El hombre no es el más vicioso de los animales: una refutación a la visión bélica de Donald Trump
Donald
Trump afirmó en una de sus declaraciones más provocadoras: “El hombre
es el más vicioso de todos los animales, y la vida es una serie de
batallas que terminan en victoria o derrota.”
Esta
frase, más allá de su tono sentencioso, condensa una visión
antropológica y moral que reduce la existencia humana a la lucha, la
agresión y la competencia.
La naturaleza humana,
lejos de ser esencialmente destructiva, se caracteriza por la
cooperación, la empatía y la construcción de sentido compartido.
II. La falacia del hombre como “animal vicioso”
Desde una perspectiva biológica, la idea de que el ser humano es el más vicioso de los animales carece de sustento empírico.
El
etólogo Frans de Waal, en Primates and Philosophers: How Morality
Evolved (2006), demuestra que la moralidad y la cooperación tienen
raíces evolutivas que anteceden a la cultura humana. En sus estudios con
primates, De Waal observó conductas de empatía, reconciliación y ayuda
mutua, lo cual desmiente la noción de una naturaleza exclusivamente
violenta.
En este sentido, la agresión es tan
natural como la compasión, y ninguna puede definirse como el núcleo
esencial del ser humano sin caer en reduccionismos.
Por
su parte, Steven Pinker, en The Better Angels of Our Nature (2011),
documenta una disminución histórica de la violencia gracias al
desarrollo de instituciones, leyes y valores racionales. Si el hombre
fuera el más vicioso de los animales por naturaleza, la historia
reciente mostraría una tendencia opuesta. La evolución moral, entonces,
no solo es posible: es observable.
III. La vida más allá de la lógica de la batalla
La
concepción de la vida como una serie de batallas implica una lectura
hobbesiana del mundo. Thomas Hobbes, en Leviatán (1651), describió el
estado de naturaleza como una guerra de todos contra todos (bellum
omnium contra omnes), donde la vida sería “solitaria, pobre,
desagradable, brutal y corta”.
Sin embargo, el
propio Hobbes reconoce que la razón lleva al ser humano a buscar la paz
mediante el pacto social, pues solo en la convivencia puede
desarrollarse una vida digna.
La frase de Trump, en cambio, absolutiza el conflicto, ignorando que la cooperación es condición de toda civilización.
La
filósofa Hannah Arendt, en La condición humana (1958), sostiene que la
acción política y la pluralidad son las expresiones más elevadas de la
vida humana. No actuamos para vencer a otros, sino para crear un mundo
común. Desde esta perspectiva, reducir la existencia a la competencia
equivale a negar la dimensión más propiamente humana: la capacidad de
actuar en conjunto y de construir significados compartidos.
IV. La empatía y la moral como fundamentos biológicos y éticos
Los
avances en neurociencia respaldan la idea de que la empatía es una
función natural del cerebro humano. Antonio Damasio, en El error de
Descartes (1994), demuestra que las emociones son esenciales para la
razón moral y para la toma de decisiones éticas. La moralidad, lejos de
ser una convención social artificial, se sustenta en mecanismos
neurobiológicos que favorecen la cooperación.
Asimismo,
Matthieu Ricard, en El altruismo (2013), plantea que la compasión no
solo es posible, sino entrenable. La evolución cultural del ser humano,
argumenta, depende de su capacidad para cultivar el altruismo y expandir
el círculo de empatía hacia otros seres vivos.
De
este modo, la afirmación de Trump no solo resulta científicamente
infundada, sino también moralmente empobrecedora, pues desconoce el
potencial ético de la humanidad.
V. Conclusión
La
visión de Donald Trump, según la cual el hombre es el más vicioso de
los animales y la vida una serie de batallas, expresa una ideología que
privilegia la competencia y la dominación como ejes del sentido humano.
Sin
embargo, tanto la evidencia científica como la reflexión filosófica y
ética demuestran que la cooperación, la empatía y la creatividad son
fuerzas más poderosas y representativas de nuestra especie que la
violencia.
La historia del progreso humano no se ha construido sobre la victoria individual, sino sobre la colaboración colectiva.
Por
ello, afirmar que la vida es una guerra es desconocer su verdadera
naturaleza: un entramado de vínculos, significados y afectos que solo
pueden florecer en la paz.
Como señaló Albert
Schweitzer: “La ética consiste en sentir respeto por la vida.” Ese
respeto —no la victoria sobre el otro— constituye la más alta expresión
de lo humano.
---
Bibliografía
Arendt, Hannah. La condición humana. Barcelona: Paidós, 1993 [1958].
Damasio, Antonio. El error de Descartes. Barcelona: Crítica, 1994.
De Waal, Frans. Primates and Philosophers: How Morality Evolved. Princeton: Princeton University Press, 2006.
Hobbes, Thomas. Leviatán. Madrid: Alianza Editorial, 1989 [1651].
Pinker, Steven. The Better Angels of Our Nature: Why Violence Has Declined. Nueva York: Viking, 2011.
Ricard, Matthieu. El altruismo: La fuerza del bien en el siglo XXI. Barcelona: Urano, 2013.
Schweitzer, Albert. Civilization and Ethics. Nueva York: Prometheus Books, 1987 [1923].
No hay comentarios:
Publicar un comentario