jueves, 16 de octubre de 2025

 La trampa del pensamiento binario


Serie: El mito del padre rico

Robert Kiyosaki divide el mundo con la precisión de un cuchillo de cocina: de un lado, los “padres ricos”; del otro, los “padres pobres”. En su universo no hay tonos medios, no existen las circunstancias, los contextos ni las estructuras. Solo dos maneras de pensar, dos destinos posibles: ser libre o ser esclavo del salario. Pero esa aparente claridad es una trampa ideológica disfrazada de sabiduría práctica.

El pensamiento binario es el refugio de las mentes que temen la complejidad. Al lector agobiado por las deudas o el empleo mal pagado, Kiyosaki le ofrece una fórmula mágica: cambia tu mentalidad y el dinero llegará. No menciona los salarios mínimos, la desigualdad estructural, la especulación financiera o los paraísos fiscales. Todo se reduce a una simple elección moral: “piensa como rico, no como pobre”. La pobreza deja de ser un fenómeno social y se convierte en un defecto de carácter.

Esta estrategia no es nueva. Forma parte del discurso clásico del neoliberalismo: desplazar la culpa del sistema hacia el individuo. Si eres pobre, es porque no aprendiste a “hacer que el dinero trabaje por ti”. Si fracasas, es porque aún piensas como “padre pobre”. Con ese lenguaje moralizante, Kiyosaki disfraza la desigualdad de pereza mental y convierte la riqueza en prueba de inteligencia. Es el triunfo del pensamiento binario: un mundo donde el éxito se mide en cuentas bancarias y el fracaso en conformismo.

Lo peligroso es que este tipo de pensamiento produce una visión casi religiosa del dinero. Divide a la humanidad entre los iluminados que entienden “las reglas del juego” y los ignorantes que siguen atrapados en la rutina del empleo. Pero el juego está amañado desde el principio. El capital no se distribuye según la mentalidad, sino según el poder y la estructura de oportunidades. En otras palabras: no basta con pensar como rico si naces en un entorno que impide acumular capital o acceder a educación financiera real.

Kiyosaki simplifica la realidad hasta volverla caricatura. Y una caricatura puede inspirar, pero también engañar. El lector sale convencido de que la pobreza es solo una cuestión de actitud, cuando en verdad es el resultado de siglos de desigualdad institucionalizada. Esa es la gran trampa del pensamiento binario: creer que la mente crea la realidad, ignorando que la realidad también moldea la mente.

El discurso de Padre rico, padre pobre no invita a pensar; invita a obedecer. No impulsa la crítica, sino la imitación. Al final, su “rebelión” contra el sistema educativo se convierte en una nueva forma de adoctrinamiento: el de la fe en el individuo autosuficiente, despojado de toda solidaridad y rodeado de culpabilidad si fracasa.

✊ Conclusión

La división entre padre rico y padre pobre no es una enseñanza: es una simplificación peligrosa. No hay solo dos caminos en la vida, ni el pensamiento financiero se reduce a mentalidades opuestas. La verdadera libertad no nace de negar la complejidad, sino de comprenderla. Pensar como padre libre —no rico ni pobre— implicaría reconocer que la inteligencia económica comienza por entender la realidad social, no por negarla.

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