La última canción de Édith Piaf (1915-1963)
Non, rien de rien. Non, je ne regrette rien. Ni le bien qu’on m’a fait. Ni le mal; tout ça m’est bien égal!1 Dumont y Vaucaire, «Non, je ne regrette rien» (1956).
Je me fous du passé!2 París, 1960. Charles Dumont declaró que era un sueño para él y para el letrista Michel Vaucaire que Édith Piaf pudiera cantar un tema compuesto para ella: «Non, je ne regrette rien», que de alguna manera expresó el ánimo con el que Piaf vivió el final de su carrera y su vida.
Cuando la máxima estrella de la canción realista —como es catalogada su música en Francia— escuchó el tema, se sintió de inmediato identificada con su espíritu optimista que habla de romper con el pasado y comenzar de cero. El disco se agotó tan pronto salió al mercado. Édith Piaf era adorada por su público, a quien había conquistado con una voz gutural, una dicción cristalina y sus más grandes éxitos: «La vie en rose» (1946) y el «Hymne a l’amour» (1949), ambos escritos por ella.
Je repars à zéro.3Debido al éxito del disco, de inmediato se preparó una temporada de conciertos en el Teatro Olimpia de París. Tras noches interminables de ensayos, a la primera función asistieron las celebridades de la época, que se volcaron a saludarla: todos esperaron su turno, nadie se quería ir.
La temporada estaba planeada para 30 funciones, pero fueron 100; incluso llegó a ofrecer dos recitales en una misma noche. Cerca de las últimas funciones su doctor, su secretaria Danielle Bonel y el mismo Dumont, que cada noche la acompañaba al piano para interpretar «Non, je ne regrette rien», se preguntaban si la cantante tendría fuerzas para salir a escena.
Su salud —que se había deteriorado debido a una artritis terrible desde 1949, y a la muerte en accidente aéreo de Marcel Cerdan, el amor de su vida— estaba al borde del colapso. Pero la embriaguez escénica, su voluntad y una fuerza interna extraordinaria la impulsaron a cantar 50 minutos cada noche: «Je préfère mourir que non plus chanter».4
Aujourd’hui, ça commence avec toi!5 Entregada al exceso de morfina para mitigar el dolor, al alcohol y a la comida que igual le causaba placer que daño, conoció a Théo Sarapo, un joven cantante de 26 años. A pesar de la diferencia de edades se casaron el 9 de octubre de 1962, lo que infundió en la cantante una felicidad y vitalidad inesperadas.
Tan sólo un año después, el 10 de octubre, murió en Grasse —poblado enclavado en los Alpes—, sólo seis horas antes que su entrañable amigo, el dramaturgo Jean Cocteau: «Jamás conocí un alma tan generosa como la de Édith», fueron sus últimas palabras. Por consideración al público se anunció su muerte hasta el 11 de octubre, una vez que sus restos habían sido transportados a París. El entierro fue multitudinario; se dice que sólo al finalizar la ii Guerra Mundial hubo tanta gente en las calles de París.
No hay comentarios:
Publicar un comentario