primera vez en las páginas de
El dragón rojo, publicado en 1981, y que fue adaptado a la gran pantalla en 2002 por
Brett Ratner. Sin embargo,
su primer rostro en el cine fue el de Brian Cox, y no el de
Anthony Hopkins, con el que ha pasado a la historia, ya que fue él quien interpretó al doctor en la película de 1986 dirigida por
Michael Mann Hunter (
Manhunter).
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2013-08-01/un-hombre-menudo-agil-y-elegante-asi-era-el-autentico-hannibal-lecter_14392/