“La educación que tenemos roba a los jóvenes la conciencia, el tiempo y la vida” -Entrevista con Claudio Naranjo
Cuando uno escucha a este psiquiatra chileno da la sensación de estar frente al Jean-Jacques Rousseau de nuestro tiempo.
Cuenta que estaba bastante dormido hasta
que en los años 60 se fue a vivir a EE.UU., allí fue discípulo de Fritz
Perls, uno de los grandes terapeutas del siglo XX y formó parte del
equipo del Instituto Esalen en California. Allí tuvo grandes
experiencias en el mundo terapéutico y en el mundo espiritual. Contactó
con el sufismo y se convirtió en uno de los introductores de Eneagrama
en occidente. También bebió del budismo tibetano y el zen.
Claudio Naranjo ha dedicado su vida a la
investigación y a la docencia en Universidades como Hardvard y
Berkeley. Ha fundado el programa SAT, una integración de la terapia
Gestalt, el Eneagrama y la Meditación para enriquecer la formación de
profesores. En este momento está lanzando un aviso muy contundente: o
cambiamos la educación o este mundo se va a pique.
-Dices que para cambiar el mundo hay que cambiar la educación ¿cuál es la problemática de la educación y cuál es tu propuesta?
-La problemática en la educación no es
de ninguna manera la que a los educadores les parece que es. Creen que
los estudiantes ya no quieren lo que se les ofrece. A la gente se le
quiere forzar a una educación irrelevante y se defiende con trastornos
de la atención, con desmotivación. Yo pienso que la educación no está al
servicio de la evolución humana sino de la producción o más bien de la
socialización. Esta educación sirve para domesticar a la gente de
generación en generación para que sigan siendo unos corderitos
manipulables por los medios de comunicación. Esto es socialmente un gran
daño. Se quiere usar la educación como una manera de meter en la cabeza
de la gente una manera de ver las cosas que le conviene al sistema, a
la burocracia. Nuestra mayor necesidad es la de una educación para
evolucionar, para que la gente sea lo que podría ser.
La crisis de la educación no es una
crisis más entre las muchas crisis que tenemos, sino que la educación
está en el centro del problema. El mundo está en una crisis profunda
porque no tenemos una educación para la conciencia. Tenemos una
educación que en cierto modo le está robando a la gente su conciencia,
su tiempo y su vida.
El modelo de desarrollo económico de hoy ha eclipsado el desarrollo de la persona.
-¿Cómo sería una educación para que seamos seres completos?
-La educación enseña a la gente a pasar
exámenes, no a pensar por si misma. En un examen no se mide la
comprensión, se mide la capacidad de repetir. ¡Es ridículo, se pierde
una cantidad tan grande de energía! En lugar de una educación para la
información, se necesitaría una educación que se ocupe del aspecto
emocional y una educación de la mente profunda. A mi me parece que
estamos presos entre una alternativa idiota, que es la educación laica y
una educación autoritaria que es la educación religiosa tradicional.
Está bien separar Estado e Iglesia pero, por ejemplo en España, han
echado por la borda el espíritu como si religión y espíritu fueran la
misma cosa. Necesitamos que la educación atienda también a la mente
profunda.
-¿Cuándo hablas de espiritualidad y de mente profunda a qué te refieres exactamente?
-Tiene que ver con la conciencia misma.
Tiene que ver con aquella parte de la mente de la que depende el sentido
de la vida. Se está educando a la gente sin ese sentido. Tampoco es la
educación de valores porque la educación de valores es demasiado
retórica e intelectual. Los valores deberían ser cultivados a través de
un proceso de transformación de la persona y esta transformación está
muy lejos de la educación actual.
La educación también tiene que incluir
un aspecto terapéutico. Desarrollarse como persona no se puede separar
del crecimiento emocional. Los jóvenes están muy dañados afectiva y
emocionalmente por el hecho de que el mercado laboral se traga a los
padres y ya no tienen disponibilidad para los hijos. Hay mucha carencia
amorosa y muchos desequilibrios en los niños. No puede aprender
intelectualmente una persona que está dañada emocionalmente.
Lo terapéutico tiene mucho que ver con
devolverle a la persona la libertad, la espontaneidad y la capacidad de
conocer sus propios deseos. El mundo civilizado es un mundo domesticado y
la enseñanza y la crianza son instrumentos de esa domesticación.
Tenemos una civilización enferma, los artistas se dieron cuenta hace
mucho tiempo y ahora cada vez más los pensadores.
-A la educación parece solo interesarle desarrollar la parte racional de la gente ¿Qué otras cosas podrían desarrollarse?
-Yo pongo énfasis en que somos seres con
tres cerebros: tenemos cabeza (cerebro intelectual), corazón (cerebro
emocional) y tripas (cerebro visceral o instintivo). La civilización
está íntimamente ligada por la toma de poder por el cerebro racional.
Con el momento en que los hombres predominaron en el dominio político,
unos 6000 años atrás, se instaura esto que llamamos civilización. Y no
es solamente el dominio masculino ni el dominio de la razón sino también
de la razón instrumental y práctica, que se asocia con la tecnología;
es este predominio de la razón instrumental sobre el afecto y sobre la
sabiduría instintiva lo que nos tiene tan empobrecidos. La plenitud la
puede vivir sólo una persona que tiene sus tres cerebros en orden y
coordinados. Desde mi punto de vista necesitamos una educación para
seres tri-cerebrados. Una educación que se podría llamar holística o
integral. Si vamos a educar a toda la persona, hemos de tener en cuenta
que la persona no es solo razón.
Al sistema le conviene que uno no esté
tanto en contacto consigo mismo ni que piense por sí mismo. Por mucho
que se levante la bandera de la democracia, se le tiene mucho miedo a
que la gente tenga voz y tenga conciencia.
La clase política no está dispuesta a apostar por la educación.
La clase política no está dispuesta a apostar por la educación.
-La educación nos sumerge en un
mar de conceptos que nos separan de la realidad y nos aprisiona en
nuestra propia mente ¿Cómo se puede salir de esa prisión?
-Es una gran pregunta y es una pregunta necesaria en el mundo
educacional. La idea de que lo conceptual sea una prisión requiere una
cierta experiencia de que la vida es más que eso. Para uno que ya tiene
el interés en salir de la prisión de lo intelectual, es muy importante
la disciplina de detener la mente, la disciplina del silencio, como se
practica en todas las tradiciones espirituales: cristianismo, budismo,
yoga, chamanismo… Parar los diálogos internos en todas las tradiciones
de desarrollo humano ha sido visto como algo muy importante. La persona
necesita alimentarse de otra cosa que conceptos. La educación quiere
encerrar a la persona en un lugar donde se la somete a una educación
conceptual forzada, como si no hubiera otra cosa en la vida. Es muy
importante, por ejemplo, la belleza. La capacidad de reverencia, de
asombro, de veneración, de devoción. No tiene que ver necesariamente con
una religión o con un sistema de creencias. Es una parte importante de
la vida interior que se está perdiendo de la misma manera en que se
están perdiendo los espacios bellos de la superficie de la Tierra, a
medida que se construye y se urbaniza.
-Precisamente quería preguntarte tu opinión sobre la crisis ecológica que vivimos.
-Es una crisis muy evidente, es la
amenaza más tangible de todas. Se puede prever fácilmente que con el
calentamiento de la Tierra, con el envenenamiento de los océanos y otros
desastres que están pasando, no vamos a poder sobrevivir tantas
personas como las que somos ahora.
Estamos viviendo gracias al petróleo y
consumimos más recursos de los que la tierra produce. Es una cuenta
atrás. Cuando se nos acabe el combustible será un desastre para el mundo
tecnológico que tenemos.
La gente a la que llamamos más primitiva
como los indígenas tienen una forma de tratar a la naturaleza que no
viene del sentido utilitario. En la ecología como en la economía y otras
cosas, hemos querido prescindir de la conciencia y funcionar sólo con
argumentos racionales y eso nos está llevando al desastre. La crisis
ecológica sólo puede pararse con un cambio de corazón, verdadera
transformación, que sólo la puede dar un proceso educativo. Por eso no
tengo mucha fe ni en las terapias ni en las religiones. Solo una
educación holística podría prevenir el deterioro de la mente y del
planeta.
-¿Podríamos decir que has encontrado un equilibrio en tu vida a esas alturas?
-Yo diría que cada vez más, aunque no he
terminado el viaje. Soy una persona que tiene mucha satisfacción, la
satisfacción de estar ayudando al mundo en el que estoy. Vivo feliz, si
se puede ser feliz en esa situación trágica en la que estamos todos.
-Desde tu experiencia, tu trayectoria y tu madurez, ¿cómo procesas el hecho de la muerte?
-En todas las tradiciones espirituales
se aconseja vivir con la muerte al lado. Hay que hacerse a esa evidencia
de que somos mortales y creo que el que toma la muerte en serio no será
tan vano. No tienes tanto miedo a cosas pequeñas cuando hay una cosa
grande de la cual preocuparte más. Yo creo que la muerte sólo puede
superarla uno que en cierto modo muere antes de morir. Uno tiene que
morir a la parte mortal, a la parte intrascendente. Los que tienen
suficiente tiempo y vocación y que llegan suficientemente lejos en este
viaje interior se encuentran tarde o temprano con su verdadero ser. Y
ese ser interior o ese ser lo que uno es, es algo que no tiene tiempo y
que le da a una persona una cierta paz o un sentido de invulnerabilidad.
Estamos muy absortos en nuestra vida cotidiana, en nuestros
pensamientos de alegría, tristeza, etc… No estamos en nosotros, no
estamos atentos a quien somos. Para eso necesitamos estar muy en
sintonía a nuestra experiencia del momento. Esta es la condición humana,
estamos viviendo hacia el pasado y el futuro, el aspecto horizontal de
nuestra vida. Pero poco atentos a la dimensión vertical de nuestra vida,
el aspecto más alto y más profundo, eso es el espíritu y es nuestro ser
y la llave para acceder es el aquí y ahora.
A veces vamos en busca del ser y a veces nos confundimos en la búsqueda de otras cosas menos importantes como la gloria.
Entrevista a Claudio Naranjo, psiquiatra chileno
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