viernes, 24 de octubre de 2025

 La mayoría de las historias sobre salud mental caen en dos extremos: o idealizan la locura como forma de genialidad, o patologizan a los personajes hasta despojarlos de humanidad. It’s Kind of a Funny Story, de Ned Vizzini, se mueve en otro registro: uno donde la enfermedad mental no es un símbolo, ni un capricho, ni un mal misterio, sino una experiencia humana que se narra con sinceridad, torpeza, humor y miedo. Es un libro profundamente honesto, y por eso mismo, brutalmente conmovedor.

I. La caída sin tragedia

Craig Gilner no ha vivido una tragedia. Tiene una familia funcional, estudia en una escuela prestigiosa, vive en Brooklyn. A los ojos de los demás, todo va bien. Sin embargo, su mente se está desmoronando. No puede comer, no puede dormir, no puede respirar. Está atrapado en sus pensamientos, y su ansiedad es tan densa como invisible. Esta es una de las aportaciones más valiosas del libro: mostrar que la depresión puede habitar también los cuerpos “normales”, las vidas sin catástrofes externas.

Vizzini logra narrar la caída de Craig sin espectacularidad. No hay gritos, no hay crisis escandalosas. Solo hay pensamientos que giran sin parar, miedo al fracaso, y una presión insoportable de tener que estar bien. En una sociedad que exige rendimiento desde la adolescencia, la mente de Craig colapsa. La idea del suicidio aparece no como un acto melodramático, sino como una puerta para dejar de sentir tanto.

II. El hospital como refugio

Cuando Craig decide internarse, el hospital se revela como un lugar imperfecto pero humano. A diferencia del estigma que rodea a los espacios psiquiátricos, aquí encontramos algo inesperado: compañía. Gente rota como él, sí, pero también solidaria, graciosa, viva. Vizzini convierte ese entorno en un espacio liminal, una pausa del mundo, un paréntesis necesario para reconfigurar la vida.

Lo que Craig encuentra en el hospital no es una cura, sino la posibilidad de existir sin máscaras. Allí no tiene que fingir ser brillante, ni exitoso, ni popular. Puede llorar, dibujar, dormir, hablar con alguien sin temor a ser juzgado. Esa suspensión de las exigencias sociales le permite reconocerse fuera del molde que lo estaba asfixiando.

III. Dibujar para no morir

Uno de los símbolos centrales del libro es el dibujo. Craig descubre que, al crear mapas imaginarios, su mente se calma, su ansiedad se disuelve, algo se reordena dentro de él. No es un talento que lo llevará a ser rico o famoso, pero es un canal para expresarse, para recuperar control, para habitar su propio cuerpo sin miedo.

El dibujo en el libro no es solo arte, es resistencia. En un mundo que exige productividad y perfección, Craig elige hacer algo inútil y bello. El acto de dibujar se convierte así en un acto de vida. No se trata de “superar” la depresión, sino de convivir con ella de una forma más amable.

IV. Una esperanza sin fórmulas

Al final del libro, Craig no sale del hospital como un héroe. No se ha curado. Pero quiere vivir. Tiene herramientas nuevas, personas con quienes hablar, una voz interior más compasiva. El libro no ofrece respuestas definitivas, porque la salud mental no funciona así. Lo que ofrece es algo más valioso: la certeza de que se puede pedir ayuda, de que se puede estar mal sin ser menos humano, de que vivir —aunque a veces duela— sigue valiendo la pena.

Este final es, a su manera, revolucionario. En lugar de presentar la historia como un “arco de redención”, Vizzini deja abierta la pregunta sobre qué significa estar bien. Tal vez no se trata de sentirse siempre feliz, sino de construir una vida donde la tristeza tenga espacio sin consumirnos.

Epílogo: El autor como herida abierta

Es imposible leer el libro sin pensar en Ned Vizzini. Él mismo pasó por un internamiento psiquiátrico. Escribió este libro poco después como una forma de hacer sentido de su experiencia. Pero años después, en 2013, se quitó la vida. Este hecho le da al texto un peso trágico que lo convierte en más que una novela: es una carta, un intento, una búsqueda. No invalida lo que escribió; al contrario, lo vuelve más urgente. Porque sabemos que muchas veces, incluso con ayuda, el dolor puede volver. Pero también sabemos que, mientras estuvo aquí, Vizzini hizo algo inmenso: escribió un libro que ha salvado a otros, que ha acompañado a quienes sienten que no pueden más, que nos recuerda que incluso cuando estamos rotos, seguimos siendo dignos de ser escuchados.

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