lunes, 10 de junio de 2013

Gladys Cabrera

Nunca es tarde para volver empezar

Tiene 71 años, está jubilada, y es una de las alumnas que hoy cursa primer año de Facultad de Agronomía. En 2010 se enteró que padecía un tumor maligno y se hizo una promesa: "Me dije: Si salgo, voy a hacer lo que siempre quise. Y acá estoy".
Gladys Cabrera y Pilar (18) son compañeras de clase de primer año de la Facultad de Agronomía.
Foto: Ariel Colmegna
Gastón Pérgola
Son las 15 horas del lunes 3 y terminó la última clase del día en la Facultad de Agronomía. Gladys Cabrera (71) recoge sus cuadernos y se dirige a la salida. A su paso, son muchos los que se detienen a saludarla, elogiarla, preguntarle cómo está o hacerle alguna broma.
"A esa edad y con ese espíritu… ¡Qué envidia! Yo tengo 38 y me paso arrastrando los pies. ¡Y usted anda a los saltos!", le bromea al pasar un funcionario de la Facultad de Agronomía.
Es que Gladys es la alumna con más años que tiene la Facultad. Sin embargo, es considerada la "niña mimada" del grupo. Y así lo demuestran sus compañeros.
"Para nosotros es una más, pero al mismo tiempo es un ejemplo. Es una persona increíble, con muchas anécdotas y divertida", afirma Rodrigo, uno de sus compañeros de clase, que apenas tiene 19 años.
Hace pocos días, en uno de los talleres del año, Gladys tuvo que exponer sobre la historia agroeconómica de Villa Rodríguez (en San José) y la misma culminó con un aplauso cerrado de sus compañeros.
"Me hicieron emocionar. Son unos gurises bárbaros. Hay un grupo humano espectacular. Igual, la clase la preparé bien", dice a las risas y aclara que no pudo utilizar el PowerPoint.
"Lo primero que hice fue aclararle eso al profesor. Porque los otros compañeros presentaron en PowerPoint, pero yo todavía no sé, muy bien, manejar ese PowerPoint. Ya voy a aprender", afirma sin miedo.
En cada una de sus palabras Gladys denota el entusiasmo de de estar haciendo realidad uno de los debes de su vida.
"Nací y me crié en el campo. Desde niña me apasionaba el campo y todas las tareas que lo rodeaban", justifica la mujer, que ahora vive en Las Piedras y todos los días viaja en ómnibus hasta la Facultad.
Ya con trece años, su padre le otorgó una hectárea de tierra en el campo donde vivían, en Paysandú, para que lo trabajase. "Un día vino y me dijo que no iba a poder mantenernos a todos, éramos 12 hermanos. Y ahí fue que me dio una hectárea. La labraba con una pala de diente y cosechaba, dos veces al año, cebolla, papa y ajo, que después vendía. Lo que quedaba de ganancia me servía para vivir. Siempre quise estudiar sobre esto", reafirmó Gladys.
Las circunstancias y los apremios económicos hicieron que ese deseo quedara enterrado. Como contrapartida pudo asistir a la escuela industrial de Paysandú, donde terminó estudiando cocina, bordado, y corte y confección. "Trabajé en todas esas cosas pero no me gustaba ninguna", narró.
Con 17 años ya estaba casada y con 19 tenía a sus dos hijos. Se vino sola con ellos a Montevideo, buscando nuevas oportunidades. Entre el trabajo y el cuidado de sus hijos no había tiempo para otra cosa.
"Pasé 18 años criándolos, y gracias a Dios me salieron muy buenos. Pero la realidad es que, por una cosa u otra, durante mi vida se fue postergando el sueño de hacer la carrera. Pero ahora le voy a dar hasta que el cuerpo aguante. Me la jugué en serio y voy a seguir jugándomela", enfatiza Gladys a El País.

Enfermedad

El 19 de enero de 2010, luego de realizarse exámenes médicos de rutina, a Gladys le detectaron un tumor maligno a la altura del seno y uno de sus brazos, cuenta la mujer. "Ese día fue fatal. No podía parar de pensar. Me decía: `Toda una vida luchando y justo me viene a agarrar esto a mí`. Pero al otro día algo me iluminó, y cambié. Me propuse seguir peleando, como lo hice toda la vida. Y me propuse hacerle ver al cáncer que así como vino se iba a tener que ir".
Según Gladys, eran 7 milímetros de tumor maligno. La operaron y le extirparon 22 ganglios del brazo izquierdo, un cuadrante del seno, además de someterse a seis sesiones de quimioterapia y 37 sesiones de radioterapia.
"Y ahora estoy tomando, hace un año, una pastilla que te la dan por cinco años y cada tres meses tengo que hacerme chequeos médicos. Pero lo tengo bastante controlado", contó.
En ese proceso Gladys se prometió que si salía bien de la operación, como recompensa y premio iba a hacer lo que toda su vida quiso hacer. No era un viaje, ni ningún lujo extraño. Simplemente, poder cursar la facultad de Agronomía.
Y así lo hizo, con la recuperación de la enfermedad a cuestas. Desde 2010 a la fecha terminó lo que le restaba de Bachillerato y este año pudo llegar a anotarse en facultad.
"En 2012 cursé sexto y salvé todo. Solo me quedó Física para febrero, que la pude salvar. Fui contenta a anotarme provisoriamente en la facultad. Y al otro día de haber salvado Física llamé enseguida a facultad a avisar que había salvado y que me guardaran un lugar", cuenta hoy, a las risas.
Para Gladys, se trata de sacar lo positivo de lo negativo. En esa línea entiende que el surgimiento de un tumor maligno en su cuerpo terminó siendo un impulso gravitante a la hora de cumplir su sueño.
"Hay que tener la fuerza pa-ra afrontar lo que viene y torcerlo de tal manera que se vuelva a nuestro favor. Hoy, por suerte, está bastante controlado el tema de mi salud", afirmó.

Dinámica

Hoy Gladys comparte una clase con 33 alumnos, que tienen 50 años menos que ella. Está agradecida de la decisión que tomó y asegura que el contacto y el afecto que recibe son parte vital en la recuperación. "Ellos (su compañeros de clase) me dan mucha fuerza, están siempre conmigo, no me dejan sola, me ayudan en todo lo que preciso y son un soporte muy importante para mí", confiesa.
Ese apoyo no solo se ve en las palabras sino también en los hechos y el trabajo práctico. Es que además de las clases prácticas, Gladys y sus compañeros realizan trabajos prácticos que consisten en alojarse durante una semana en un campo del interior y realizar tareas.
Entre otras cosas implica caminar por caminos en mal estado, sortear alambrados, ordeñar, plantar, entre otras cosas. "Ellos me ayudan en todo. Son amorosos. Nunca me dejan sola. Yo los adoro a ellos y ellos me quieren", expresa Gladys.
En muchas ocasiones ella también ha servido de consejera, afirma. A veces cuando los veo medio mal les digo que piensen en su futuro, que no les vaya a pasar lo que me pasó a mí. Hoy los avances te obligan a prepararte porque si no... no tenés chances en la vida", narró.

Meta

Si bien aclara que no tiene apuro, Gladys pretende salvar la carrera, sin perder años. "Vamos a ver si la salud me de-ja. Cada tres meses me hago un examen para controlar que no haya ninguna célula maligna. La pastilla que tomo es buena, aunque el único inconveniente es que ataca las articulaciones y los huesos, y ahora me duele la pierna derecha. Me dijeron que me van a dar láser para calmar el dolor. Veremos si funciona".
Hoy, y hasta la semana que viene, Gladys está con sus compañeros en un tambo de San José, realizando una práctica. "¿Que qué voy a hacer cuando me reciba?" Piensa unos segundos. "Me gustaría trabajar en alguna empresa, ¡cómo no! Pero primero dejame recibirme".

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