La increíble historia de la inmigrante de Congo que llegó a ministra
Cecile
Kyenge, a cargo del área de Integración del gobierno de Letta, se abrió
camino contra el racismo y ahora lucha por los derechos de los
extranjeros
ROMA.-
"No vale la pena responder a los ataques, mi objetivo es ir más allá y
darles un ejemplo positivo a los jóvenes. Italia tiene que conocer mejor
el fenómeno de la inmigración. Italia no es racista, pero tiene que
recordar la cultura italiana de la recepción, de la bienvenida."
Cecile Kyenge Kashetu, que insiste en llamarse a sí
misma una persona "negra" y no "de color", habla en forma pausada, sin
sobresaltarse, imperturbable. Desde que, hace 48 días, saltó a la fama
por convertirse en la primera ministra negra de Italia en el gobierno de
coalición de Enrico Letta, que la eligió para la cartera de
Integración, esta oculista italocongoleña de 49 años fue víctima de
innumerables ataques racistas.El último fue la semana pasada: Dolores Valandro, consejera en Padua de la xenófoba Liga Norte, se animó a postear en su Facebook: "¿No hay nadie que viole a la ministra Kyenge?". El insulto dio la vuelta al mundo y conmovió a la opinión pública italiana, que condenó en forma unánime el enésimo episodio xenófobo y salió a respaldar a Kyenge.
Preparada y fuerte, la ministra negra demostró estar a la altura del cargo. "Este lenguaje no me pertenece porque instiga a la violencia y trata de instigar a la violencia a toda la ciudadanía. Cualquiera debe sentirse ofendido, no sólo yo. A lo largo de los años siempre luché por un lenguaje no violento y mantengo este compromiso. No respondo, porque todos nos deberíamos sentir ofendidos", reaccionó.
En una entrevista con LA NACION en su despacho cercano al Palazzo Chigi, Kyenge, impasible, confirmó su estrategia. "Pienso que quien ocupa un cargo en una institución del Estado debe ser el primero en hacer gala de un lenguaje y un comportamiento correctos, y eso se aplica también para mí", dijo.
"En estos momentos hay mucha gente que me observa, muchos inmigrantes para los cuales me he convertido en un ejemplo y yo no puedo ser un ejemplo negativo... Es claro que me sorprende e irrita que representantes públicos digan este tipo de cosas, pero me mantengo en mi línea, no respondo", agregó.
Detrás de esa coraza que se construyó Kyenge para sobrevivir, hay una vida de película. Nació en la localidad de Kambove, en la provincia de Katanga, en la República Democrática del Congo, en el seno de una familia acomodada de la etnia bakunda. Su padre era el jefe de una importante tribu, polígamo, por lo que tiene 38 hermanos.
Mujer con agallas, llegó a Italia en 1983, a los 18 años, porque así lo quiso el destino. "No me importaba Italia. Lo único que quería era estudiar medicina, donde fuera", contó. Y enseguida empezaron las dificultades: la beca que le habían prometido no existía, no tenía dónde comer ni dormir, pero gracias a un sacerdote que la ayudó, siguió adelante. "Él me aconsejó volver al Congo, pero yo quería estudiar medicina", evocó.
Sueño cumplido
Comenzó a trabajar como empleada doméstica y niñera, y tras lograr alojamiento en un colegio de misioneras laicas de Módena, en el norte de Italia, con esfuerzo logró su sueño: recibirse de médica y cirujana en la Universidad Católica de Roma, especializándose luego como oculista en Módena.Aunque entonces entendió que debía sortear aún más obstáculos. "No tenía ciudadanía italiana, así que no podía ejercer como médica, era muy difícil. Estaba doblemente penalizada: por ser inmigrante y por ser mujer", contó, al detallar que fue esa cadena de escollos lo que la llevó a meterse en política, militando en la centroizquierda y ocupándose de los derechos de los inmigrantes.
Kyenge logró ser ciudadana italiana luego de una odisea de 15 años. "Y la obtuve sólo porque, después de 12 años en Italia, me casé con un italiano", dijo al hablar de su marido, Mimmo, con quien vive en Módena junto con sus dos hijas, Maisha y Giulia.
Ahora su objetivo es que se acorten los plazos para obtener la nacionalidad italiana y que los hijos de inmigrantes que nacen en Italia puedan obtenerla en forma automática, a través de un cambio desde el ius sanguinis , vigente actualmente, al ius soli .
Sería algo justo, porque en Italia trabajan hoy legalmente 2,5 millones de inmigrantes que pagan impuestos por más de 8000 euros anuales cada uno, destacó. "Italia cambió -concluyó-. Y también deben cambiar los derechos de los nacidos en Italia".
El silencio, su mejor aliado
Discriminada, ella prefiere no devolver los insultos- Kyenge Kashetu / ministra de Integración
"En este momento hay mucha gente que me observa, muchos inmigrantes para los cuales me he convertido en un ejemplo, y yo no puedo ser un ejemplo negativo"
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