viernes, 15 de enero de 2016

Jorge Cuesta

Diana Nyad: Never, ever give up


Dylan Thomas

Leonora Carrington

 
Por Cristina Carrillo de Albornoz
(El poeta multimedia)
A sus 88 años, esta gran dama del surrealismo es toda una leyenda. Es más, sigue sorprendiendo al mundo con la imaginación y la audacia de sus creaciones. El Museo de Bellas Artes de México le dedica ahora una gran exposición. Allí la hemos entrevistado.
Su vida ha sido intensa y tumultuosa. Sus amigos y sus amores, entre los más escogidos genios del pasado siglo: Max Ernst, André Breton, Emerico Weisz, Picasso, Peggy Guggenheim. Pero más allá de su peculiar y excéntrica personalidad, esta señora del surrealismo, atraída por la mitología celta y el arte del Renacimiento, por el ocultismo y el mundo del subconsciente, se ha apoyado en la vida familiar. De todo ello nos habla en su casa de México.
XLSemanal. Sorprende el tamaño de más de dos metros de altura de sus esculturas.
Leonora Carrington. Yo sólo diseñé la maqueta. Soy demasiado vieja para hacerlas tan grandes sola. Pero las tres dimensiones me sientan bien.
XL. Usted tiene más fe en los animales, una constante en su obra, que en las personas. ¿Tan terribles somos?
 
L.C. Como sabe, no hago una separación entre humanos y animales. Tenemos un alma humana, pero también de animal. No creo que los seres humanos sean una raza muy divertida. Se está creando un mundo horrible, lleno de guerras absurdas, odios feroces e injusticias. Todo ello habla de la calidad de los animales humanos. Estoy convencida de que la raza humana no es superior a la de otros animales. Creo que el mundo animal es universal, pero su potencial no ha sido explorado. Mis pinturas preferidas son las de las cuevas de Altamira.
XL. ¿Qué animal tiene ahora?
L.C. Una gata que no se llama de ninguna manera y está tan vieja que sólo tiene un diente.
XL. Usted era una buena jinete…
L.C. Hace tantos años que ni me acuerdo, pero lo cierto es que adoraba los caballos. De niña, cuando comencé a pintar, todo eran caballos.
XL. ¿De ahí viene su famoso autorretrato con el caballo de juguete?
L.C. Ese caballo lo encontré en un chatarrero en París y lo tuve conmigo mucho tiempo. Lo pinté cuando Max (Ernst), Marie Berthe (que era su esposa) y yo estábamos en Saint Martín d’Ardèche, en el sur de Francia. No sabría decir por qué.
XL. En cualquier caso, es un animal clave en la mitología celta.
L.C. Así es; es como el renacer, un ser que conecta el subconsciente con el mundo real; el mundo masculino frente al femenino, pero no es la razón de que esté en mi autorretrato. Mi principio de vida, como artista, es no explicar nada. Las imágenes llegan, pero no sé de dónde vienen. Sospecho que del subconsciente universal. Aunque no puedo discernir qué es mío, ni de qué parte de mí surge lo que hago. Muchas veces, los personajes suben solos a los cuadros.
XL. ¿Tiene algún sueño?
L.C. El máximo es saber qué pasara después de la muerte. Es lo que más me gustaría conocer. Los sueños son lugares y la muerte, también. Cada ser humano se convierte en una personalidad diferente al dormir, y lo mismo sucede al morir. Son lugares en los que la tercera dimensión desaparece, de la misma forma que se evapora el consciente.
XL. ¿Qué expectativas tenía cuando empezó a pintar?
L.C. Nunca las tuve. Yo no decidí ser pintora. La pintura lo decidió por mí. Me escogió y me inventó y yo simplemente lo he hecho lo mejor que he podido. Estudié mucho en Londres, en París, en Italia. Necesitaba la técnica, no ideas, porque cada uno tiene las suyas. Continúo estudiando. Me considero una eterna estudiante.
XL. La pintura es un arte solitario. ¿Es usted de las personas que disfruta de la soledad?
L.C. No, no me gusta. Trato de entenderla, porque uno no puede aceptar algo que no entiende. Y cuando digo entender, me refiero a con todo el ser, con los centros vitales que tenemos, las sensaciones, las emociones.
XL. ¿Qué concepción de la pintura tiene? ¿Qué ritmo de trabajo lleva en la actualidad?
L.C. Este arte es como un centro donde todos los lugares invisibles de la mente se vuelven visibles. Sólo pinto cuando siento energía, pero continúo viviendo cada día por y para mi trabajo. Pintar es para mí un oficio artesanal, como el de los carpinteros que usan las manos y el cuerpo para crear una visión. Es algo artesanal y ese procedimiento está desapareciendo. Los surrealistas eran muy buenos en ese sentido. Picasso, que venía a visitarnos a Max y a mí, era ante todo un gran artesano.
XL. ¿Qué siente ante esa pérdida en el arte moderno?
L.C. Una gran lástima. Perder la habilidad artesanal es perder la sabiduría, porque al final sólo un buen artesano puede producir con el alma y el corazón.
XL. Su vida con Max Ernst sólo duró dos años, pero ¿fue él su gran amor?
L.C. Fue amor a primera vista. Me fui con él y mi compañero, Serge Chermayeff, me llamó puta. Yo le contesté: «Así son las cosas, ¿qué quieres que haga?». Fue maravilloso. No puedo decir que fuera la relación más importante; fue un gran amor y un gran mentor. Pero no creo en superlativos ni en categorizaciones. Sin embargo, Max me mostró otro universo y me llevó por caminos a los que en mi pequeña vida ordinaria de burguesa jamás habría tenido acceso. Lo adoraba como artista y como intelectual. Era distinto de los demás surrealistas. Una persona muy complicada.
XL. Los surrealistas tenían una concepción de la mujer que no le va nada a usted. La consideraban un adorno. La mujer era la musa.
L.C. Completamente. La tumbaban desnuda y con una sonrisa en un diván, y allí la dejaban. Pero Max era distinto. Nos veíamos con ellos en el campo, en Saint Martín D’Ardèche. Fue uno de los periodos más fecundos de mi vida. Lo que yo nunca fui es la mujer-niña que Breton quería ver en las mujeres, ni consentía que me trataran como tal. Pero tampoco ambicioné cambiar al resto. Simplemente aterricé en el surrealismo; nunca pregunté si tenía derecho a entrar. En el fondo, siempre he trabajado muy aislada, en mi mundo.
XL. ¿Qué le gustaba de Breton?
L.C. Lo admiraba profundamente. Era muy inteligente, pero muy dominante.
XL. ¿Ha leído El amor loco, de Breton?
L.C. No leí nada de él, pero sé que en ese libro ofrecía una visión muy romántica del amor y de su mujer, Nadja. La realidad es que cuando ella se volvió loca, la dejó sola.
XL. Los surrealistas eran en el fondo unos románticos. ¿Usted lo es?
L.C. El romanticismo ayuda. Es innato, una forma de poder tragar las tragedias. Y yo, que no soy diferente a ninguno de mis amigos, también soy romántica. Sin embargo, he desarrollado un sentido muy práctico de la vida.
XL. Decía que Picasso les visitaba con frecuencia…
L.C. Me impresionaba. Era ya muy mayor y yo muy joven. Muy español, muy macho. Quien me parecía muy divertido, y nunca se tomaba en serio, era Duchamp. Es una actitud que comparto.
XL. Fue amiga de muchas mujeres artistas...
L.C. Sí, de Lee Miller, Leonor Fini y Meret Oppenheim. Y Remedios Varo… Necesitaba amigas. Crecí con tres hermanos y con el concepto opresor de los hombres sobre las mujeres, algo que nunca he tolerado. Aunque se ha avanzado, todavía hay muchas mujeres sometidas. Y no es que seamos mejores que los hombres, pero reclamo el derecho a vivir, a ser como ellos. «El inconveniente de las mujeres –como decía Breton, obsesionado por el cuerpo femenino– es que son el más maravilloso y perturbador problema del mundo.»
XL. Breton decía que Max Ernst proyectaba luz interior a los demás. ¿Era así?
L.C. Así era, un ser que irradiaba luz. Siempre sonreía. El París de antes de la guerra era un lugar increíblemente productivo; nos reuníamos en el café en St Germain-des-près, hasta que un día Hitler comenzó a ser el principal tema de conversación. Pronto acabó aquella felicidad. Al comenzar la guerra, al que tenía un poco de inspiración o decía algo distinto con su arte, lo llevaban a un campo de concentración. Fue una confusión mental terrible. Pensaban que los artistas pertenecíamos a otra raza.
XL. Y en un sentido positivo ¿no era así?
L.C. Los artistas somos simples seres humanos, como el resto…
XL. … divertidamente excéntricos.
locuras perniciosas. Siempre he tratado de ser lúcida. Nunca acepté las normas ni las leyes dadas. Me horrorizan; siento un fuerte rechazo por la autoridad, que exista el código que establece lo que es normal y no. Pero las cosas son más complicadas de lo que parecen y las creencias dependen de cada país. Hay un subterráneo infinito. Para muchas civilizaciones, ese subterráneo es parte de la cultura. Sin embargo, nuestra civilización occidental, gobernada por lo llamado ‘racional’, es más rígida. La realidad es mucho más compleja de lo que imaginamos y por ello no se puede actuar sólo en un marco racional.
 
XL. Una lectura que le ha seguido desde niña es la de Lewis Carroll.
L.C. Es maravilloso y su lógica, nada absurda. Además, era un gran matemático.
XL. Tras tantos años en México, ¿se siente europea?
L.C. Me siento bastante europea. Actuando y en mis costumbres, me reconozco como tal. Mi idioma es el inglés, aunque ahora lo mezclo con el español. Mi madre era irlandesa y, probablemente, sea ésa la razón de mi creatividad celta y de mi atracción por Irlanda, un país de mente surrealista. Se conoce a los irlandeses y a los celtas por las hadas, los gigantes, los elfos, los gnomos... Esa mentalidad me vino de forma natural.
XL. La primera vez que supo de surrealismo fue cuando su madre le regaló por Navidad el libro Surrealismo, de Herbert Read. ¿Recuerda su reacción al leerlo?
L.C. Sentí una completa afinidad. El surrealismo es un estado de espíritu, sin más, que no se puede explicar.
XL. ¿Cree en el destino?
L.C. He pintado de una forma nada planeada, inconsciente; quizá podría llamarlo suerte, destino, inspiración, o como decía Breton: «El azar objetivo». He cambiado porque ahora sólo estoy segura de que soy completamente ignorante, de que no sé nada. Por ejemplo, ¿qué sabemos de la muerte?
XL. ¿Tiene miedo a la muerte?
L.C. Sí, mucho. Sin embargo, creo que nos la han explicado mal. La diferencia entre vida y muerte no es tan clara y, para entender la muerte, hay que entender todos los lugares en nosotros, y los sueños son lugares.
XL. ¿En qué cree usted?
L.C. Más que creer, tengo opiniones muy fuertes sobre algunos temas. No hacer daño a los demás. Luchar contra la injusticia. Siempre he tenido fe en el amor. Ahora, eso se proyecta de forma intensa en mis dos hijos. Mi amor ahora es maternal.
XL. Dice que lo más convincente que ha encontrado es el budismo tibetano. ¿Por qué?
L.C. Mis padres eran estrictos católicos, pero, a mí, ninguna religión me ha convencido. Sin embargo, me he sentido cerca del budismo tibetano. Sus creencias son extraordinarias y siguen prácticas que intelectuamente son muy satisfactorias. Pero el budismo no era para mí. Siempre he intentado descubrir algo que se conectara con mis experiencias. Por eso las teorías de Jung, al que conocí antes de la guerra y que estudié mucho en los 60, me interesaban.
XL. Se comprende que las tradiciones mexicanas no le hayan influido.
L.C. Son tradiciones maravillosas, pero cada país tiene una tradición mágica, y nuestra actitud hacia lo desconocido tiene que ver en ello.
XL. ¿Qué le atrae del mundo de hoy?
LC. Lo que queda del ayer, los árboles, los animales. A mí, la belleza es lo que me impacta.
XL. ¿Siente que vive más allá de la realidad?
L.C. Mi marido está incapacitado y tengo que cuidarlo. Además, tengo que ocuparme de la casa. Todo eso roba tiempo y devora la creatividad. A mis 88 años, me encantaría deshacerme de casi todo lo que tengo, de las montañas de papeles y cajas de libros que ya no releeré, y vivir en una casa con una pequeña cocina y un cuarto de baño. Como le decía, la realidad es demasiado compleja. Se cuela por cada poro de nuestra existencia.
 http://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Diario/06_11_11_08.html

jueves, 14 de enero de 2016

Joseph Kim


Elena Poniatowska

Andy Weir

'The Martian' o la historia del hombre que se hizo rico con un libro que regalaba en internet

Andy Weir publicó la novela gratis en su blog y, tras autoeditarla, se convirtió en un éxito en Amazon


Fotograma de 'The Martian'
Fotograma de 'The Martian'
Cuando comenzó a publicar sus escritos, Andy Weir no tenía ni siquiera una cuenta en Facebook. Su manejo de internet se limitaba a colgar los textos en un blog personal, hasta que uno de ellos, el relato corto "The Egg", llegó a ser viral. Ahora se ha hecho rico con la misma literatura que antes regalaba. Este viernes se estrena en las salas españolas la ambiciosa adaptación de The Martian, la novela que el estadounidense autoeditó en 2012 a petición de los internautas y que se convirtió en un éxito de ventas en Amazon.
En la novela, el astronauta Mark Watney queda aislado de sus compañeros en plena misión en el planeta rojo, tras enfrentarse a una espectacular tormenta de polvo. ¿Y cómo puede sobrevivir un tipo solo en Marte? El ingenio y el sentido del humor que el personaje, interpretado en el cine por Matt Damon, desarrolla en las páginas del libro son las mismas que Andy Weir ideó cuando imaginó un viaje del hombre a Marte.
Las aventuras del protagonista de The Martian primero atrajeron a un buen número de apasionados de la ciencia, intrigados por saber cómo se habían resuelto los numerosos retos que plantea el hacer vida en otro planeta. El escritor, en gran medida autodidacta, confiesa que su personaje comparte con él esa actitud de empollón. "Pero él es más astuto y mucho más valiente. Yo no duraría ni un asalto en Marte", cuenta a través de un correo electrónico.
El texto se publicó primero por capítulos, al estilo de las novelas decimonónicas. El entonces programador informatico lo hizo de forma gratuita en su web personal, animado por el éxito de su anterior relato. The Egg es un relato más filosófico que científico que se colgó libre de derechos de autor. Los internautas no dudaron en reproducirlo de forma masiva y apareció varias veces en la portada de la web Reddit, cuyos usuarios generan y administran los contenidos. Con el tiempo, llegó a tener en su blog a 3.000 suscriptores pendientes de sus publicaciones
Con The Martian, Andy Weir se ha convertido en un Julio Verne moderno, porque se ha firmado la novela de ciencia ficción de moda sin apenas formación científica. Para escribir sus particulares crónicas marcianas se basó en sus propias investigaciones a través de Google que recopiló durante tres años y en sus permanentes lecturas de ensayos sobre viajes espaciales. "Sin saberlo, llevaba toda mi vida preparándome para escribir este libro", confirma el autor. Su entorno familiar también ayudó a que creciera rodeado de ciencia: su padre era físico en un laboratorio y su madre estaba titulada como ingeniera técnica. Los comentarios que llegaban a su blog y su correo personal cada vez que publicaba un nuevo capítulo sirvieron para modificar un buen número de detalles que ahora a aparecen en la versión definitiva de la novela.
La historia tiene un punto "a lo McGyver", una de las series favoritas del escritor durante su juventud, que ha hecho que alcance la popularidad también entre los lectores no aficionados a la ciencia. Los internautas reclamaron que The Martian se publicara en otros formatos más sencillos de descargar. Weir accedió a publicarlo en Amazon en 2012 al menor precio posible (99 centavos de dólar). Las ventas se dispararon y sucedió algo muy poco común: la versión de pago superó en descargas a la gratuita. Amazon también generó un torrente de criticas positivas en torno al libro y con ellas más interés en torno a la publicación. "Fue una sorpresa porque supuse que todo aquel que quisiera leer la novela ya lo había hecho gratis y que el público objetivo se limitaría a algunos locos por la ciencia como yo", dice el estadounidense. Es entonces cuando las grandes agentes de la industria del entretenimiento llamaron a su puerta y la editorial Random House y laproductora cinematográfica 20th Century Fox se hicieron con los derechos del texto.
El éxito de Weir y The Martian busca ya continuación. En una reciente charla con los ususarios de Reddit para la sección AMA (Ask me Anything) el escritor confirmaba que Fox ya cuenta con los derechos para una posible secuela, cada vez más cercana tras el éxito de taquilla en Estados Unidos, donde la cinta dirigida por Ridley Scott se estrenó hace dos semanas. El propio Weir ya anunciaba en este encuentro online su nuevo proyecto, una novela titulada "Zhek" que publicará en 2016 como una "aproximación tradicional al género de la ciencia ficción aunque con un toque personal repleta de alienígenas.
En esta otra entrevista Weir habla de su novela y además comenta que, pese a lo que le gusta la ciencia-ficción, jamás sería astronauta.
 http://verne.elpais.com/verne/2015/10/13/articulo/1444742170_409683.html

Si doblas un papel 103 veces, será más grueso que el Universo


Si doblas un papel 103 veces, será más grueso que el Universo
La leyenda urbana dice que es imposible doblar una hoja de papel por la mitad más de ocho veces. En realidad, el récord mundial lo tiene Britney Gallivan, con 12 pliegues. Lo fascinante es que, según las matemáticas, si doblamos un papel por la mitad 103 veces, su grosor sería mayor que el diámetro del Universo observable, estimado en 93.000 millones de años luz.
La explicación a esta deliciosa paradoja está en el crecimiento exponencial. Una hoja de papel normal (el típico formato a4 con un gramaje de 80 gm /m2) tiene un grosor de 0,1 milímetros. Si la doblamos exactamente por la mitad, tendremos el doble de ese grosor.
A medida que la sigamos doblando una y otra vez por la mitad las cosas se ponen interesantes (e imposibles). Doblada siete veces, la hoja tiene un grosor equivalente a un cuaderno. Si la pudiéramos doblar 23 veces, su grosor ya superaría el kilómetro. 30 pliegues nos llevarían al espacio, sobrepasando la barrera de los 100 kilómetros. En 42 pliegues llegaríamos a la luna, y en 52 al sol.
Si doblas un papel 103 veces, será más grueso que el Universo
El grosor del papel sigue aumentando exponencialmente. En 81 pliegues, su grosor sería casi el de la galaxia de Andrómeda, con 127 años luz. Solo 9 pliegues más llevarían a nuestro papel imaginario más allá de los confines del Supercluster de Virgo en el que nuestra galaxia convive con al menos otras cien.
Si doblas un papel 103 veces, será más grueso que el Universo1
Llegamos al papel doblado 103 veces. Su grosor sería superior a 93.000 millones de años luz. Si alguien cree que puede batir el récord de Britney Gallivan, puede comenzar a practicar. Raju Varghese ofrece el experimento explicado aquí con una tabla de incrementos exponenciales del papel más detallada. [vía Raju Varghese]
 http://es.gizmodo.com/si-doblas-un-papel-103-veces-sera-mas-grueso-que-el-un-1607710056

miércoles, 13 de enero de 2016

Paul Eluard

 
Libertad
Por Paul Eluard

En mis cuadernos de escolar
en mi pupitre en los árboles
en la arena y en la nieve
escribo tu nombre. En las páginas leídas
en las páginas vírgenes
en la piedra la sangre y las cenizas
escribo tu nombre.
En las imágenes doradas
en las armas del soldado
en la corona de los reyes
escribo tu nombre.
En la selva y el desierto
en los nidos en las emboscadas
en el eco de mi infancia
escribo tu nombre.
En las maravillas nocturnas
en el pan blanco cotidiano
en las estaciones enamoradas
escribo tu nombre.
En mis trapos azules
en el estanque de sol enmohecido
en el lago de viviente lunas
escribo tu nombre.
En los campos en el horizonte
en las alas de los pájaros
en el molino de las sombras
escribo tu nombre.
En cada suspiro de la aurora
en el mar en los barcos
en la montaña desafiante
escribo tu nombre.
En la espuma de las nubes
en el sudor de las tempestades
en la lluvia menuda y fatigante
escribo tu nombre.
En las formas resplandecientes
en las campanas de colores
en la verdad física.
escribo tu nombre.
En los senderos despiertos
en los caminos desplegados
en las plazas desbordantes
escribo tu nombre.
En la lámpara que se enciende
en la lámpara que se extingue
en la casa de mis hermanos
escribo tu nombre.
En el fruto en dos cortado
en el espejo de mi cuarto
en la concha vacía de mi lecho
escribo tu nombre.
En mi perro glotón y tierno
en sus orejas levantadas
en su patita coja
escribo tu nombre.
En el quicio de mi puerta
en los objetos familiares
en la llama de fuego bendecida
escribo tu nombre.
En la carne que me es dada
en la frente de mis amigos
en cada mano que se tiende
escribo tu nombre.
En la vitrina de las sorpresas
en los labios displicentes
más allá del silencio
escribo tu nombre.
En mis refugios destruidos
en mis faros sin luz
en el muro de mi tedio
escribo tu nombre.
En la ausencia sin deseo
en la soledad desnuda
en las escalinatas de la muerte
escribo tu nombre.
En la salud reencontrada
en el riesgo desaparecido
en la esperanza sin recuerdo
escribo tu nombre.
Y por el poder de una palabra
vuelvo a vivir
nací para conocerte
para cantarte
Libertad
 

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