Nunca es tarde para volver empezar
Tiene 71 años, está jubilada, y es una de
las alumnas que hoy cursa primer año de Facultad de Agronomía. En 2010
se enteró que padecía un tumor maligno y se hizo una promesa: "Me dije:
Si salgo, voy a hacer lo que siempre quise. Y acá estoy".
Gastón Pérgola
Son las 15 horas del lunes 3 y terminó la última clase
del día en la Facultad de Agronomía. Gladys Cabrera (71) recoge sus
cuadernos y se dirige a la salida. A su paso, son muchos los que se
detienen a saludarla, elogiarla, preguntarle cómo está o hacerle alguna
broma.
"A esa edad y con ese espíritu… ¡Qué envidia! Yo tengo
38 y me paso arrastrando los pies. ¡Y usted anda a los saltos!", le
bromea al pasar un funcionario de la Facultad de Agronomía.
Es que Gladys es la alumna con más años que tiene la
Facultad. Sin embargo, es considerada la "niña mimada" del grupo. Y así
lo demuestran sus compañeros.
"Para nosotros es una más, pero al mismo tiempo es un
ejemplo. Es una persona increíble, con muchas anécdotas y divertida",
afirma Rodrigo, uno de sus compañeros de clase, que apenas tiene 19
años.
Hace pocos días, en uno de los talleres del año, Gladys
tuvo que exponer sobre la historia agroeconómica de Villa Rodríguez (en
San José) y la misma culminó con un aplauso cerrado de sus compañeros.
"Me hicieron emocionar. Son unos gurises bárbaros.
Hay un grupo humano espectacular. Igual, la clase la preparé bien", dice
a las risas y aclara que no pudo utilizar el PowerPoint.
"Lo primero que hice fue aclararle eso al profesor.
Porque los otros compañeros presentaron en PowerPoint, pero yo todavía
no sé, muy bien, manejar ese PowerPoint. Ya voy a aprender", afirma sin
miedo.
En cada una de sus palabras Gladys denota el entusiasmo de de estar haciendo realidad uno de los debes de su vida.
"Nací y me crié en el campo. Desde niña me
apasionaba el campo y todas las tareas que lo rodeaban", justifica la
mujer, que ahora vive en Las Piedras y todos los días viaja en ómnibus
hasta la Facultad.
Ya con trece años, su padre le otorgó una hectárea
de tierra en el campo donde vivían, en Paysandú, para que lo trabajase.
"Un día vino y me dijo que no iba a poder mantenernos a todos, éramos 12
hermanos. Y ahí fue que me dio una hectárea. La labraba con una pala de
diente y cosechaba, dos veces al año, cebolla, papa y ajo, que después
vendía. Lo que quedaba de ganancia me servía para vivir. Siempre quise
estudiar sobre esto", reafirmó Gladys.
Las circunstancias y los apremios económicos
hicieron que ese deseo quedara enterrado. Como contrapartida pudo
asistir a la escuela industrial de Paysandú, donde terminó estudiando
cocina, bordado, y corte y confección. "Trabajé en todas esas cosas pero
no me gustaba ninguna", narró.
Con 17 años ya estaba casada y con 19 tenía a sus
dos hijos. Se vino sola con ellos a Montevideo, buscando nuevas
oportunidades. Entre el trabajo y el cuidado de sus hijos no había
tiempo para otra cosa.
"Pasé 18 años criándolos, y gracias a Dios me
salieron muy buenos. Pero la realidad es que, por una cosa u otra,
durante mi vida se fue postergando el sueño de hacer la carrera. Pero
ahora le voy a dar hasta que el cuerpo aguante. Me la jugué en serio y
voy a seguir jugándomela", enfatiza Gladys a El País.
Enfermedad
El 19 de enero de 2010, luego de realizarse exámenes
médicos de rutina, a Gladys le detectaron un tumor maligno a la altura
del seno y uno de sus brazos, cuenta la mujer. "Ese día fue fatal. No
podía parar de pensar. Me decía: `Toda una vida luchando y justo me
viene a agarrar esto a mí`. Pero al otro día algo me iluminó, y cambié.
Me propuse seguir peleando, como lo hice toda la vida. Y me propuse
hacerle ver al cáncer que así como vino se iba a tener que ir".
Según Gladys, eran 7 milímetros de tumor maligno. La
operaron y le extirparon 22 ganglios del brazo izquierdo, un cuadrante
del seno, además de someterse a seis sesiones de quimioterapia y 37
sesiones de radioterapia.
"Y ahora estoy tomando, hace un año, una pastilla
que te la dan por cinco años y cada tres meses tengo que hacerme
chequeos médicos. Pero lo tengo bastante controlado", contó.
En ese proceso Gladys se prometió que si salía bien
de la operación, como recompensa y premio iba a hacer lo que toda su
vida quiso hacer. No era un viaje, ni ningún lujo extraño. Simplemente,
poder cursar la facultad de Agronomía.
Y así lo hizo, con la recuperación de la enfermedad a
cuestas. Desde 2010 a la fecha terminó lo que le restaba de
Bachillerato y este año pudo llegar a anotarse en facultad.
"En 2012 cursé sexto y salvé todo. Solo me quedó
Física para febrero, que la pude salvar. Fui contenta a anotarme
provisoriamente en la facultad. Y al otro día de haber salvado Física
llamé enseguida a facultad a avisar que había salvado y que me guardaran
un lugar", cuenta hoy, a las risas.
Para Gladys, se trata de sacar lo positivo de lo
negativo. En esa línea entiende que el surgimiento de un tumor maligno
en su cuerpo terminó siendo un impulso gravitante a la hora de cumplir
su sueño.
"Hay que tener la fuerza pa-ra afrontar lo que viene
y torcerlo de tal manera que se vuelva a nuestro favor. Hoy, por
suerte, está bastante controlado el tema de mi salud", afirmó.
Dinámica
Hoy Gladys comparte una clase con 33 alumnos, que
tienen 50 años menos que ella. Está agradecida de la decisión que tomó y
asegura que el contacto y el afecto que recibe son parte vital en la
recuperación. "Ellos (su compañeros de clase) me dan mucha fuerza, están
siempre conmigo, no me dejan sola, me ayudan en todo lo que preciso y
son un soporte muy importante para mí", confiesa.
Ese apoyo no solo se ve en las palabras sino también
en los hechos y el trabajo práctico. Es que además de las clases
prácticas, Gladys y sus compañeros realizan trabajos prácticos que
consisten en alojarse durante una semana en un campo del interior y
realizar tareas.
Entre otras cosas implica caminar por caminos en mal
estado, sortear alambrados, ordeñar, plantar, entre otras cosas. "Ellos
me ayudan en todo. Son amorosos. Nunca me dejan sola. Yo los adoro a
ellos y ellos me quieren", expresa Gladys.
En muchas ocasiones ella también ha servido de
consejera, afirma. A veces cuando los veo medio mal les digo que piensen
en su futuro, que no les vaya a pasar lo que me pasó a mí. Hoy los
avances te obligan a prepararte porque si no... no tenés chances en la
vida", narró.
Meta
Si bien aclara que no tiene apuro, Gladys pretende
salvar la carrera, sin perder años. "Vamos a ver si la salud me de-ja.
Cada tres meses me hago un examen para controlar que no haya ninguna
célula maligna. La pastilla que tomo es buena, aunque el único
inconveniente es que ataca las articulaciones y los huesos, y ahora me
duele la pierna derecha. Me dijeron que me van a dar láser para calmar
el dolor. Veremos si funciona".
Hoy, y hasta la semana que viene, Gladys está con
sus compañeros en un tambo de San José, realizando una práctica. "¿Que
qué voy a hacer cuando me reciba?" Piensa unos segundos. "Me gustaría
trabajar en alguna empresa, ¡cómo no! Pero primero dejame recibirme".
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