lunes, 27 de octubre de 2025

 A lo largo y ancho de internet, los investigadores encontraron 949 anuarios escaneados por escuelas secundarias estadounidenses, que abarcaban los años comprendidos entre 1905 y 2013. Ello incluía decenas de miles de retratos de estudiantes de último curso. Con  programas informáticos, los investigadores crearon una cara «promedio» a partir de las imágenes de cada década. Dicho de otro modo, calcularon la ubicación y configuración media de la nariz, los ojos, los labios y el pelo de las personas. A continuación, vemos las caras promedio de todo el siglo pasado, desglosadas por género:

 
¿A que algo llama la atención? Los estadounidenses —en particular las mujeres— empezaron a sonreír. Pasaron de adoptar una expresión rígida a principios del siglo xx  a mostrarse radiantes al final. 
¿A qué se debió el cambio? ¿Aumentó la felicidad de los estadounidenses? 
Pues no. Otros estudiosos han ayudado a responder esta pregunta. Y el motivo, al menos para mí, es fascinante.  Cuando se inventó la fotografía, se la relacionaba con la pintura. No se la podía comparar con nada más. Así, los retratados fotográficos copiaban a los retratados en pintura.[79] Como los que posaban para un cuadro adoptaban una expresión seria, al no poder mantener una sonrisa durante las muchas horas que llevaba pintarlo, los retratados en las fotos hacían lo mismo. 
¿Qué inspiró finalmente  el cambio? Negocios, ganancias y, claro, mercadotecnia. A mediados del siglo xx, los directivos de Kodak, la empresa de cámaras y rollos de películas, no estaban satisfechos con el escaso número de fotos que hacía la gente, así que crearon una estrategia para que hicieran más. Las campañas de Kodak empezaron a asociar las fotos con la felicidad. El objetivo era que la gente se habituara a hacer  fotos para mostrar a los demás lo bien que lo pasaba. Las fotos sonrientes del anuario son el resultado de esa exitosa campaña (al igual que la mayoría de las fotos que hoy en día se ven en Facebook e Instagram). 
Pero las fotos convertidas en datos pueden decirnos mucho más que cuándo los estudiantes de último curso de secundaria empezaron a decir «whiskey». De un modo sorprendente, las imágenes  pueden ser capaces de decirnos cómo va la economía.
Stephen Davidowiz 

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