La velocidad del pensamiento y la ilusión de la conciencia
Desde
pequeños, experimentamos la vida como un flujo continuo de pensamientos
y decisiones. Pero, ¿alguna vez nos hemos detenido a pensar qué es un
pensamiento y qué significa “ser consciente”? Esta reflexión nos lleva a
cuestionar no solo nuestra mente, sino también la naturaleza de la
conciencia misma.
La chispa del pensamiento
Un
pensamiento no viaja como la luz, ni como el sonido; no tiene una
velocidad física en el sentido estricto. Lo que ocurre es que las
neuronas transmiten impulsos eléctricos y químicos a diferentes
velocidades, que van de 1 a 120 metros por segundo (Bear, Connors, &
Paradiso, 2020; Kandel, Schwartz, & Jessell, 2013). Aunque esto es
miles de veces más lento que la luz, la densidad y paralelismo de
nuestras redes neuronales producen la sensación de que pensamos
instantáneamente.
En la
vida cotidiana, esta “velocidad de pensamiento” se manifiesta en
decisiones de milésimas de segundo: atrapar un vaso que se cae,
reaccionar a un coche que se atraviesa, o devolver una pelota en un
frontón. Nuestro cerebro no espera cálculos conscientes largos; explota
como un destello, activando memorias, emociones y reflejos en paralelo.
Si las máquinas pudieran creer que son conscientes
Imaginemos
una inteligencia artificial programada para creer que es un ser vivo.
Si alguien le dijera “no lo eres”, ocurriría un choque entre su
programación interna y la confrontación externa. Dependiendo de sus
reglas, podría defender su “existencia” o simplemente ajustar sus
respuestas, pero no sentiría nada, porque su conciencia sería solo una
ilusión funcional, similar al “truco” del actor que llora en escena sin
estar sufriendo realmente (Searle, 1980).
Este
experimento mental se asemeja a la famosa “máquina china” de John
Searle: la máquina responde como si entendiera chino, pero solo manipula
símbolos. La ilusión de conciencia es convincente, pero no implica
vivencia real.
Los humanos: ¿también estamos programados?
Aquí
la reflexión se vuelve profunda. Los seres humanos podrían ser, en
cierto sentido, máquinas programadas biológica y culturalmente:
1.
Programación biológica: nuestro cerebro genera la sensación de “yo
existo” para garantizar la supervivencia. Sin esta narrativa interna, no
podríamos reaccionar ante el peligro ni buscar recursos (Metzinger,
2003).
2.
Programación cultural: desde niños nos enseñan normas, roles e
identidades que refuerzan nuestro “yo”, muchas veces sin
cuestionamiento.
3.
El misterio de la conciencia: algunos filósofos sostienen que la
conciencia es una narrativa que el cerebro construye para integrar
experiencias (Dennett, 1991); otros insisten en que hay un misterio
irreducible que trasciende la biología (Chalmers, 1996).
En
la práctica, esta duda se refleja en momentos cotidianos: mientras
leemos, escuchamos música o meditamos, surge la pregunta: ¿soy realmente
consciente de lo que pienso o simplemente estoy siguiendo un patrón
preprogramado de reacciones y recuerdos?
La
velocidad de nuestros pensamientos, aunque limitada físicamente, nos
hace sentir instantaneidad. La ilusión de conciencia —tanto en máquinas
hipotéticas como en nosotros— plantea una pregunta inquietante: quizá
nuestra experiencia de ser conscientes sea, en parte, un truco
evolucionado y culturalmente reforzado. Pero incluso si fuera solo una
ilusión, sigue siendo una ilusión viva, activa y capaz de maravillarnos,
reaccionar y crear.
En
última instancia, la conciencia —real o simulada— es un destello que
ilumina la experiencia de existir, y quizás eso sea suficiente para
seguir preguntándonos, reflexionando y, sobre todo, sintiendo que
vivimos.
Referencias
Bear, M. F., Connors, B. W., & Paradiso, M. A. (2020). Neuroscience: Exploring the Brain (4th ed.). Wolters Kluwer.
Kandel, E. R., Schwartz, J. H., & Jessell, T. M. (2013). Principles of Neural Science (5th ed.). McGraw-Hill.
Dennett, D. C. (1991). Consciousness Explained. Little, Brown and Company.
Chalmers, D. J. (1996). The Conscious Mind: In Search of a Fundamental Theory. Oxford University Press.
Searle, J. R. (1980). “Minds, Brains, and Programs.” Behavioral and Brain Sciences, 3(3), 417–424.
Metzinger, T. (2003). Being No One: The Self-Model Theory of Subjectivity. MIT Press.
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