La única batalla que Muhammad Ali estaba
dispuesto a luchar era en un encordado. La invasión de Estados Unidos a
tierras vietnamitas le parecía simplemente innecesaria. Los puños no
eran su único argumento, más allá de la explosividad de sus guantes, la
conciencia social y amplio raciocinio le valieron el respeto de su
nación y del mundo entero.
Sus ideales y creencias valieron más que
cualquier amenaza y reprimenda en alusión directa a su carrera
boxística. Poco le importaron las sanciones y suspensiones, su repulsión
por la guerra de Vietnam era evidente. Su valor humano sobrepasó el
boxístico, ninguna comisión o institución deportiva fue capaz de
arrebatarle lo más preciado: la moral.
Ali se negó rotundamente a acudir al
llamado bélico que los Estados Unidos le extendían, lo que en un
principio se podía considerar como una invitación se tornó en una
peligrosa amenaza para la carrera pugilística de “The greatest”.
Tres años atrás, en 1964, el nacido en
Louisville un 17 de Enero de 1942 dejó de ser Cassius Clay para
convertirse en Muhammad Ali, como consecuencia de su incorporación a la
Unión del Islam y un año después al sunismo. Muhammad dejaba atrás el
nombre que puso en la cima del podio al boxeo norteamericano en los
Juegos Olímpicos de Roma 1960.
Muhammad Ali se declaró objetor de
conciencia y rechazó tajantemente incorporarse al ejército
estadounidense. Su decisión acarreó graves consecuencias. El 8 de Mayo
de 1967, un mes y 15 días después de su victoria ante Zora Foley, el
Gran Jurado Federal de los Estados Unidos lo acusó formalmente de
deserción. Sería arrestado por evasión del servicio militar, despojado
del título mundial de los pesos pesados y su licencia como boxeador fue
suspendida por casi 4 años.
Su discurso tras la negativa a
participar en el conflicto armado del Vietcong mostraba un resentimiento
claro hacia su país, sustentándose en su religión y creencias, rechazó
directamente la idea de disparar en contra de sus “hermanos” sólo por la
grandeza de América. “Ellos nunca me llamaron negro, nunca me trataron
mal, nunca me robaron”. Las palabras de Ali mostraban hartazgo e
incredulidad hacia su nación.
Muhammad no fue encarcelado y aprovechó
ese intermedio boxístico para continuar con su vida como activista a
favor de la reivindicación de los derechos civiles de la minoría negra
en una nación que para los años 60’s se seguía mostrando conservadora y
racista.
A pesar de no contar con el apoyo y
aprecio de toda la sociedad norteamericana por su condición de
afroamericano, Ali se dedicó a concientizar a pequeños y medianos grupos
poblacionales acerca de la guerra sin sentido que se vivía en el
sudeste asiático. Es allí cuando Muhammad se comenzó a ganar la
aprobación y el apoyo generalizados.
La sociedad estadounidense, cada vez más
crítica ante la guerra de Vietnam, comenzó a apreciarle. El movimiento
antiguerra tomó fuerza, y con él, la figura de Ali se veía con gran
admiración. En 1970, más de un millón de manifestantes se dieron cita en
Washington, para exigir el retiro de las tropas americanas de Vietnam.
Las exigencias sociales hicieron eco en el deporte y el mismo año,
Muhammad Ali fue amnistido.
http://izquierdazo.com/la-batalla-que-muhammad-ali-se-nego-a-pelear/1010
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