viernes, 30 de junio de 2023

Antonio Gramsci



ODIO a los indiferentes. Creo, como Friedrich Hebbel, que «vivir significa tomar partido». No pueden existir quienes sean solamente hombres, extraños a la ciudad. Quien realmente vive no puede no ser ciudadano, no tomar partido. La indiferencia es apatía, es parasitismo, es cobardía, no es vida. Por eso odio a los indiferentes. La indiferencia es el peso muerto de la historia. Es la bola de plomo para el innovador, es la materia inerte en la que a menudo se ahogan los entusiasmos más brillantes, es el pantano que rodea a la vieja ciudad y la defiende mejor que la muralla más sólida, mejor que las corazas de sus guerreros, que se traga a los asaltantes en su remolino de lodo, y los diezma y los amilana, y en ocasiones los hace desistir de cualquier empresa heroica. La indiferencia opera con fuerza en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad, aquello con lo que no se puede contar, lo que altera los programas, lo que trastorna los planes mejor elaborados, es la materia bruta que se rebela contra la inteligencia y la estrangula. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, el posible bien que un acto heroico (de valor universal) puede generar no es tanto debido a la iniciativa de los pocos que trabajan como a la indiferencia, al absentismo de los muchos. Lo que ocurre no ocurre tanto porque algunas personas quieren que eso ocurra, sino porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, deja hacer, deja que se aten los nudos que luego sólo la espada puede cortar, deja promulgar leyes que después sólo la revuelta podrá derogar, deja subir al poder a los hombres que luego sólo un motín podrá derrocar.

Ángela Becerra

"Dejaron de mirarse con el alma y comenzaron a verse con los ojos. Se empezaron a descubrir las pequeñas arrugas de los comportamientos indebidos". 

 El primer paso hacia la conciencia es prestarle mucha atención a tu cuerpo. Poco a poco, uno se va poniendo en estado de alerta ante cada gesto y cada movimiento. Ya medida que te vas haciendo consciente, empieza a ocurrir un milagro: dejas de hacer muchas cosas que antes hacías. Tu cuerpo se encuentra más relajado, tu cuerpo está más entonado, una profunda paz empieza a prevalecer incluso en tu cuerpo, una música sutil vibra en tu cuerpo. Después, empiezas a hacerte consciente de tus pensamientos; hay que hacer lo mismo con los pensamientos. Son más sutiles que el cuerpo y por supuesto, también más peligrosos. Y cuando te hagas consciente de tus pensamientos, te sorprenderá lo que ocurre en tu interior. Si pones por escrito lo que está ocurriendo en cualquier momento, te llevarás una gran sorpresa. No te lo vas a creer «¿Esto es lo que está ocurriendo dentro de mí?» Sigue escribiendo durante solo diez minutos. Cierra las puertas con llave y cierra también las ventanas para que nadie pueda entrar, para que puedas ser completamente sincero y enciende el fuego para poder tirar al fuego lo que escribas; así nadie lo sabrá aparte de ti. Y después sé absolutamente sincero; ponte a escribir lo que esta pasando dentro de la mente. No lo interpretes, no lo alteres, no lo edites. Limítate a ponerlo en el papel sin adornos, tal como es, exactamente como es. Y al cabo de 10 minutos, léelo. ¡Verás una mente loca por dentro! No somos conscientes de que esa locura fluye constantemente como una corriente subterránea. Afecta a todo lo que tiene importancia en tu vida. Afecta a cualquier cosa que hagas; afecta a todo lo que haces, afecta a todo. ¡Y suma de todo ello va a ser tu vida.! Así pues, este loco debe cambiar. Y el milagro de la conciencia es que no necesitas hacer nada, aparte de hacerte consciente. El fenómeno mismo de observarlo hace que cambie. poco a poco, el loco va desapareciendo. Poco a poco, los pensamientos empiezan a ajustarse a cierta pauta. Su caos desaparece, se van convirtiendo en algo más parecido a un cosmos. Y una vez más, una profunda paz lo domina todo. Y cuando tu cuerpo y tu mente estén en paz, verás que están sinfonizados uno con otro, que existe un puente. Ahora ya no corren en diferentes direcciones, ya no cabalgan en diferentes caballos. Por primera vez hay acuerdo, y ese acuerdo constituye una ayuda inmensa para trabajar tercer paso: hacerte consciente de tus sentimientos, emociones, estados humor. Esta es la capa más sutil y más difícil, pero si puedes ser consciente de los pensamientos solo tienes que dar un paso más. Se necesita una conciencia un poco más intensa para empezar a meditar sobre tus estados de humor, tus emociones, tus sentimientos. En cuanto eres consciente de estas tres cosas, todas se unen en un único fenómeno. Y cuando estas tres cosas sean una sola, funcionando perfectamente al unísono, canturreando juntas, cuando puedas sentir la música de las tres -se han convertido en una orquesta-, ocurre la cuarta. Lo que tú no puedes hacer ocurre por sí solo, es un regalo de la totalidad. Es una recompensa para los que han hecho estas tres cosas. Y la cuarta cosa es la conciencia definitiva que lo despierta a uno. Uno se hace consciente de la propia conciencia, esa es la cuarta cosa.- Eso te convierte en un buda, un ser despierto. Y solo en ese despertar llega uno a conocer lo que es la bienaventuranza. El cuerpo conoce el placer, la mente conoce la felicidad, el corazón conoce la alegría, la cuarta cosa conoce la bienaventuranza. La bienaventuranza es el objetivo, y la conciencia es el camino que lleva a ella.

jueves, 29 de junio de 2023

Aldous Huxley



 "La mayoría de los hombres y mujeres llevan vidas tan penosas, en el peor de los casos y tan monótonas, pobres y limitadas en el mejor, que el afán de escapar, el ansia de trascender de sí mismo, aunque solo sea por breves momentos, es y ha sido siempre uno de los principales apetitos del alma.."



Lou Marinoff

 BUSCADOR: ¿Qué es exactamente el Tao? GUÍA: No puede definirse. BUSCADOR: ¿Eso lo convierte en algo imaginario? GUÍA: No, pues reside más allá de la imaginación. BUSCADOR: ¿Qué cabe de decir de él, entonces? GUÍA: Es una llave maestra. Abre muchas puertas. BUSCADOR: ¿Qué clase de puertas? GUÍA: Todas las que son buenas. La puerta a la felicidad. La puerta a la comprensión. La puerta al éxito. La puerta al amor. La puerta a la comunión. La puerta a la plenitud. La puerta a la serenidad. La puerta a hacer de este mundo un lugar mejor en vez de un lugar peor. BUSCADOR: ¿Quién tiene esa llave maestra? GUÍA: Todo el mundo la tiene, pero casi nadie es consciente de ello. BUSCADOR: ¿Puedes hacerme más consciente? GUÍA: Puedo intentarlo. Quizá sea capaz de ayudarte a ver el Camino, o a oírlo, o a sentirlo, pero no tengo modo de verlo ni oírlo ni sentirlo por ti. Para ser más consciente, debes abrir tu ojo interior, tu oído interior, todos tus sentidos interiores. Tal vez pueda ayudarte a abrirlos, pero no los puedo abrir por ti.

miércoles, 28 de junio de 2023

Existe un chiste que cuenta que dos hombres estaban en el bosque tomando un picnic. Estaban muy relajados, riendo, cantando, contando anécdotas. Se descalzaron, se estiraron en el suelo... De pronto escucharon un ruido. Un enorme oso se acercaba hacia ellos. El primero salió corriendo de inmediato, descalzo, desplazándose con dificultad. El otro se sentó se colocó los zapatillas mientras el otro le gritaba: "corre desgraciado" ahí viene el oso. Su compañero le miró y le contestó: "no necesito correr más rápido que el oso, tan sólo necesito correr más rápido que tú".

Bukowski


 

Una y otra vez, a lo largo de los años, como asesor filosófico en Nueva York, he atendido a clientes que tenían éxito en lo material pero que no eran felices en lo personal. Estos clientes eran hombres y mujeres profesionales. Entre ellos había abogados, analistas financieros o trabajadores del sector sanitario. Todos tenían profesiones bien remuneradas y, sin embargo, vivían estresados e infelices, atrapados en la vasta red urbana del gran Nueva York. ¿Qué buscaban al consultar con un filósofo? Ante todo, afirmación. Estos clientes estaban a punto de efectuar un cambio de vida de mucho calado, al borde de renunciar a agresivos estilos de vida urbanos a cambio de relajados estilos de vida rurales; en el umbral de convertirse en floristas, paisajistas o médicos de medicina holística. Acudían a un filósofo para explorar las virtudes de la transformación que tenían intención de emprender, para deliberar sus pros y contras y para averiguar si yo (como algunos de sus familiares y amigos) pensaba que estaban locos por plantearse algo semejante. Las más de las veces se llevaron una sorpresa agradable cuando les dije que a mí me parecían bastante cuerdos. La única parte de locura era la cantidad de tiempo que habían tardado en alcanzar aquella fase. Muchos de estos clientes se pusieron después en contacto conmigo para confirmar que su vida había cambiado enormemente y, además, para mejor. Los seres humanos somos criaturas tan adaptables que podemos acostumbrarnos a casi todo, incluso a estilos de vida estresantes, para luego cometer la equivocación de pensar que llevamos una vida normal.

martes, 27 de junio de 2023

Pita Amor

Filológicas on Twitter: "#UnDíaComoHoy del 2000 muere Guadalupe ...
Sus poemarios sorprenderían al mundo literario. El primero se tituló Yo soy mi casa y fue publicado en 1946 con un corto tiraje por la editorial Alcancía, de los historiadores Edmundo O’Gorman y Justino Fernández. Ellos publicaron también su siguiente libro, Puerta obstinada (1947), al que siguió Círculo de angustia (1948). Estas obras le alcanzaron para ser considerada poeta, aunque algunos no creyeron que ella escribiera tales versos y atribuyeron su autoría a Alfonso Reyes, quien replicó: “Nada de comparaciones odiosas: aquí se trata de un caso mitológico”.

Pita entonces se creyó con derecho a todo y que nadie podía rechazarla, aunque el propio O’Gorman la corrió de una fiesta en la que pretendía opacar a la diva María Félix. En 1953 llegaron sus Décimas a Dios, su poemario más celebrado. Era su época de esplendor, cuando podía declamar: “Shakespeare me llamó genial/ […] García Lorca, la grandiosa/ y yo me llamé la Diosa”; cuando se unía “mi belleza a mi genio” y los artistas se placían en retratarla desnuda, de Diego Rivera a Juan Soriano, de Raúl Anguiano a Cordelia Urueta.

Idea Vilariño

Estoy aquí en el mundo, en un lugar del mundo esperando,...
Escribo
pienso
leo
traduzco veinte páginas
oigo el informativo
escribo
escribo
leo.
Dónde estás
dónde estás.

Gustavo Adolfo Bécquer

Dios mío, qué solos se quedan los muertos! -- Gustavo Adolfo ...
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿sabes tú a dónde va?

lunes, 26 de junio de 2023

 En El desafío del azar narra la experiencia de Dame Rebecca West, quien se encontraba frente a las abigarradas estanterías del archivo del Royal Institute of International Affairs, donde se conservan todos los trabajos relacionados con el Proceso de Núremberg. El método de catalogación le era ineficaz y la célebre periodista no conseguía dar con los datos que precisaba para su investigación. Desesperada, se dirigió al mostrador para expresar su frustración y quejarse al bibliotecario. Y, para demostrar la realidad del problema, cogió un volumen al azar… y, entonces, sucedió. No sólo resultó ser el volumen que necesitaba consultar sino que, además, al abrirlo se dio cuenta de que la página elegida era precisamente la que contenía los datos que buscaba. Se le apareció el «ángel» de la biblioteca.

Daniel Goleman

 Mary Stoneman Douglas, que en la actualidad tiene cien años de edad y está ciega, continúa su batalla por salvar los Everglades (zona pantanosa del estado de Florida). Comenzó su cruzada hace casi un siglo, mucho antes de que se iniciara el movimiento ambientalista de hoy, con su libro Rivers of Grass. En 1947 mostró que los Everglades eran un vasto aunque frágil ecosistema que ya comenzaba a degradarse a causa del riego agrícola y sufría la invasión de los constructores de viviendas. Educando a recién llegados al estado acerca del constante peligro que corría la zona de los pantanos, la señora Douglas fundó Friends of the Everglades, en la actualidad se dedica a terminar su décimo libro sobre el tema. «Un cerebro de noventa años no tiene nada de inherentemente defectuoso —escribió en su autobiogralía, Voices of the River, publicada en 1987. Si lo mantienes alimentado e interesado, comprobarás que se conserva en muy buen estado.»

Oliver Sacks

 


Cuando llegue mi momento, espero morir al pie del cañón, como hizo Francis Crick. Cuando le dijeron que se le había reproducido su cáncer de colon, al principio no dijo nada; se quedó un minuto con la mirada perdida y a continuación siguió con sus reflexiones anteriores. Cuando semanas más tarde volvieron a preguntarle por su diagnóstico, contestó: «Todo lo que tiene un principio ha de tener un final». Cuando murió, a los ochenta y ocho años, aún seguía completamente inmerso en su trabajo más creativo.

 Mi padre, que vivió hasta los noventa y cuatro, solía decir que la década de los ochenta a los noventa había sido la que más había disfrutado de su vida. Para él, y ahora empiezo a compartir su opinión, esos años no eran tanto una mengua como una ampliación de su vida mental y su perspectiva. A esa edad posees una larga experiencia vital, no sólo de tu propia vida, sino también de la de los demás. Has visto triunfos y tragedias, expansiones y recesiones económicas, guerras y revoluciones, grandes logros y también profundas ambigüedades. Has presenciado el auge de grandes teorías que al final se han visto derrotadas por la terquedad de los hechos. Eres más consciente de la fugacidad de la vida, y quizá te fijas más en la belleza. A los ochenta puedes ver las cosas con gran perspectiva y contemplar la historia como algo vivo y vivido, algo imposible cuando se es más joven. Soy capaz de imaginar, de sentir en mis huesos, lo que es un siglo, cosa imposible cuando tenía cuarenta o sesenta años. No considero la vejez una época cada vez más sórdida que uno tiene que soportar e ir trampeando como puede, sino una época de ocio y libertad, en la que te ves emancipado de las artificiosas urgencias de años anteriores, y esa libertad me permite explorar cuanto se me antoja, e integrar los pensamientos y sentimientos de toda una vida.

 Estoy impaciente por cumplir los ochenta.


sábado, 24 de junio de 2023


 

Kazuo Ishiguro



En octubre de 1999 el poeta alemán Christoph Heubner, en representación del Comité Internacional de Auschwitz, me invitó a pasar unos días visitando el antiguo campo de concentración. Me alojaron en el Centro Juvenil de Auschwitz en la carretera que unía el primer campo de Auschwitz y el campo de la muerte de Birkeneau, a tres kilómetros de allí. Me mostraron ambos lugares y mantuve un encuentro informal con tres supervivientes. Tuve la sensación de haberme acercado mucho, al menos geográficamente, al corazón de la oscura fuerza bajo cuya sombra creció mi generación. En Birkeneau, una húmeda tarde, contemplé las ruinas de las cámaras de gas –extrañamente descuidadas y abandonadas–, prácticamente tal como las habían dejado los alemanes después de volarlas y huir del Ejército Rojo. Lo que tenía ante mis ojos no eran más que bloques de cemento destrozados y mojados, expuestos al severo clima polaco, deteriorándose año tras año. Mis anfitriones me explicaron su dilema. ¿Debían protegerse estas ruinas? ¿Debían construirse sobre ellas bóvedas de metacrilato para cubrirlas y preservarlas para que las pudieran ver las siguientes generaciones? ¿O debía dejarse que, poco a poco y de forma natural, se fuesen deteriorando hasta desaparecer? Me pareció una poderosa metáfora de un dilema más amplio. ¿Cómo había que preservar estos vestigios? ¿Las cúpulas acristaladas transformarían estas reliquias de la maldad y el sufrimiento en triviales piezas de museo? ¿Qué debemos recordar? ¿Cuándo es mejor olvidar y mirar hacia adelante? Yo tenía entonces cuarenta y cuatro años. Hasta ese momento había considerado la Segunda Guerra Mundial, sus horrores y sus victorias, como algo perteneciente a la generación de mis padres. Pero de pronto caí en la cuenta de que en poco tiempo, muchos de los que habían sido testigos de primera mano ya no estarían vivos. ¿Y entonces qué? ¿Caería sobre mi generación el peso de recordar? Nosotros no habíamos vivido los años de la guerra, pero al menos nos habían criado padres cuyas vidas habían sido modeladas de forma indeleble por aquel periodo. ¿Tenía yo, 11 como narrador de historias con una proyección pública, un deber del que hasta ahora no había sido consciente? ¿El deber de transmitir lo mejor que pudiese los recuerdos y lecciones de la generación de nuestros padres a la que viene después de la nuestra?

viernes, 23 de junio de 2023

Pier Paolo Pasolini



 "Pienso que es necesario educar a las nuevas generaciones en el valor de la derrota.


En manejarse en ella. En la humanidad que de ella emerge.

En construir una identidad capaz de advertir una comunidad de destino, en la que se pueda fracasar y volver a empezar sin que el valor y la dignidad se vean afectados.

En no ser un trepador social, en no pasar sobre el cuerpo de los otros para llegar el primero. Ante este mundo de ganadores vulgares y deshonestos, de prevaricadores falsos y oportunistas, de gente importante, que ocupa el poder, que escamotea el presente, ni qué decir el futuro, de todos los neuróticos del éxito, del figurar, del llegar a ser.

Ante esta antropología del ganador de lejos prefiero al que pierde. Es un ejercicio que me parece bueno y que me reconcilia conmigo mismo. Soy un hombre que prefiere perder más que ganar con maneras injustas y crueles. Grave culpa mía, lo sé. Lo mejor es que tengo la insolencia de defender esta culpa, y considerarla casi una virtud". 

Vladimir Nabokov



 En un instante pasaremos por el umbral del mundo 

a una región... llamadla como queráis: 
negación del lenguaje, desierto, muerte, 
o quizá más simple: el silencio del amor… 


 El niño que fui me mira a veces como pidiéndome explicaciones y no sé qué decirle. 


Karmelo C. Iribarren

jueves, 22 de junio de 2023

JOSEPH CAMPBELL

 


«La gente dice que busca el sentido de su vida. No creo que sea eso lo que realmente estamos buscando. Creo que buscamos una experiencia que nos haga sentir vivos.»



Taibo II

  




Romero caminó hacia el lugar del fusilamiento fumando un puro “y sonriendo, como si estuviera de paseo y entre amigos”. El comandante Higinio Álvarez estaba envuelto en un sarape tricolor con el águila de la bandera cubriendo el pecho, un ala sobre el corazón; junto a ellos el sargento Roque Flores y el alférez Encarnación Rojas. Se habían colocado piezas de artillería cargadas con metralla apuntando a la multitud por el mucho miedo que le tenían. La Ciudad de México apestaba de soplones y policías secretos. Llegaron hacia el patíbulo los cuatro sentenciados. No se dejaron vendar. El “Viva México” se mezcló con la descarga. Pero los héroes mueren de maneras extrañas y no desperdician posibilidad de crear condiciones para que luego las leyendas actúen, para traer de ultratumba pánico a sus enemigos, y Nicolás era así, siempre había sido así en sus tristezas y sus locuras. De manera que cuando conducían el ataúd en que lo llevaban difunto, Nicolás lo rompió de una patada, haciendo que los escoltas lo dejaran caer al suelo y provocando el aullido de mirones y soldados enemigos. La parte superior estaba rajada de un golpe. El rumor corrió y corrió por más que los doctores, los del imperio y los republicanos, que muy pronto le encontraron ciencia al asunto, dijeran que se trataba de un espasmo tardío del cadáver. Cadáver que no quería irse sin acabar lo comenzado.


martes, 20 de junio de 2023

Peter Watson

 


En 1942, en medio de la segunda guerra mundial, Keynes presentó a sus oyentes una visión completamente nueva del «científico más renombrado y exaltado de la historia». «Desde el siglo XVIII», dijo Keynes, «Newton ha sido considerado el primero y más grande de los científicos de la era moderna, un racionalista, alguien que nos enseñó a pensar de acuerdo con los dictados de la razón fría y carente de emoción. Yo ya no puedo verlo bajo esa luz. Y no creo que pueda hacerlo nadie que haya estudiado con detenimiento los documentos contenidos en esa caja que guardó al partir de Cambridge en 1696 y que, pese a haber sido en parte dispersados, han llegado hasta nosotros. Newton no fue el primer hombre de la Edad de la Razón, fue el último de los magos, el último de los babilonios y de los sumerios, la última gran mente que contempló el mundo visible e intelectual con los mismos ojos que lo hicieron quienes empezaron a construir nuestra herencia cultural hace casi diez mil años»


Olga Tokarczuk

 


El mundo es un tejido que tejemos diariamente en los grandes telares de informaciones, debates, películas, libros, chismes, pequeñas anécdotas. Hoy, el alcance de estos telares es enorme: gracias a Internet, casi todos pueden participar en el proceso asumiendo la responsabilidad o no, con amor u odio, para bien o para mal. Cuando esta historia cambia, también lo hace el mundo. En este sentido, el mundo está hecho de palabras.

Por lo tanto, cómo pensamos sobre el mundo y, quizás aún más importante, cómo lo narramos tiene un significado masivo. Una cosa que sucede y no se dice deja de existir y perece. Este es un hecho bien conocido no solo por los historiadores, sino también (y, quizás, sobre todo) por todos los sectores políticos y tiranos. El que tiene y teje la historia está a cargo de su versión.

Hoy nuestro problema radica, al parecer, en el hecho de que todavía no tenemos narraciones listas no solo para el futuro, sino incluso para un ahora concreto, para las transformaciones ultrarrápidas del mundo de hoy. Nos falta el lenguaje, nos faltan los puntos de vista, las metáforas, los mitos y las nuevas fábulas. Sin embargo, vemos intentos frecuentes de aprovechar narraciones oxidadas y anacrónicas que no pueden encajar en el futuro, sin duda suponiendo que algo viejo es mejor que una nada nueva, o tratando de lidiar de esta manera con las limitaciones de nuestros propios horizontes. En una palabra, carecemos de nuevas formas de contar la historia del mundo.

Vivimos en una realidad de narraciones polifónicas en primera persona, y nos encontramos rodeados por ese ruido polifónico. Lo que quiero decir con primera persona es  la clase de cuento que orbita estrechamente el yo de una especie de cajero que, más o menos directamente, escribe sobre sí mismo y a través de él. Hemos determinado que este tipo de punto de vista individualizado, esta voz del yo, es la más natural, humana y honesta, incluso desde una perspectiva más amplia. Narrar en primera persona es tejer un patrón absolutamente único; es tener un sentido de autonomía como individuo, ser consciente de ti mismo y de tu destino. Sin embargo, también significa construir una oposición entre el yo y el mundo, y esa oposición puede ser alienante a veces.

lunes, 19 de junio de 2023

Bhagavad Gita


 Bhagavad Gita: «Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos»

Yalom

 


Una noche en que no podía dormir y anhelaba encontrar algún consuelo, buscó afanosamente en su biblioteca, pero no encontró nada perteneciente a su propio campo que tuviera ni la más remota relación con su situación de vida, nada relativo a cómo hay que vivir, o encontrarles sentido a los días de vida que a uno le quedan. Sin embargo, en determinado momento sus ojos se posaron en un ejemplar muy usado de Así habló Zaratustra, de Nietzsche. Conocía muy bien ese libro, pues décadas atrás lo había estudiado a conciencia para escribir un artículo sobre la importante pero no reconocida influencia que ejerció Nietzsche sobre Freud. Zaratustra era un libro muy valiente que, en su opinión, enseña más que ningún otro a reverenciar ycelebrar la vida. Sí, eso podía ser justo lo que necesitaba. Como estaba muy ansioso y no podía leer sistemáticamente, fue pasando las páginas al azar, yleyó algunos de los párrafos que había subrayado. "Cambiar el “así fue” por “así quise yo que fuera”: sólo a eso lo llamo redención". Para Julius, las palabras de Nietzsche significaban que él debía elegir su vida; es decir, vivirla en vez de ser vivido por ella. En una palabra, debía amar su destino. Y sobrevolaba allí el interrogante que a menudo repetía Zaratustra: si estaríamos dispuestos a repetir la misma vida una y otra vez hasta la eternidad. Extraño experimento mental; sin embargo, cuanto más lo pensaba, más le servía de guía. El mensaje que transmitía Nietzsche era el de vivir nuestra existencia de modo tal que sintamos deseos de repetirla eternamente. Siguió hojeando el libro y se detuvo en dos párrafos muy destacados con marcador rosado: "Consuma tu vida; muere en el momento oportuno". Eso le hizo mella. Vive tu vida intensamente; y después, sólo después, muere. No dejes atrás nada de vida sin vivir. Julius solía comparar las palabras de Nietzsche con un test de Rorschach; eran palabras que ofrecían tantos puntos de vista contrapuestos, que lo que los lectores sacaban enlimpio de ellas dependía de su estado de ánimo. En esta ocasión las leyó con un estado de ánimo muy distinto. La presencia de la muerte hacía imperiosa una manera de leer diferente, más esclarecida. Página tras página veía indicios de una manera panteísta de conectarse que antes no había advertido. Por mucho que Zaratustra exaltara, y hasta glorificara, la soledad, por mucho aislamiento que exigiera para engendrar grandes pensamientos, él tenía el compromiso de amar y levantar a otros, de ayudarlos a perfeccionarse y trascender, de compartir con ellos su madurez. Compartir sumadurez: esas palabras lo afectaron. Guardó de nuevo Zaratustra y se quedó sentado en la penumbra contemplando las luces de los autos que cruzaban el puente Golden Gate mientras meditaba en las palabras de Nietzsche, tratando de comprenderlas. Minutos después "recuperó el conocimiento": ya sabía con exactitud qué hacer y cómo pasar su último año. Viviría tal como lo había hecho el año anterior… y el anterior a ése, y así sucesivamente. Le encantaba ser terapeuta, le encantaba conectarse con otras personas y ayudarlas, y conseguir que algo cobrara vida dentro de ellas. A lo mejor su trabajo era una manera de sublimar la conexión perdida con su esposa; a lo mejor necesitaba el aplauso, la afirmación y gratitud de aquellos a quienes ayudaba. Así y todo, aun si operaran en él sórdidas motivaciones, daba gracias por su trabajo. ¡Dios lo bendiga!, se dijo.

domingo, 18 de junio de 2023

Paul Anka



 For what is a man, what has he got?

If not himself, then he has naught
To say the things he truly feels
And not the words of one who kneels
The record shows I took the blows
And did it my way

John Maxwell



Al comienzo de su carrera, Erma Bombeck tuvo que transitar por un camino lleno de dificultades. A edad temprana ya se sentía atraída por el periodismo. Su primer trabajo, cuando era una adolescente, fue escribir obituarios en el Journal-Herald de Dayton. Cuando salió del colegio y quiso ingresar a la Universidad de Ohio, un consejero estudiantil le dijo: «Olvídese de ser escritora». Ella rechazó ese consejo. Más tarde se pasó a la Universidad de Dayton donde en 1949 se graduó en inglés. Poco después empezó a trabajar como escritora para la columna de defunciones de la página femenina. Ese año, la adversidad golpeó su vida personal. Al contraer matrimonio, uno de sus más grandes deseos era ser madre. Pero para su tristeza, los médicos le anunciaron que no podría tener hijos. ¿La hizo eso darse por vencida y considerarse una fracasada? No. Ella y su esposo exploraron la posibilidad de la adopción y adoptaron una niñita. Dos años más tarde, una sorprendida Erma descubrió que estaba embarazada. Pero eso le trajo aun mayores dificultades. En cuatro años tuvo cuatro embarazos pero solo dos de los bebés sobrevivieron. En 1964, Erma logró convencer al editor de un pequeño periódico de un barrio, el Kettering-Oakwood Times , que le publicara una columna humorística semanal. No obstante la cantidad insignificante de tres dólares que le pagaban por artículo, esto la mantuvo. Aquella columna le abrió otra puerta. Al año siguiente le ofrecieron la oportunidad de escribir una columna tres veces a la semana para su antiguo empleador, el Journal-Herald de Dayton. En 1967, su columna aparecía en más de novecientos periódicos en toda la nación. Erma escribió su columna humorística por algo más de treinta años. Durante ese tiempo, publicó quince libros, fue reconocida como una de las veinticinco mujeres más influyentes de los Estados Unidos, aparecía frecuentemente en el programa de televisión Buenos días, América, apareció en la cubierta de la revista Time , recibió innumerables honores (como la Medalla al mérito de la Sociedad Americana del Cáncer), y fue distinguida con quince doctorados honorarios.
Pero durante ese tiempo, Erma Bombeck también experimentó increíbles angustias y pruebas, incluyendo un cáncer de mama, una mastectomía y deficiencia renal. Y no dudó en revelar su perspectiva sobre las experiencias de su vida: Di el discurso de inauguración de las clases en la universidad, y les dije a todos que yo estaba ahí arriba y ellos allá abajo no por mis éxitos, sino por mis fracasos. Luego los puse a todos a rascarse la cabeza: un disco humorístico del que vendí dos copias en Beirut … un programa cómico que duró lo que un dulce en una casa donde hay niños … una obra para Broadway que nunca llegó a Broadway … un libro de firmas al que llegaron dos personas, una preguntando dónde estaba el baño y la otra queriendo comprar la mesita donde estaba el libro. Lo que usted tiene que decirse es: «No soy un fracasado, solo fracasé al intentar hacer algo». Hay una gran diferencia entre una cosa y otra … Personalmente y, para ser sincera, ha sido un camino duro. He sepultado bebés, he perdido a mis padres, he tenido cáncer y me he preocupado de los niños. El secreto es ponerlo todo en perspectiva … y eso es lo que yo hago. 
Esa fue la actitud que tuvo Erma Bombeck mientras vivió. (Le gustaba referirse a sí misma como «una ex dueña de casa y ex escritora de obituarios».) Se mantuvo avanzando y escribiendo a pesar de los desalientos, el dolor, las cirugías, y la diálisis diaria hasta que murió a los sesenta y nueve años.

Roberto Bolaño


 

sábado, 17 de junio de 2023

Peter Watson

 


Cuando apareció El corazón de las tinieblas fueron muchos los lectores que mostraron su aversión por Conrad (y tampoco le faltan detractores hoy en día), y esta reacción dice mucho de lo significativo de su obra. Quizá quien mejor haya expuesto este hecho sea Richard Curle, autor de la primera monografía acerca del novelista, publicada en 1914. El estudioso afirma que hay un buen número de gente con la necesidad de creer que el mundo, por horrible que pueda llegar a ser, siempre podrá arreglarse mediante el esfuerzo humano y una filosofía liberal apropiada. A diferencia de las novelas de sus contemporáneos H. G. Wells y John Galsworthy, las de Conrad se burlan de esta opinión, que para él no es más que una ilusión o, en el peor de los casos, el mejor camino para una destrucción desesperada. Recientemente se ha puesto en tela de juicio la moralidad de las obras de Conrad, más que su estética. En 1977, el novelista nigeriano Chinua Achebe lo describió como «un racista sanguinario»; de El corazón de las tinieblas dijo que era una novela que «celebra» la deshumanización de una parte de la especie humana, y en 1993, el crítico cultural Edward Said pensó que Achebe se había quedado corto. Sin embargo, todo indica que la experiencia africana trastornó a Conrad, tanto en lo físico como en lo psíquico. En el Congo conoció a Roger Casement (ejecutado en 1916 por sus actividades en Irlanda), quien, en cuanto funcionario consular británico, escribió un informe en el que se detallan las atrocidades de las que ambos fueron testigos.  Éste visitó a Conrad en 1904 con la intención de lograr su respaldo. Con independencia de cuál sea la relación de Conrad con Marlow, es evidente que se sentía ofendido por la explotación racista e imperialista de África y los africanos que se estaba efectuando en la época. El corazón de las tinieblas representó un papel relevante en el fin de la tiranía de Leopoldo II de Bélgica. Es difícil, tras su lectura, sustraerse a un verdadero terror por la esclavitud y el asesinato, así como a la sensación de horrible inutilidad y culpa que comporta el relato de Marlow. Las palabras finales de Kurtz —«¡El horror! ¡El horror!»— constituyen una escalofriante conclusión de hasta dónde puede llegar (con demasiada facilidad, por desgracia) el darvinismo social.

viernes, 16 de junio de 2023

Paul Auster

 


Cuando llegué a la treintena, pasé por unos años en los cuales todo lo que tocaba se convertía en fracaso. Mi matrimonio terminó en divorcio, mi trabajo de escritor se hundía y estaba abrumado por problemas de dinero. No me refiero simplemente a una escasez ocasional, ni a tener que apretarme el cinturón de cuando en cuando, sino a una falta de dinero continua, opresiva, casi agobiante, que me envenenaba el alma y me mantenía en un inacabable estado de pánico.

    La culpa era solo mía. Mi relación con el dinero siempre había sido imperfecta, enigmática, llena de impulsos contradictorios, y ahora pagaba el precio de negarme a adoptar una posición clara al respecto. Desde siempre, mi única ambición había sido escribir. Lo sabía desde los dieciséis o diecisiete años, y nunca me había hecho ilusiones de que podría ganarme la vida escribiendo. El escritor no «elige una profesión», como el que se hace médico o policía. No se trata tanto de escoger como de ser escogido, y una vez que se acepta el hecho de que no se vale para otra cosa, hay que estar preparado para recorrer un largo y penoso camino durante el resto de la vida. A menos que se resulte ser un elegido de los dioses (y pobre de quien cuente con ello), con escribir no se gana uno la vida, y si se quiere tener un techo sobre la cabeza y no morirse de hambre, habrá que resignarse a hacer otra cosa para pagar los recibos. Yo comprendía todo eso, estaba preparado para ello, no me quejaba. En ese aspecto, tuve una suerte inmensa. No sentía un interés particular por los bienes materiales, y la perspectiva de ser pobre no me asustaba. Lo único que quería era una oportunidad de realizar la obra que sentía en mi interior.

Friedrich Katz

 Junto con Moctezuma y Benito Juárez, Pancho Villa es probablemente el personaje mexicano más conocido en todo el mundo. Las leyendas sobre Villa no sólo abundan en México, sino también en Estados Unidos y aun en otros países. Existen no sólo en la mentalidad, la tradición y las canciones populares, sino en el cine tanto mexicano como hollywoodense. Hay leyendas de Villa el Robin Hood, Villa el Napoleón mexicano, Villa el asesino despiadado, Villa el mujeriego y Villa como el único extranjero que atacó el territorio continental de Estados Unidos desde la guerra de 1812 y salió indemne. Sean correctas o incorrectas, exageradas o verídicas, uno de los resultados de estas leyendas es que el dirigente ha opacado al movimiento y los mitos han opacado al dirigente. Tanta atención se ha centrado en Villa el hombre que las características de su movimiento –que, en muchos sentidos, lo hicieron único en América Latina y, en otros, único dentro de la gama de las revoluciones del siglo XX– han quedado olvidadas o nunca se han estudiado. La División del Norte que Villa comandó fue probablemente el mayor ejército revolucionario que haya surgido jamás en América Latina. La revolución que Villa encabezó fue la única verdadera revolución social que jamás haya tenido lugar en la frontera misma de Estados Unidos. También fue una de las pocas revoluciones auténticas que se han producido en lo que podría describirse como una región fronteriza del continente americano. Tal vez sea aún más excepcional el hecho de que fue uno de los pocos movimientos revolucionarios con los que un gobierno estadounidense trató no sólo de llegar a un acuerdo, sino incluso de forjar una alianza. Igualmente excepcional es que el movimiento de Villa forme parte de una de las pocas revoluciones del siglo XX que aún disfruta de una enorme legitimidad a los ojos de su propio pueblo. Mientras en Rusia Leningrado ha sido rebautizado como San Petersburgo y en China los estudiantes cuestionan la revolución de Mao en la plaza Tiananmén, nadie en México piensa en rebautizar las calles que llevan los nombres de Villa y de otros héroes revolucionarios.


 Un hombre de negocios estadounidense se fue de vacaciones a un pueblecito costero de México, obedeciendo órdenes de su médico.

 Como no podía dormir tras recibir una llamada urgente de la oficina la primera mañana, fue dando un paseo hasta el muelle para tomar el aire. Una pequeña barca con un único pescador acababa de atracar. Dentro había varios atunes de aleta amarilla de gran tamaño. El estadounidense felicitó al mexicano por la calidad de su pescado.

 —¿Cuánto ha tardado en cogerlos? —preguntó.

 —Sólo un ratito —contestó el mexicano en un inglés sorprendentemente fluido.

 —¿Por qué no se queda más tiempo y pesca más? —siguió el estadounidense.

 —Tengo suficiente para mantener a mi familia y dar algunos a amigos —dijo el mexicano mientras los pasaba a una cesta.

 —Pero... ¿qué hace el resto del tiempo?

 El mexicano le miró y sonrió.

 —Me levanto tarde, pesco un poco, juego con mis hijos, me echo la siesta con mi mujer, Julia, y voy al pueblo todas las noches dando un paseo, donde bebo vino y toco la guitarra con mis amigos. Tengo una vida plena y ocupada, señor.

 El estadounidense se rió alzándose cuan alto era.

 —Señor, soy licenciado en administración de empresas por Harvard y puedo ayudarle. Debería pasar más tiempo pescando y, con las ganancias, comprar una barca más grande. En poco tiempo, podría comprarse varias barcas al ser mayor la redada. Con el tiempo tendría una flota de barcos de pesca. En lugar de vender lo que faene a un intermediario, lo vendería directamente al consumidor, hasta abrir su propia enlatadora. Entonces tanto la adquisición del producto como el procesamiento y la distribución estarían en sus manos.

 »Tendría que marcharse de esta pequeña aldea costera de pescadores, claro, y mudarse a Ciudad de México, luego a Los Ángeles y más tarde a Nueva York, desde donde dirigiría su empresa en expansión con un equipo directivo en condiciones.

 El pescador mexicano le preguntó:

 —Pero señor, ¿cuánto tiempo llevará todo eso?

 A lo que el estadounidense respondió:

 —Quince o 20 años. Como mucho 25.

 —¿Pero luego qué, señor?

 El estadounidense se rió y le dijo:

 —Eso es lo mejor. Cuando llegue el momento, anunciaría su salida a bolsa y vendería sus acciones al público, haciéndose muy rico. Ganaría millones.

 —¿Millones, señor? ¿Y luego qué?

 —Luego se jubilaría y se mudaría a un pequeño pueblecito costero, donde se levantaría tarde, pescaría un poco, jugaría con sus hijos, se echaría la siesta con su mujer, Julia, e iría al pueblo todas las noches dando un paseo, para beber vino y tocar la guitarra con sus amigos...


jueves, 15 de junio de 2023

Roland Barthes



 "Escribo por una necesidad de placer que, como es sabido, guarda relación con el encanto erótico. Escribo porque la escritura descentra el habla, el individuo, la persona, realiza un trabajo cuyo origen es indiscernible. Escribo para ser reconocido, gratificado, amado, discutido, confirmado. Escribo para contribuir a agrietar el sistema simbólico de nuestra sociedad. Escribo para producir sentidos nuevos, es decir, fuerzas nuevas, apoderarse de las cosas de una manera nueva, socavar y cambiar la subyugación de los sentidos..."



Mo Yan

 


Durante mi infancia, mi madre se contagió de una enfermedad pulmonar. El hambre, la enfermedad y el cansancio arrastraron a toda la familia hacia el fondo de un abismo oscuro de desesperación. Cada día tenía más claro un terrible presentimiento, me parecía que mi madre podría suicidarse en cualquier momento. Siempre que volvía a casa del trabajo, al entrar por la puerta gritaba el nombre de mi madre en voz alta. Si me respondía, podía acabar tranquilamente ese día; en caso contrario, me ponía muy nervioso, buscaba por todas partes a mi madre, incluso iba a la habitación lateral y al molino para buscar algún rastro de ella. Hubo una vez que después de recorrer todos los lugares posibles, no pude encontrar a mi madre así que me quedé sentado en el patio y me eché a llorar con todas mis fuerzas. Justo en ese momento, vi a lo lejos a mi madre que volvía con un haz de leña. Me expresó el disgusto que le causaba mi llanto y aun así, no le pude explicar lo preocupado que estaba por ella. Madre percibió el secreto de mi corazón y dijo: “Hijo, no te preocupes, aunque se me haya despojado de cualquier alegría en la vida, si no ha llegado el momento no iré al otro mundo”.

Soy genéticamente feo desde que nací, muchas personas de mi pueblo me gastaban bromas en mi cara; unos malvados compañeros de clase incluso me pegaron por esa razón. Un día cuando volví a casa, me eché a llorar con mucha tristeza y Madre dijo: “Hijo, no eres feo. Eres un chico normalito, ¿cómo puedes decir que eres feo? Además, si sigues siendo un joven de buen corazón y sigues haciendo cosas buenas, aunque fueras feo de verdad, te convertirías en un chico guapo”. Cuando me mudé a la ciudad, unas personas que habían recibido una buena educación hacían chistes tontos sobre mi cara, a veces a mis espaldas o incluso delante de mí. En aquellos momentos, las palabras de mi madre regresaban a mi cabeza, me tranquilizaban y me daba cuenta de que era yo el que tenía que pedirles perdón.

Mi madre era analfabeta, por eso respetaba extraordinariamente a las personas con educación. La vida estaba llena de dificultades, no se podían garantizar las tres comidas regulares del día, pero siempre que le pedía que me comprara algún libro o algo de papelería, me lo compraba. Mi madre era una persona trabajadora, odiaba a los jóvenes perezosos, pero siempre que dedicaba mucho tiempo a leer libros y me olvidaba de trabajar, mi madre me lo perdonaba.

miércoles, 14 de junio de 2023

Epicteto

 


¿Quieres ser filósofo? 


Prepárate desde ahora a ser ridiculizado y persuádete de que las gentes ordinarias quieren de ti burlarse y decirte: 

-De un día para otro se volvió filósofo. ¿De dónde acá tanta arrogancia?

Desde ti, que no haya soberbia; pero ataréate fuertemente en las máximas que mejor te han parecido y las más bellas. Y recuerda que, si perseveras en tus propósitos, aquellos que en principio se burlaron de ti, enseguida te aceptarán; mientras que si cedes a sus insultos, serás doblemente burlado.”


Bhagavad Gita


 “El hombre que realiza sus acciones con egoísmo buscando su recompensa, a su debido tiempo obtendrá los frutos en forma de placer, o dolor, o ambos al tiempo quizá. Mas aquél que actúa con desapego renunciando a la recompensa, acumula riquezas para la Eternidad.

 Quiero decir que conocerse a sí mismo en cierta Antigüedad lejos estaba de ser una actitud teórica, o una cerrazón introspectiva. Conocerse era preocuparse por sí mismo, o sea, ocuparse, cuidarse, pero en la práctica concreta y con transformaciones directas de nuestras costumbres cotidianas. Una filosofía de vida. Teoría y práctica no como dos esferas escindidas, sino ensimismadas.

martes, 13 de junio de 2023

John N Gray

  En 1932, Freud se carteó con Einstein, quien le preguntó si alguna vez terminarían las guerras. En este contexto, Freud escribió: «Lo ideal sería, desde luego, una comunidad de hombres que hubieran sometido su vida instintiva a la dictadura de la razón. Ninguna otra cosa sería capaz de producir una unión más perfecta y resistente entre los hombres, aun renunciando a vínculos afectivos entre ellos, pero es muy probable que sea una esperanza utópica». Para Freud la vida humana era un proceso de construcción del ego, no una búsqueda de un yo interior ficticio. Si uno se empeña en buscar su yo verdadero, nunca dejará de sentirse decepcionado. Si uno no tiene un potencial especial, el coste de intentar conseguir que su naturaleza interior dé frutos será una existencia dolorosamente malgastada. Si uno tiene un  talento inusual, este talento sólo le proporcionará la plenitud buscada si los demás también lo encuentran valioso. Hay pocos seres humanos tan infelices como aquéllos que tienen un don especial por el que nadie se interesa. En cualquier caso, ¿quién quiere pasarse la vida sin hacer nada más que esperar a ser reconocido? Gomo escribió John Ashbery: Un talento para la propia realización no te llevará más que hasta el espacio que queda libre junto al depósito de madera, donde se pasa lista. El ideal romántico invita a la gente a buscar su auténtico yo. No existe un tal «yo», pero eso no significa que podamos ser cualquier cosa que queramos. El talento es un don de la fortuna, no algo que podamos elegir. Si uno cree tener un talento que resulta no tener, se convierte en una versión de Salieri, el compositor cuya vida se envenenó con la aparición de Mozart. No es que Salieri no tuviera talento. Durante gran parte de su vida tuvo una carrera exitosa. Pero si hemos de creer el retrato que Pushkiny otros nos han dejado de él, su vida estuvo consumida por la sospecha de que no era más que un impostor. Una sociedad en la que a la gente le han enseñado a ser ella misma tiene que estar forzosamente llena de impostores. La idea de la propia realización es una de las ficciones modernas más destructivas. Sugiere que uno sólo puede florecer en un tipo de vida o en un pequeño número de vidas similares, cuando lo cierto es que todo el mundo puede desarrollarse en una gran variedad de formas. Pensamos que una vida feliz es aquélla que termina en plenitud. Desde Aristóteles, los filósofos nos han animado a pensar de esta manera: mirando hacia atrás. Pero eso significa mirar nuestra vida como si ya hubiera terminado, y nadie sabe cómo acabará su vida. Pasarse los días escribiendo la esquela de la persona que uno habría podido ser parece un extraño modo de vida.

Gary Cox

 Según los existencialistas, la consciencia de la mente es una «nada». No es una cosa en sí, sino una relación. Al igual que un reflejo en el espejo, está compuesta en su totalidad por aquello que refleja. Dado que la consciencia no es nada en sí misma, las personas no son nada en sí mismas. Como ya hemos dicho, nadie es una entidad fija. Al no ser entidades fijas, las personas deben esforzarse constantemente por ser algo, por inventarse a sí mismas mediante las decisiones que toman y las acciones que emprenden. En el caso concreto del ser humano, «la existencia precede a la esencia» se refiere a la idea de que cada persona primero existe, sin un sentido ni un propósito, y a partir de ese momento lucha por otorgarse un sentido y un propósito. La esencia de una persona es no tener más esencia que la que debe inventarse continuamente para sí. Como sostuvo Simone de Beauvoir a lo largo de sus numerosos escritos, «la naturaleza del ser humano es no tener naturaleza».

 Padre, píntame el mundo en mi cuerpo. 

(Canto indígena de Dakota del Sur)

lunes, 12 de junio de 2023

Gabriel Rolón

 


Pocas cosas se parecen tanto a la muerte como el desamor. Por eso no es casual que en psicoanálisis utilicemos el mismo nombre para el trabajo que debe hacer una persona cuando alguien lo deja de amar o cuando muere un ser querido: duelo.

¿Y qué otra cosa es el desamor sino la pérdida del reconocimiento de un otro amado y deseado?
Observemos la reacción de aquel que sufre por esto y veremos su desesperación, su imposibilidad de comprender lo que le está ocurriendo e incluso su sensación de incredulidad. Y en medio de todo esto, por supuesto, la angustia.
La historia es conocida. Goethe se había enamorado perdidamente de una joven que lo abandonó y, con el dolor propio del amante rechazado, su vida se vio invadida por un profundo sufrimiento.
Asediado por las imágenes de su amada, comenzó a escribir una novela:
Las desventuras del joven Werther, en la cual el protagonista es abandonado por la mujer que ama y es tanto su dolor que se suicida. Tal fue el furor causado por esta obra que muchos enamorados rechazados, identificándose con el personaje, optaron por suicidarse. Ante esto que se conoció en su época como «El mal de Werther», el propio autor salió al cruce aludiendo que una cosa era que, ante un desengaño amoroso, alguien escribiera la novela de un joven que se mata por amor —eso es hacer arte del dolor, sublimar— y otra muy distinta es suicidarse porque han dejado de amarnos. Eso es sólo un acto enfermo y trágico.
Obviamente, pocas personas tienen el genio de Goethe, pero lo cierto es que, de todos modos, algo puede hacerse para no quedar atrapado por la angustia que genera la falta de reconocimiento

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