Fluir con la cascada
En
un mundo que parece moverse cada vez más rápido, donde las noticias nos
arrastran como corrientes incontenibles y los problemas nos golpean
como piedras en un río turbulento, nos olvidamos de la lección más
antigua: no siempre es fuerza contra fuerza. Hace más de dos mil años,
Zhuangzi contaba la historia de un hombre mayor zarandeado en la base de
una cascada. Todos corrían a socorrerlo, horrorizados, mientras él
emergía ileso, tranquilo, como si hubiera estado allí toda su vida.
“Conformidad… soy yo quien me adapto al agua, no el agua a mí”, dijo.
Ese
hombre no era débil; era un maestro de la adaptación. No peleaba con la
cascada, no resistía ni imponía su voluntad; se dejaba guiar, pero con
atención y presencia. La corriente lo golpeaba, sí, pero él comprendía
sus movimientos y se movía en armonía con ellos. En su serenidad había
una fuerza que los espectadores no entendían: la fuerza de quien sabe
cuándo luchar y cuándo rendirse.
Hoy,
nos encontramos con nuestras propias cascadas: un jefe irracional, una
ciudad saturada de ruido, noticias que nos estremecen, conflictos
familiares, traiciones de amigos. Nuestra primera reacción suele ser
resistir, empujar contra la corriente, gritar por ayuda. Pero, como
aquel hombre, podemos aprender a adaptarnos. No se trata de resignación
pasiva; se trata de moverse con el flujo, conservar la integridad y
evitar el desgaste inútil.
La
vida no se somete a nuestra voluntad. Pero nosotros sí podemos aprender
a fluir con ella. A veces, sobrevivir no significa vencer; significa
comprender, acompañar y transformarnos con la corriente, sin perdernos
en ella. La sabiduría de Zhuangzi no es un consejo antiguo, sino una
guía para estos tiempos turbulentos: sé flexible, observa, y deja que tu
fuerza emerja del arte de adaptarte.
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