¿Puedo llamarle poeta?
Joan Margarit: ¿Cómo iba a llamarme, si no?
¿Qué es un poeta?
Uno que busca la verdad.
Como el filósofo, pues.
El filósofo la presiente. El poeta la caza con el revólver del lenguaje, cargado siempre con seis balas.
¿Qué tipo de verdad caza?
Verdades universales, la que cualquiera en cualquier sitio reconoce. ¡No existe poesía sin un lector que entienda el poema!
¿Y si el lector no lo entiende, qué?
Entonces es culpa del presunto poeta.
¿Por eso hay pocos lectores de poesía?
Por eso y también porque la poesía no regala nada: pide del lector una disposición, un mínimo adiestramiento del instrumento. Si lo hay, cada poema será una partitura interpretada por el lector: ¡habrá poesía!
¿Y para qué sirve la poesía?
Para ser más feliz. Misteriosamente. La poesía imparte conocimiento y consuelo. Es nuestra última casa de misericordia.
¿Cómo es eso?
Uno entra con un problema en un poema… y sale de él menos desgraciado. Entras con algún desorden y sales algo más ordenado. ¿Qué ha pasado ahí dentro? Misterio. ¡Nadie lo sabe, pero la poesía ha operado!
¿Existe algo que la poesía no consuele?
No. El buen poema, por bello que sea, será cruel. La intemperie es dura…, ¡pero más dura es sin poemas!
Está la muerte…
La vida – la poesía-impone orden al desorden que es la muerte. Mientras mi hija Joana agonizaba, yo escribía.
¿Se puede escribir bien sin distancia?
La regla es que no…, pero la infringí. “Si escribo que lloro, no estoy llorando”, enseñó Voltaire. Pero toda regla tiene excepciones.
¿Cuándo supo usted que sería poeta?
Hacia los 18 años tuve la convicción. ¡Puedes equivocarte… y perder la vida! Yo estuve a punto…, hasta que entendí: no escribir en mi lengua materna hacía imposible un buen poema mío. Pero ya tenía publicado un primer libro… que hoy odio.
¿Por qué?
Creía que la poesía era una catedral. Hoy sé que la poesía es la áspera cripta.
¿Qué hace del poema un buen poema?
Buen poema es el que lees infinitas veces sin cansarte, saliendo siempre mejor de lo que entraste. ¿Por qué? ¡Ni puñetera idea! Sales, misteriosamente, más feliz. Yo ya nunca digo feliz sin añadir misteriosamente.
¿Antítesis de felicidad es sufrimiento?
¡No! El sufrimiento puede hacerte un agujero… y puedes seguir avanzando igual de feliz ¡o más!: por un agujero puedes ver cielo. El enemigo de la felicidad es el fango, atascar el pie en el fango de envidias y miedos.
¿Cuándo es la poesía más necesaria?
Cuanto más duro sea el momento.
¿Qué consejo de oro regalaría a un joven poeta?
No olvides que pisas terreno de alto riesgo (aunque aparente ser inocuo). Un buen poema mejora el mundo, un mal poema lo empeora, nos perjudica a todos: ¡cuidado!
¿De dónde salen los poemas?
El mundo está lleno de poemas, y vas descubriéndolos: ser poeta es un modo de vivir.
Pero no se escriben solos.
Cierto: una vez aislado eso que a ti te conmueve y que entiendes que puede conmover a todos, te toca hallar las palabras que lo digan con exactitud y concisión. De tal modo que, una vez culminado el poema, si le añades o quitas algo, el poema se deshace.
¿Qué alimenta más, el pan o la poesía?
No los separe: sea sensato. Todo lo que pasa por la mente deja huella en el cuerpo, y viceversa: decir alma es decir cuerpo. Por cierto, yo supe qué era el pan viendo La cesta de pan,de Dalí: ¡por eso ese cuadro es poesía!
Extracto de una entrevista con Joan Margarit, premio Nacional de Poesía 2008. Publicada en La Vanguardia
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