martes, 21 de octubre de 2025

 El límite de la razón: cuando el pensamiento encuentra lo inalcanzable


A medida que avanzamos en nuestro intento de comprender el mundo, hay un momento inevitable en que la razón se topa con un límite infranqueable. Karl Jaspers, uno de los grandes pensadores del siglo XX, nos recuerda que, por mucho que intentemos explicar, analizar y racionalizar, hay preguntas para las cuales no encontraremos respuestas definitivas. Este límite no es un fracaso del pensamiento; es la evidencia de nuestra finitud como seres humanos.

Podemos estudiar la naturaleza, desentrañar las leyes del universo, analizar la historia y entender la conducta humana. Sin embargo, hay cuestiones que escapan a cualquier explicación lógica: ¿por qué existe algo en lugar de nada? ¿Cuál es el sentido último de la vida? ¿Qué significa ser consciente de nuestra propia existencia? Al enfrentarnos a estas preguntas, nos encontramos con un muro invisible que no podemos atravesar con la razón.

Jaspers no planteaba este límite como desesperanza, sino como un punto de partida. Reconocer que no todo puede ser comprendido nos confronta con nuestra propia existencia y nos invita a vivir de manera auténtica. Cuando la razón se detiene, la existencia toma protagonismo: nuestras decisiones, nuestra libertad, nuestro sentido de responsabilidad y nuestra manera de relacionarnos con el mundo se vuelven el terreno donde podemos actuar plenamente.

En este espacio donde la lógica falla, surgen otras formas de conocimiento: la introspección, la experiencia directa, la intuición y la apertura al misterio. Allí, entre lo conocido y lo inefable, descubrimos que vivir no es solo responder preguntas, sino abrazar la incertidumbre con conciencia y valentía. La razón tiene su frontera, pero lo que empieza donde ella termina es la aventura de la existencia misma.

Aceptar este límite no nos debilita; nos fortalece. Nos recuerda que ser humanos es ser finitos y, al mismo tiempo, infinitamente capaces de crear significado, incluso frente a lo que jamás comprenderemos del todo. En ese reconocimiento se encuentra la auténtica libertad: la de vivir sin la ilusión de control absoluto, pero con la certeza de que nuestra vida, limitada y breve, tiene un valor profundo.

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