miércoles, 24 de septiembre de 2014

Liz Murray


Liz Murray

Liz Murray: «La gente huye de su pasado, pero puede ser su gran oportunidad»

Su infancia estuvo marcada por la adicción de sus padres a la heroína. Luego, la calle se convirtió en su hogar. Ahora es psicóloga y recorre el mundo para contar que «sí se puede»

Día 10/03/2011 - 04.14h
Liz Murray recorre el mundo contando una historia que nos hace reflexionar. La de su propia vida. Nació en el Bronx en 1980 bajo un techo en el que la pobreza venía de la mano de la adicción a las drogas. Sus padres estaban enganchados a la heroína. Casi nunca había nada para comer pues todo el dinero que ingresaba en el hogar tenía un único destino. Más de una vez sus padres llegaron a robarle el dinero que había recibido por su cumpleaños para hacerse con una de esas papelinas, que ponían a los Murray más cerca del abismo que de la vida. Sin embargo, lo peor aún estaba por venir. Con la muerte de su madre, enferma de sida, Liz terminó con apenas 16 años en la calle, vagueando en los parques y las salidas de metro. Como ella dice: «Me convertí en una de esas personas a las que nadie se quiere acercar cuando la ves por la calle».
Pese a todo los males —si es que se puede estar peor—, tuvo la determinación de salir a adelante. El resto lo hizo la gente que confió en ella. Sus profesores, una ONG que ayudaba a jóvenes sin techo y numerosas becas que fue consiguiendo gracias a su esfuerzo personal. En junio de 2009 se graduó en Psicología en la Universidad de Harvard y ahora recorre el mundo dando conferencias a jóvenes y ejecutivos sobre motivación personal.
—¿Cómo se pasa de vivir en la calle a estudiar en Harvard?
—Cuando era muy joven mis padres eran adictos de la droga, eran los años 70. Tomaban de todo, sobre todo heroína. Compartían jeringuillas y al final se contagiaron de sida. Cuando tenía 16 años se murió mi madre. Después de aquello pensé que tenía que hacer algo y empecé a estudiar.
—¿Recibió ayuda para poder alcanzar su objetivo?
—Mucha. Tuve excelentes profesores que se preocuparon por mí y también de una ONG que se encargaba de ayudar a los jóvenes sin techo, nos daban un lugar donde alojarnos, comida y mucha formación. No podría haberlo hecho sola. No fue el apoyo que recibí o la propia determinación sino las dos cosas. Ambas fueron decisivas.
—¿La muerte de su madre le dio las fuerzas para salir adelante?
—Cuando ella murió aprendí lo importante que es la vida y entendí que no podía seguir perdiendo el tiempo. En vez de enfocarme en lo que no tenía debía enfocarme en todo lo que sí tenía y que, a pesar de la circunstancias, no era poco.
—Vivimos en una sociedad en la que los jóvenes tienen muchas facilidades de acceso a la educación, a las nuevas tecnologías, pero a pesar de eso están desmotivados ¿qué está fallando?
—No me gusta hablar de los demás, hablo desde mi propia experiencia y de lo que veo. En mi instituto yo me daba cuenta que no todos sentían aquello como propio. Yo en cambio apreciaba más todo y me esforzaba por hacerlo mejor. La autoestima sale de eso, del sentido de la responsabilidad.
—Entonces las personas que no tienen autoestima o ilusión por las cosas no tienen salida...
—No creo en los absolutos en el ser humano. El ser humano está en proceso toda la vida. Yo simplemente digo que en mi experiencia ha funcionado eso, pero para los demás no digo nada. Yo estoy convencida que aprendemos de las experiencias y también cuando ayudamos a las otras personas. Todo eso nos hace crecer como seres humanos. Hay que estar convencidos que se siempre se puede hacer algo. La gente se empeña en pensar: «No puedo cambiar la economía, la política, a mis padres, la sociedad en que vivo». Pero siempre se puede hacer algo para cambiar la situación. Quizás no algo tan grande pero esa actitud sirve para todo. Eso es lo que transforma al final nuestra existencia.
—Suena al «Yes we can» de Obama...
—Sí, pero es algo más.
—¿Qué aprendió de sus padres a pesar de todas las dificultades?
—A veces cuando alguien te hace daño no lo hace a propósito, simplemente no te pueden dar lo que no tienen. Y también aprendí que nadie te debe nada y que soy responsable de mi vida. Tu vida es tu responsabilidad. Y sobre todo que me querían mucho.
—Viaja por el mundo dando conferencias.. ¿Qué mensaje le transmite a la gente?
—Todo depende del público al que me dirijo. Hay gente que lee mi historia y dice es tan única, tan diferente pero al final es igual. Mi caso es extremo pero todo el mundo a veces se encuentra en alguna circunstancia en la que cree que no hay salida. Intento transmitir que no importa lo que te haya pasado antes en tu vida, siempre puedes hacer algo para avanzar. Siempre se puede tomar una decisión, una decisión que cambie las cosas.
—Si pudiera cambiar su historia, su pasado, ¿lo haría?
—No, absolutamente no. La gente huye de lo que le pasa, de su historia pero puede ser una gran oportunidad para hacer algo diferente si queremos. Cada momento es una oportunidad para hacer algo, no debemos obsesionarnos con el pasado. Decimos que el pasado nos define, que determina a la persona pero realmente somos en cada momento de la vida. En este momento puedes cambiar totalmente tu vida.
—¿Se siente una persona valiente?
—Solía dejar que el miedo me paralizara pero ahora lo entiendo de otra manera. Cuando siento miedo es porque estoy arriesgando algo y lo acepto. Arriesgar no siempre es algo malo.
—¿Qué mensaje le daría a los padres para inculcar a sus hijos esa motivación personal que les haga capaces de alcanzar sus objetivos, para afrontar la vida con valor?
—Que sean el ejemplo de aquello que quieran que sus hijos aprendan. Todo educa. La vida en sí es la mejor imitación para los niños. Conozco muchos que se quejan de que sus hijos son materialistas pero llevan un Rolex.

Pablo Neruda

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martes, 23 de septiembre de 2014

Richard Dawkins


Richard Dawkins

Richard Dawkins: “No eduquen a los niños en dioses ni hadas”

El biólogo y divulgador, azote de las religiones, se reafirma en sus memorias en el activismo escéptico. “Es perverso instruir en falsedades”, asegura. Él solo cree en Darwin

Richard Dawkins, en su domicilio de Oxford durante la entrevista. / CARMEN VALIÑO
Cuenta que de niño ya se daba cuenta de que Papá Noel era un señor disfrazado que se llamaba Sam. Al británico Richard Dawkins (Nairobi, 1941) no le basta haber llegado a la conclusión de que no hay Dios: quiere que todo el mundo lo entienda así. Sostiene alta la bandera del escepticismo este biólogo (zoólogo) de la Universidad de Oxford, estudioso de Charles Darwin, que saltó al primer plano cuando escribió en El gen egoísta (1976) que no somos más que vehículos de los genes, máquinas programadas para que ellos sean casi inmortales. “El cuerpo del animal no es más que un repositorio temporal”.
Desde entonces Dawkins es un exitoso divulgador científico y ensayista, habitual de los platós de televisión (ha producido documentales, al estilo de su admirado Carl Sagan). Lleva tiempo animando la polémica, también en las redes sociales, donde dispara y le disparan. Considera su misión combatir dogmas religiosos, supersticiones y seudociencias. En 2006 publicó El espejismo de Dios, un libro que aspira desde la primera página a conseguir que el lector pierda la mucha o poca fe que le quedara, un arrebatado e irónico texto que pretende desmontar uno a uno los argumentos del cristianismo y las demás creencias religiosas. En Evolución. El mayor espectáculo sobre la tierra, de 2009, Dawkins explica con lucidez a cualquier profano las pruebas abrumadoras de que ha sido la selección natural la que moldeó y sigue moldeando nuestra realidad. Da así la batalla contra el creacionismo, la idea de que el mundo se hizo en seis días y el hombre convivió con los dinosaurios, que trata de colarse en el sistema educativo de EE UU de la mano de sectores de la derecha como el Tea Party.
A sus 73 años, Dawkins ha encontrado el momento de mirar atrás y abordar sus memorias. Una curiosidad insaciable es el título de la primera parte de su autobiografía, editada por Tusquets. En ella explica cómo llegó a ser quien es desde que nació en Kenia de una familia británica de tradición técnica y científica y empleada del Imperio, lo que le llevó por varios países africanos antes de regresar a Inglaterra cuando tenía ocho años. Sabemos de su visión de la rígida escuela de los años cincuenta, del matonismo de otros y de su tartamudez, de su paso por las universidades de Oxford, clave en su carrera, y Berkeley, donde vivió la explosión hippy. Y conocemos los muchos nombres que cree importantes en su vida: los de sus ancestros y familiares, los de profesores y compañeros de clase, los autores que le influyeron. Y terminamos con la publicación de El gen egoísta. Habrá que esperar a la segunda parte de las memorias para entender su faceta de activista ateo, la que le llevó en el año 2009 a contratar publicidad en los autobuses de Londres con el lema: “Probablemente no hay Dios. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”.
Recibe en su domicilio, un caserón tradicional en Oxford con un amplio salón lleno de luz por los ventanales en los dos extremos, donde puede percibirse cierto aroma del colonialismo que marcó su infancia. Grandes tallas de madera de animales, máscaras, jarapas de estilo étnico sobre los sofás. Un piano, un lienzo en su atril. Libros, algún cráneo en la estantería. Dos perros pequeños y de pelo muy largo se alegran de la visita y saltan a menudo sobre los periodistas; al entrevistado parece relajarle acariciar a alguna de sus mascotas. De entrada se niega a posar para la fotógrafa, lo que tiene por costumbre, pero no la ignora y en más de una ocasión parece estar pendiente del objetivo de su cámara.

La tribu y sus dioses

Estamos a horas del referéndum que decidirá si Escocia se independiza, y desata un efecto dominó en Europa, o permanece en el Reino Unido. Pero Dawkins, apasionado en los temas de los que quiere hablar, sabe escaparse de aquellos que prefiere evitar.
—Vivimos tensiones nacionalistas en Escocia, en Cataluña, en Ucrania... ¿Observa un regreso a la tribu?
—Podemos decir que el nacionalismo en esos lugares es una forma de tribalismo. Uno se preguntaría por qué no van a algo más pequeño aún, como Cornualles o Gales. Las ciencias sociales son complicadas, la política lo es... Como biólogo no soy la persona adecuada para responder.
El nacionalismo es una forma de tribalismo. Uno se preguntaría por qué no van a algo más pequeño aún, como Cornualles o Gales
—Le pregunto como biólogo, ensayista y activista. Ha escrito que la religión está en el centro de muchos conflictos actuales, como el de Siria e Irak, Palestina o Ucrania; antes en Yugoslavia o Irlanda. ¿No lucharán por la tierra más que por su idea de Dios?
—No creo que los conflictos estén motivados única y directamente por la religión. Por ejemplo, en Irlanda del Norte es entre católicos y protestantes, pero no creo que las personas que ponían una bomba estuviesen pensando en el dogma de la transustanciación. Lo que hace la religión es poner una etiqueta: en Irlanda del Norte se identifican como católicos y protestantes a pesar de que hablan el mismo idioma y tienen el mismo color. Te identifica hasta el nombre: si te llamas Patrick seguramente eres católico, si William eres protestante. Eso se convierte en la tribu: hay dos tribus en Irlanda del Norte. Y ha sido así durante siglos.
—Cuenta en su libro que era una persona muy religiosa, anglicana, cuando tenía 13 años. ¿Qué pasó? ¿Fue Darwin?
—Desde que yo tenía unos nueve años me di cuenta de que existían distintas religiones: el budismo, el islam, el hinduismo, el politeísmo de los griegos, los vikingos… Cualquier niño pensaba que solo la suya era la que estaba en lo cierto. Yo estaba preparado para ser antirreligioso. No sé cómo me mantuve en el cristianismo, debió ser influencia de la escuela. Pero sí, fue Darwin y fue el darwinismo el que nos salvó de todo eso. Cuando tenía unos 15 años.
—Usted no es un agnóstico, sino un ateo militante. ¿Por qué es necesario movilizarse contra la religión?
—Eso depende de su definición. Agnóstico significa “no sé”. Una definición que yo apoyo dice que es quien no tiene creencias positivas en un dios. El ateo siente una creencia positiva de que no hay Dios. Yo no tengo esa creencia. Lo que tengo es una ausencia de cualquier razón para creer en Dios, como tampoco en las hadas. Como científico, me conmueve la belleza del mundo y del universo. Como educador, veo perverso que a los niños se les eduque en falsedades cuando la verdad es tan hermosa.
—¿Y el ateísmo no puede ser también dogmático o intolerante?
—Siempre hay que argumentar tu causa, no callar a la gente. Durante siglos, hemos aceptado que no puedes criticar la religión. Hacerlo parece intolerante pero no lo es.

Educando escépticos

En un pasaje de su libro, Dawkins se muestra contrario a la forma en que la mayoría de familias inculcan explicaciones mágicas a sus niños. “No puedo evitar preguntarme si una dieta de cuentos de hadas repletos de encantamientos y milagros, hombres invisibles incluidos, es dañina desde un punto de vista educativo”, escribe. “¿Por qué los adultos promueven la credulidad de los niños? ¿Es realmente un error tan descabellado plantearles a los niños que creen en Papá Noel un pequeño y simple juego de preguntas y respuestas que les haga pensar? ¿Cuántas chimeneas tendría que visitar en una noche? No se trata de decirles que Papá Noel no existe, sino de fomentar el intachable hábito del cuestionamiento escéptico”. Él asume que eso es impopular: “Siempre que planteo esta cuestión me echan a patadas de los sitios por querer interferir en la magia de la infancia”.
Su escepticismo no se dirige solo contra la religión: también contra la superstición y las seudociencias (astrología, videncia, tarot o ufología), a las que dedicó su ensayo Destejiendo el arco iris (1998). Es más prudente sobre la llamada medicina alternativa: si se prueba su eficacia deja de ser alternativa. Pero no es el caso de la homeopatía: “Es interesante: con el método de doble ciego [ni el paciente ni el investigador saben cuál es el fármaco y cuál el placebo] no hay diferencias. Ambos son placebo”.
En su libro, Dawkins critica el modelo educativo según el cual el profesor dicta la lección a los alumnos, que la memorizan, en vez de incentivar sus habilidades para instruirse e investigar por su cuenta. “De estudiante, una vez se me olvidó llevar bolígrafo y yo era entonces demasiado tímido para pedir uno a mi compañera sentada al lado. Así que simplemente me senté y escuché, y cuando llegué a casa me di cuenta de que es una forma mejor de aprender. El propósito del profesor no debe ser impartir información sino inspirar a las personas”.
Richard Dawkins. / CARMEN VALIÑO

Quemándose en las redes

Dawkins es un pertinaz usuario de Twitter (@RichardDawkins), donde se esfuerza en ser provocador y en replicar o retuitear mensajes de otros usuarios. Ha pisado más de un charco. “Twitter es un sitio extraño porque hay mucha gente que grita. Si vas por la calle, un borracho o un tonto te pueden insultar. En Internet tienes un multiplicador de ese efecto. Hay que tener caparazón”. Él lo tiene, sin duda.
—¿Se ha arrepentido de algún tuit?
—Sí, porque son fácilmente malinterpretados. A veces veo que lo pude evitar.
Uno de sus mensajes desató una tormenta: “La violación en una cita está mal. La violación por un extraño es peor. Si usted piensa que esto es una aprobación de la violación en una cita, váyase a aprender cómo pensar”, escribió en 140 caracteres.
—En un país como el suyo, conmocionado por escándalos de abusos sexuales, esa frase parece una falta de sensibilidad hacia las víctimas.
—Creo que es estúpido negar que hay diferentes grados de crímenes sexuales. Hay gente que por motivos emocionales quiere que todos los crímenes sean considerados del mismo nivel. Es como si alguien te roba la cartera y piensas que es lo mismo que robar un banco a punta de pistola. Son delitos ambos, pero uno más grave que esto. ¿No le parece así?
—Me parece que cualquier violación tiene efectos graves a largo plazo.
—Yo también lo creo.
—Y me cuesta pensar en un grado moderado o leve de violación.
—No dejaré que se escape con esto. Está acompañado por muchos estúpidos en Twitter. Cuando uno dice que algo es peor que otra cosa, no lo está aprobando.
El tuitero Dawkins también ofendió a muchos cuando alguien le pidió consejo sobre qué hacer si el hijo que esperaba fuera a tener síndrome de Down. “Aborte e inténtelo otra vez. Sería inmoral traerlo al mundo si tiene elección”, respondió.
—¿De verdad cree una obligación moral el aborto en caso de síndrome de Down?
—Yo dije que personalmente me parecía inmoral tenerlo. No que fuera una regla universal, pero sí lo es para mí y para el 90% de mujeres que lo haría en esa circunstancia. ¿Sabe lo que les sucede? Mueren muy jóvenes, tienen terribles enfermedades, deficiencia mental. Creo que cuando el feto no está suficientemente desarrollado, y no tiene un sistema nervioso, es mejor abortar. Me han bombardeado en Twitter enviándome fotografías de niños con Down y diciéndome: quiere usted matar a mi hijo. Claro que no quiero matar a su hijo, sino detener la posibilidad de que vengan más niños como él al mundo cuando no son más que un renacuajo.

Ética de ciencia ficción

Cuando se le pregunta por dilemas éticos que podrán surgir en el futuro, Dawkins admite el juego aunque avisa de que entramos en el terreno de la ciencia ficción. La cacareada vida artificial en que trabaja el genetista Craig Venter le deja frío. “Creo que estoy en lo correcto cuando digo que solo está intentando crear nuevas versiones de una bacteria que ya existe. Como las bacterias se reproducen o clonan tan rápidamente, si las empleas para algo útil, como por ejemplo convertir un despojo cárnico en petróleo, estás haciendo un bien real”.
—¿Y le preocuparía la clonación de humanos?
—Un escenario como el de Un mundo feliz, de Huxley, con esas líneas de producción de miles de copias de seres humanos idénticos creados para ser jardineros o cualquier trabajo me horroriza, porque soy un producto del siglo XX y eso es muy lejano al mundo al que estoy acostumbrado, a mis valores. Si alguien me quisiera clonar a mí me interesaría mucho, tendría mucha curiosidad, pero no quisiera que mi clon fuera el primero porque iba a ser víctima de una horrible publicidad.
En un programa de televisión se propuso a Dawkins un experimento que no llegó a ser viable. Pretendían aislar su genoma y enterrarlo en el panteón de su familia, ante las cámaras, con el objetivo de que alguien lo recupere y resucite dentro de, pongamos, mil años. Era una excusa para debatir sobre la clonación, y le preguntaron a Dawkins si su clon del futuro sería él. “Por supuesto que no sería yo. Es como si preguntas a dos gemelos idénticos si son dos personas o si uno es persona y el otro zombi. Otra cosa que iban a pedirme es que escribiera consejos para mi clon, para que, ya que iba a tener los mismos genes, no cometa los mismos errores que yo”.
Estaría muy interesado en una clonación, pero no sería bueno para mi clon ser el primero y tener esa horrible publicidad
—En su libro usted cuestiona el concepto de identidad personal, dado que las células que tenemos no son las que estaban al nacer. Entonces solo somos la memoria.
—Es una cuestión interesante para la filosofía. Imagine que usted pudiera hacer una réplica perfecta de su cuerpo, no un clon en sentido genético sino una copia de cada átomo. Esto no se puede hacer científicamente, pero sí filosóficamente. Probablemente la réplica tendría su cuerpo, todos sus recuerdos, los mismos pensamientos. ¿Cuál de los dos sería usted? Pero una vez que están ahí, se empezarían a separar, tendrían nuevas experiencias y entonces ¿cuál eres? Son cuestiones que no se pueden responder de una manera experimental pero que son filosóficamente fascinantes.
—Sostiene Stephen Hawking que la filosofía ha muerto, porque ahora es la ciencia la que da las respuestas.
—No creo que la filosofía haya muerto, sí que ha perdido terreno.
—Usted ha escrito que la Segunda Guerra Mundial no habría ocurrido si el padre de Hitler hubiera estornudado en un momento determinado. Y en otro capítulo apunta que en otro siglo usted habría sido un clérigo. ¿Somos azar hasta ese punto? ¿Es usted escéptico o ateo debido al azar?
—La realidad depende de detalles muy pequeños. Sabemos que todos los mamíferos vienen de un individuo que existía en la época de los dinosaurios. Si ese pequeño mamífero hubiera muerto antes de reproducirse, quizás también estarían aquí los mamíferos pero serían completamente distintos. Quizás ese mamífero sobrevivió por un estornudo del dinosaurio. Respecto al ejemplo de Hitler, cada uno de nosotros cobramos existencia porque uno entre muchos millones de espermatozoides fertilizó el óvulo. El movimiento más ligero mientras sus abuelos estaban copulando, que un perro ladrara y perdieran la concentración o se movieran, haría que el resultado hubiera sido otro. De ahí que diga que con un estornudo años antes no habría habido guerra. Y ninguno de nosotros existiría ahora si no hubiera existido Adolf Hitler.
Una curiosidad insaciable. Los años de formación de un científico en África y Oxford. Richard Dawkins. Traducción de Ambrosio García Leal. Tusquets. Barcelona, 2014. 311 páginas. 21 euros (en digital, 12,34 euros).

domingo, 14 de septiembre de 2014

Ted Trainer

Un principio táctico básico: No nos enfrentemos al capitalismo

30/06/14

 
Es comprensible que cuando uno se enfrenta a un monstruo dispuesto a dominarnos la tentación sea volverse para enfrentarse a él cara a cara y combatirlo denodadamente. Esto valdría para describir prácticamente todas las revoluciones y movimientos de liberación habidos hasta ahora, y hay situaciones en las que no se puede evitar actuar así. Pero este no es el modo en que vamos a proceder nosotros. No vamos a enfrentarnos al monstruo consumista-capitalista. Lo que vamos a hacer es, de hecho, ignorar a muerte al capitalismo.
El capitalismo no puede sobrevivir si la gente deja de comprar, consumir y tirar a un ritmo acelerado. Nuestro propósito es ir construyendo gradualmente las prácticas y sistemas alternativos que permitan a cada vez más gente salirse del mainstream, abandonar la sociedad de consumo, y asegurarse cada vez una parte mayor de sus necesidades materiales y sociales a partir de esos sistemas y fuentes alternativos que surjan de sus barrios y pueblos. Estarevolución, no hay duda, trata de la muerte del capitalismo; no obstante puede ser una revolución de tipo pacífico y no-violento, por la cual se vayan desarrollando poco a poco dentro de los viejos sistemas otros nuevos sistemas locales, de pequeña escala y participativos que los reemplacen. A primera vista esto puede no parecer muy plausible, especialmente a la gente de la Izquierda Marxista, pero considerad lo siguiente:
Appfel-Marglin describe el amplio movimiento campesino de los Andes como un fenómeno de origen popular no-confrontativo de (re)creación directa dealternativas. Existe “…una retirada del sistema dominante acompañada de la creación de alternativas al mismo, más que un reto directo” (1998, p. 39). Estos grupos no buscan el reconocimiento de su territorio por parte del estado; eso sería reconocer que el estado tiene autoridad. Él comenta que se consideran a sí mismos anticiudadanos, pero no no-ciudadanos. En el web Relocalize (2009) se puede leer, “A medida que el sistema industrial gira hacia la exclusión… la gente en la base no se está rebelando para tomar el poder en manos de la élite, sino rebelándose para tomar el poder sobre sus propias vidas”.
Los Zapatistas en México parecen darnos un ejemplo paradigmático. No surgen para derrotar al estado mexicano, toman el poder para después construir una nueva sociedad. Simplemente están construyendo su propia sociedad, aunque de vez en cuando tengan que luchar para defender lo construido. Esta es la manera en la que llegaremos al Simpler Way: simplemente empezando a crearlo de las maneras que tengamos a nuestro alcance, aquí y ahora en el lugar donde vivamos cada uno/a. Vandana Shiva y Maria Mies indican que hay posiblemente miles de pueblos en Asia y Latinoamérica tomando un camino muy parecido.
Korten mantiene abierta la esperanza de que podamos “matar al capitalismo de hambre” (1999, p.262). Rude dice: “El objetivo ya no es derrocar al capitalismo mundial en una revolución anticapitalista como en el modelo marxista tradicional, sino más bien dejar el capitalismo atrás mediante la lenta creación de una nueva cultura y economía poscapitalistas que lo sustituyan…” (1998, p.53). Quinn afirma: “Derrotar a la jerarquía es inútil; lo que queremos es simplemente dejarla atrás” (1999, p.65). Buckminister Fuller lo explica de esta manera: “Nunca puedes cambiar las cosas luchando contra la realidad existente. Para cambiar algo, construye un nuevo modelo que deje obsoleto el modelo existente” (citado por Quinn, 1999, p.137).
Por supuesto, la contestación típica de los marxistas en estos casos es decirte que debes luchar contra el monstruo porque si empiezas a suponerle una amenaza significativa te machacará. Ah, pero en la era de la escasez que se avecina, ¿será capaz de hacerlo? Acabamos de entrar en una era en la cual las fuerzas que socavan la legitimidad de la sociedad consumista-capitalista están ganando fuerza. La legitimidad se alimenta de la comodidad y de la complacencia. La sociedad capitalista y de consumo está a salvo sólo mientras mantenga las estanterías de los supermercados repletas y mantenga la falta de cohesión, el desempleo y la injusticia a niveles fáciles de ignorar. Pero la escasez va a hacer pedazos todo eso. Ya ha comenzado a sentirse el creciente temblor en los más acomodados países a causa del fracaso del sistema para proporcionar una calidad de vida y una cohesión, y a causa también de la obscena desigualdad. La crisis financiera que comenzó en 2008 ha sido un puñetazo para la supuesta infalibilidad del libre mercado para corregirse. Aunque estos efectos no serán nada comparados con lo que nos viene encima. Sólo hay que esperar hasta que choquemos con la Punta de 2030: la coincidencia de enormes e irresolubles desabastecimientos de petróleo, agua, alimentos, tierra, fósforo y varios minerales básicos… acompañada de una población en aumento, los efectos del cambio climático y una acelerada descomposición social. Seguramente antes de 20 años veremos colapsos en los sistemas que permiten mantener llenas las baldas de los supermercados. Esta múltiple catástrofe mundial eliminará la capacidad de los superricos para manejar las cosas, y por supuesto la de manejarlas en beneficio de sus propios intereses. El sistema no tendrá capacidad para afrontar estos sucesos. Por tanto no estará en posición de evitar que la gente vote con sus actos. No puede manejar grandes gobiernos, fuerzas policiales secretas o ejércitos sin grandes cantidades de petróleo. No puede tener vigilados e intervenir en cada población y barrio para impedir que plantemos zanahorias y organicemos nuestras cooperativas.
Nunca antes habrán tenido los revolucionarios una oportunidad semejante, tal vacío que ocupar. Durante los 200 años previos los revolucionarios se han alzado contra sistemas industriales, burocráticos y militares que cada vez eran más poderosos y capaces de volver las armas contra los disidentes. Pero nuestro enemigo va a tener una gran dificultad para encontrar los recursos con los que organizar absolutamente cualquier cosa y se tendrá que enfrentar a un enemigo que está en todas partes, con una enorme capacidad de hacer a nivel local lo que quiera e ignorar a las perplejas élites y autoridades. Por tanto el tiempo está en gran medida de nuestro lado. Antes de que trascurra mucho tiempo las circunstancias empujarán a la gente a darse cuenta de golpe de que la sociedad consumista-capitalista no va a proporcionarles lo que necesitan. Nuestra tarea crucial es conseguir montar los sistemas alternativos y llevarlos lo suficientemente bien en el tiempo que nos queda, de tal modo que la gente pueda ver que hay estupendas alternativas, y se acerque para unirse a nosotros.
Lo preocupante es que las crisis de la sociedad consumista-capitalista que se avecinan se produzcan demasiado rápido y sean demasiado graves como para permitir una transición más o menos ordenada. Si los colapsos son demasiado bruscos no podremos lograr a tiempo que el Simpler Way vaya lo bastante bien, y nuestra situación podría caer rápidamente a las condiciones caóticas que viven hoy día algunas regiones del África Central. Los que estamos en el movimiento alternativo debemos en consecuencia laborar todo lo intensamente que podamos para conseguir tener la alternativa lista y funcionando para que pueda ser vista como un bote salvavidas.
Volvamos atrás por un momento y consideremos este asunto desde una pespectiva más filosófica e histórica. Algunas veces suceden cambios profundamente radicales sin necesidad de un conflicto abierto. A veces es más bien como un desvanecimiento de un otrora dominante paradigma, que es reemplazado por uno nuevo que se convierte en popular. Esto es de hecho la norma a nivel de grandes cambios en el paradigma científico (como explican Kuhn y Baker, 2006), y en muchos ámbitos culturales como las artes, la música popular, las costumbres, el estilo y la moda. Una visión o teoría concreta es la dominante durante un tiempo, pero entonces la gente pierde más o menos el interés en ella y se traslada a otra. En la ciencia es raro -si alguna vez ocurre- que un paradigma dominante se abandone porque se demuestre que está equivocado. No va a ocurrir que la corriente psicoanalítica en psicología vaya a ser desbancada o derrotada por la conductista porque esta demuestre que es superior, o al revés. Lo que sucederá, si es que pasa, es que a lo largo del tiempo la mayor parte de los psicólogos acabarán prefiriendo la una o la otra, o una tercera posición. Si una resulta ganadora al final no será como resultado de un proceso que podríamos denominar de lucha abierta por el cual una derrote estrepitosamente a la otra: será en realidad como el progresivo cambio de fase de la Luna.
Algunos de los más grandes cambios revolucionarios que se produjeron en el siglo XX parece que sucedieron de este modo, especialmente los colapsos de la Unión Soviética, del régimen del Apartheid en Sudáfrica y la caída del Muro de Berlín. Todos ellos aparentemente se caracterizaron no por enfrentamientos frontales, cara-a-cara y violentos en los cuales uno de los bandos fue barrido del campo de batalla por el otro, sino más bien fue la gente, votando con sus actos, dejando de apoyarlos, tras largos periodos de un creciente desencanto y creciente consciencia de lo apetecible que eran otras vías. Estos cambios revolucionarios parecen mejor descritos como colapsos debidos a crecientes fallos internos de funcionamiento o por un absoluto desencanto, más que como derrotas en combate mortal con fuerzas opositoras más poderosas. Al final los vastos poderes militares, burocráticos y económicos de los establishments al mando no sirvieron de nada ante la retirada de apoyo, ante la pérdida de legitimidad.
Pensad en cómo se produjo la liberación con respecto a la más poderosa monarquía imperial que ha visto nunca el mundo, una que controló la mayor parte del globo tras luchar en unas setenta guerras para establecer su imperio. ¿Se podría derrotar a tal monstruo brutal y liberarse de él sin una confrontación cataclísmica? Bien, eso fue lo que hicimos con el Imperio Británico. Y si esperamos sólo un poco más veremos a la familia real británica desvanecerse hasta convertirse en poco más que un elemento menor de la industria del entretenimiento. Habrá desaparecido simplemente porque el público en general habrá dejado de fijarse en ellos. Hace sesenta años Gran Bretaña y sus Dominios lucharon en la II Guerra Mundial para defender el Imperio Británico. Australia dio por sentado que aquello era de enorme importancia (Freudenberg, 2008). Pero ahora sólo podemos encontrar el Imperio Británico en los libros de historia y prácticamente no hay persona alguna que tenga el más mínimo interés en él, y mucho menos en defenderlo. Ecoportal.net
Extracto del libro de Ted Trainer “The Transition to a Sustainable and Just World” (2010)

Aamer Rahman


martes, 9 de septiembre de 2014

Secrets of the Hunza Valley


by: OrganicLives - Friday, December 09, 2011


The Hunza Valley is one of the most miraculous places on earth. It is an area of northern Pakistan where the people live long, age gracefully, and flourish in happiness. Find out what they're doing right, what you can learn, and how to sneak a bite of what they're eating.
A Little Background
In the 1970s, when the Karakoman Highway was built through the Hunza Valley tracing the old silk routes from Pakistan to China, National Geographic featured the civilization residing there as one of the longest living in the world. Until this time, the light-eyed, fair-skinned Hunzakuts were quite isolated in the pristine Pakistani mountain tops and claimed to be lost descendants of Alexander's army as he invaded India. 
Why Care?
What interested researchers when they arrived was how fit, healthy, and happy their elderly population was. Since the civilization had no hospitals, doctors, police, or history records, the researchers could not determine exactly how old they were by a birth certificate. The Hunzakuts are estimated to live, on average, to about 115 years old. This was astonishing considering average life span was so much older than some of our civilizations oldest - with healthy bodies and minds to boot! 
Food For Thought
Almost everything the Hunzakuts feast on is readily available at most North American supermarkets. The only difference? They eat it fresh, unprocessed, and in season. Most importantly, they eat fresh and dried fruits abundantly - year round. On top of their diets, Hunzakuts exercise daily, walking and working amongst their mountainous landscape. Researchers call their diet lacto-vegetarian. The majority of this diet consists of drinking glacier water, raw, unpasteurized milk, and eat leafy green or root vegetables. 
They eat these vegetables raw when they can, including young green corn, leafy greens, carrots, and turnips. They also sprout pulse/grain when possible. If they do cook vegetables, they put them in a pot with very little water - similar to our steaming process.  
What's in the water?
The Romanian Nobel Prize Winner on fluid dynamics, Dr. Henri Coanda, spent sixty years studying the Hunza Valley water in order to determine it's buffering effects against disease. Coming from the glacial waters of the Hunza peaks, Dr. Coanda discovered it had different viscosity and surface tension with a noted high alkaline pH, high levels of active hydrogen (hydrogen with an extra electron), negative Redox potential, and a high colloidal mineral content. These same water properties can be found in other remote unpolluted places in areas of China (in the Shin Chan ares), the Andes mountains, and near Azerbaijan. To find out more on how to make your own Alkaline Water - click here
Bottom Line
Eat raw, fresh, organic food, drink alkaline water, and exercise daily in order to fully experience the benefits of this incredible culture. Just by adapting to these three simple habits can foster long life and prevent age-related diseases. Treat yourself and learn more about how to integrate these practices in your lifestyle, watch out for OrganicLives workshops

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