(…) “Fellini fue
enviado a una escuela de párvulos dirigida por las hermanas de San
Vicente, quienes también mantenían una escuela primaria. Los recuerdos
de sus primeros años, dijo una vez Fellini, se componían de una especie
de vibración, pero de vez
en cuando, de una vaguedad vibratoria surgía una imagen clara. Una
de ellas tenía que ver con una Hermana de la escuela que le tenía
afecto y lo abrazaba con frecuencia Era joven y olía a jabón rancio.
Fellini considera que la experiencia le proporcionó su primer sentimiento
sexual. La Hermana le acariciaba la espalda mientras lo abrazaba,
y los olores que emanaban de ella –cáscaras de patatas, caldo
rancio, el almidón de sus hábitos- lo acompañaban
hasta tal punto que, mucho tiempo después, dijo, el olor de
cáscaras de patatas lo enervaba.
No todas las Hermanas eran tan
bondadosas con él. Una que usaba gafas como las de Harold Lloyd, le
advertía, mientras él llevaba una vela en una procesión: “No
dejes que la vela se apague, porque a Jesús no le gustará.”
Soplaba un viento muy fuerte,
y se sintió abrumado con la responsabilidad de mantener encendida
la vela. Se preguntó qué le haría. La procesión de niños comenzó a
moverse en medio de una multitud de monjes, sacerdotes y monjas.
- De pronto –dijo Fellini-
se elevó un cántico melancólico y monótono. Todo eso me asustó. Estallé
en sollozos.
Esos primeros recuerdos religiosos
tendrían sus efectos posteriores.”
(…) “Una mañana,
Federico jugaba en el huerto cuando oyó un extraño ruido sordo. La
pared del edificio se elevaba poco a poco, y dejaba ver el interior
de un teatro. Aterrorizado se acercó y vio palcos dorados, y lo que
parecía ser una locomotora colgada de cuerdas. Fue su primera visión
de un teatro.
Más o menos por la misma época,
descubrió el cine. Fue llevado al cinematógrafo local, el Fulgor,
por Urbano (su padre), quien, como la sala se hallaba repleta, tuvo que sentar a Federico en su regazo.
Hacía calor, y alguien se la pasaba rociando con un antiséptico que
le irritó a éste la garganta.
- En ese ambiente un tanto opiáceo
–rememoró-, recuerdo las imágenes amarillentas de la pantalla,
de una multitud de gente en el infierno, de sacerdotes en una amplia
habitación con bancos de madera, de iglesias.
Cuando ingresó en la escuela
primaria, a los 7 años, mostró aptitud para el dibujo. Esto encantó
a su madre, a quien le agradaba dibujar un poco por su parte, pero
no impresionó mayormente a su padre, quien ya veía a su hijo como
un candidato potencial para el foro. En casa, Federico se pasaba horas
enteras dibujando con lápices y tizas en cualquier superficie que
podía hallar.
Ese año (1927) llegó a Rímini
el circo Pierino, y Federico fue llevado por su padre a una función
de la tarde.http://www.revistadeartes.com.ar/revistadeartes%204/fellini.htm
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