lunes, 23 de diciembre de 2019

Pascal Mercier

"Era, sin duda, un joven lleno de orgullo, pero ese orgullo era tan desmedido, tan indomable, que uno dejaba de lado toda resistencia y lo contemplaba con asombro como una maravilla de la naturaleza, que obedecía sus propias leyes. Los que lo amaban lo veían como un diamante en bruto, una piedra preciosa sin pulir. Los que lo rechazaban se escandalizaban ante su falta de respeto, que podía ser dañina; ante su autosuficiencia muda pero evidente, como la de aquellos que poseen más rapidez, más claridad, más brillo que los otros, y lo saben. Veían en él al atrevido joven de la nobleza favorecido por el destino, colmado de dones: no sólo dinero, también talento, belleza y encanto, todo esto sumado a una melancolía irresistible que lo convertía en el favorito de las mujeres. Era injusto que uno hubiera recibido tanto más que los otros, no era equitativo y lo convertía en el blanco de la envidia y la mala voluntad de muchos. Y también había quienes se maravillaban secretamente. Nadie podía cerrar los ojos a la realidad de que era un joven a quien le había sido concedido el don de conmover al cielo.

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