lunes, 7 de abril de 2025

 Dadas las dimensiones de Atenas, su democracia fue un logro extraordinario y único. No a todos les gustaba (Platón, de hecho, la condenó) y su funcionamiento era diferente del de las democracias parlamentarias de nuestros días. (Repitamos el argumento de Peter Jones: las democracias modernas son oligarquías electivas). Y ésta es una de las razones por la que otra idea griega, la retórica, no sobrevivió. Retórica era una forma de hablar, discutir y persuadir, que era esencial en una democracia de grandes asambleas que carecían de micrófonos y en las que era necesario convencer a los demás durante el debate. La retórica desarrolló sus propias reglas y fomentó espectaculares exhibiciones de elocuencia y mnemotecnia, lo que ejerció una profunda influencia sobre la evolución de la literatra clásica. En las oligarquías electivas, en cambio, la etiqueta política está más interiorizada (y es más cínica) y ello hace que la retórica carezca de verdadero espacio: para los oídos modernos, cualquier ejercicio retórico suena forzado y artificial.

Peter Watson 


 

sábado, 5 de abril de 2025

 “Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.

Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.

Que no se enoje la felicidad por considerarla mía. (…) 

Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo el primero.

Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.

Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.

Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco de un minué.

Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño a las cinco de la mañana.

Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces”.


- Wisława Szymborska


 

 Todo el mundo recuerda que Copérnico desplazó a la tierra del centro del universo pero, como puede advertirse en el fragmento que acabamos de citar, hay otras dos cosas sobresalientes. La primera es que él sólo estaba diciendo lo que había dicho Aristarco dos mil años antes. La segunda es que afirmaba que los cielos —la esfera de las estrellas fijas— estaban muchísimo más allá de lo que todos pensaban (cuarto postulado), algo que en términos teológicos no era menos importante que su idea de que la tierra no era el centro del universo. Ésta era una propuesta escandalosa y desconcertante pero, a diferencia de Aristarco, antes de que pasara mucho tiempo a Copérnico se le creyó. Una razón para su alta credibilidad era un conjunto de argumentos adicionales que conseguían dar cuenta de las observaciones de la gente. Copérnico afirmaba que la tierra tenía tres movimientos diferentes. En primer lugar, el planeta giraba cada año describiendo un gran círculo alrededor del sol. En segundo lugar, giraba sobre su propio eje. Y en tercer lugar, hay una variación en la posición de la tierra con respecto al sol. Todo esto, afirmó Copérnico, implicaba que el movimiento aparente del sol no era uniforme. En cierto sentido, ésta era la parte más ingeniosa de su razonamiento: durante siglos, la gente se había preguntado por qué el verano no duraba lo mismo que el invierno, y por qué los equinoccios no ocurrían a medio camino a lo largo del año, o a medio camino entre los solsticios. La respuesta verdadera, por supuesto, era que los planetas, incluyendo la tierra, no se movían en órbitas circulares sino en órbitas elípticas. Pero sin la observación de Copérnico sobre los movimientos relativos de la tierra y el sol habría sido imposible comprender este hecho crucial (sobre el que volveremos a continuación).

Las nuevas ideas de Copérnico, sistematizadas en su Sobre las revoluciones de los orbes celestes, al que comúnmente se conoce por su título latino como De revolutionibus, tenían muchos vacíos. Por ejemplo, todavía creía en la idea medieval de que los planetas estaban fijados a las superficies de gigantescas esferas de cristal huecas y concéntricas. Más allá de eso, sin embargo, Copérnico consiguió lo que se proponía: librarse del desorden y reemplazar los complicados epiciclos de Ptolomeo.[2150]

Aunque De revolutionibus iniciaría una revolución, en un primer momento no se lo consideró un libro incendiario. Tras decidirse a poner sus ideas por escrito, Copérnico envió el manuscrito al papa y el pontífice hizo circular el texto entre clérigos estudiosos, que recomendaron su publicación. Y aunque al final su impresor fuera protestante, las novedosas ideas de Copérnico fueron consideradas «perfectamente respetables» durante todo el siglo XVI. No fue hasta 1615 que alguien se quejó de ellas afirmando que contradecían la teología convencional

Peter Watson 


 

 Nos despedimos en silencio. Pero cuando se había alejado unos pasos, se detuvo por un instante, se dio vuelta a medias, casi con timidez, y en su mirada me pareció advertir 

pena, ternura y desesperación. Pensé en correr hacia ella y en besar su cara ajada, sus ojos llorosos, su boca amargada; y en pedirle, en rogarle, que nos viéramos, que me 

permitiese estar cerca. Pero me contuve. Bien sabía que era utópico y que nuestros destinos tendrían que proseguir sin encontrarse, hasta la muerte. 

Ernesto Sabato



 

viernes, 4 de abril de 2025

 Hay muchos autores romanos a quienes ahora veneramos como clásicos por derecho propio: Apuleyo en la novela; Catulo, Virgilio, Horacio, Ovidio y Marcial en la poesía; Terencio, Séneca y Plauto en el teatro; Cicerón, Salustio, Plinio y Tácito en la historia. Cada uno de estos autores consiguió, de algún modo, superar a sus predecesores griegos. Pero pese a lo instructivos y entretenidos que puedan ser, sus obras no constituyen las innovaciones intelectuales más importantes del mundo romano. En lo que se refiere a nuestras vidas cotidianas, las dos ideas más valiosas de Roma son el republicanismo, o democracia representativa, y el derecho. La democracia directa, como hemos visto, fue una invención griega, pero debemos reconocer que tal modelo no cuenta con imitadores en el mundo moderno, mientras que la democracia representativa se ha incorporado a las constituciones de las distintas repúblicas que empezaron a surgir desde el siglo XVIII y que hoy se extienden desde Argentina hasta Rusia y Estados Unidos de América. En la antigua Roma, la política era acordada por el senado y era puesta en práctica por los magistrados con imperium, una noción especialmente romana.[895] Los antiguos reyes, y después la aristocracia, y después los magistrados, tenían todos imperium, «un concepto clave que designa el derecho reconocido a dar órdenes a quienes tenían un estatus inferior y a esperar ser obedecido… Este poder nunca estuvo bien definido y era demasiado amplio y arbitrario. Desde el principio, un modo fundamental de expresar este imperium era imponer mediante la guerra la autoridad de quien lo tenía y la de Roma en las comunidades vecinas que, se consideraba, lo desafiaban». La conquista fue un elemento integral de la idea que los romanos tenían sobre sí mismos.

Peter Watson 

 Si cierras tu mente con juicios

    y traficas con deseos,
    tu corazón se turbará.
    Si libras tu mente de juicios
    y no te dejas arrastrar por los sentidos,
    tu corazón hallará paz.
    Ver en la oscuridad es claridad.
    Saber ceder es fortaleza.
    Usa tu propia luz
    para retornar a la fuente de la luz.
    Esto es practicar la eternidad.

Lao Tse


 


«Las casualidades nos empujan a diestra y siniestra, y con ellas construimos nuestro destino, porque somos nosotros quienes lo trenzamos como tal. Hacemos de ellas nuestro destino porque hablamos. Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla. Este 'nos' debe entenderse como un complemento directo. Somos hablados y, debido a esto, hacemos de las casualidades que nos empujan algo tramado. Hay, en efecto, una trama - nosotros la llamamos nuestro destino.»


*Jacques Lacan,

lunes, 31 de marzo de 2025

 



 Haruki Murakami preguntó una vez:

"¿Acaso existe un anhelo humano más triste que desear una segunda oportunidad en algo?"

Y la respuesta es simple: no, no la hay.

Porque nada duele más que querer volver atrás,
pero saber que el tiempo no hace excepciones.
Querer decir lo que callaste.
Corregir el error que te persigue.
Abrazar a quien ya no está.

Pero la vida no pone pausa.
No espera. No regresa.

Solo sigue. Y sigue. Y sigue.

Y un día despiertas y entiendes que lo que perdiste…
se perdió para siempre.

Así que si aún tienes tiempo, úsalo.
Si hay algo que necesitas decir, díselo.
Si hay algo que quieres hacer, hazlo.

Porque cuando el momento se va…
lo único que queda es el anhelo más triste de todos.

 


domingo, 30 de marzo de 2025






 

 A la mente orgullosa y racional, instalada en sus certezas y embriagada de su brillantez, no le cuesta nada ignorar el error y barrer todo debajo de la alfombra. Los filósofos existencialistas, empezando por Søren Kierkegaard, señalaron este modo de vida como «inauténtico». Una persona inauténtica sigue percibiendo las cosas y actuando de formas que su propia experiencia ha demostrado que son falsas. No habla con su propia voz. «¿Ha ocurrido lo que quería? No. Entonces, o bien mi objetivo o bien mi estrategia no eran adecuados. Me quedan todavía cosas por aprender». Esa es la voz de la autenticidad.

«¿Ha ocurrido lo que quería? No. Entonces, el mundo es injusto, y la gente, celosa y demasiado estúpida como para comprender. Es culpa de algo o de alguien». Esa es la voz de lo inauténtico. De ahí no queda mucho para llegar a «tendrían que desaparecer», «hay que hacerles daño» o «hay que destruirlos». Cuando escuchas cosas que resultan de una brutalidad incomprensible, entonces es que este tipo de ideas se ha manifestado.
No puede achacarse nada de esto a la inconsciencia o a la represión.
Cuando un individuo miente, lo sabe. Puede que quiera ignorar las consecuencias de sus acciones, puede que sea incapaz de analizar y articular su
pasado y que así no lo entienda, puede incluso que olvide que ha mentido y no
sea por tanto consciente. Pero en ese preciso instante, cuando cometió cada uno
de los errores en cuestión o cuando obvió cada una de sus responsabilidades, sí a la mente orgullosa y racional, instalada en sus certezas y embriagada de
su brillantez, no le cuesta nada ignorar el error y barrer todo debajo de la
alfombra.
 Alfred Adler sabía que las mentiras eran un caldo de cultivo para las enfermedades. C. G. Jung sabía que sus pacientes estaban aquejados de problemas morales y que estos los causaba la falsedad. Todos estos pensadores, todos ellos estudiosos de las patologías individuales y culturales, llegaron a la
misma conclusión: la mentira pervierte la estructura del Ser. La falsedad corrompe tanto el alma como el Estado, puesto que una forma de corrupción alimenta la otra.
Peterson


 


 

 Cuando éramos niños

los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.

luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra

ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.

ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

Mario Benedetti


 

sábado, 29 de marzo de 2025


 

 Rayo de luz destruye la oscuridad

Verdad flotando en la habitación fugaz
Ella es
Un felino de amor que sale a comerse la ciudad

 


La costumbre de numerar los versículos bíblicos, introducida en 1551 en Ginebra por el impresor Robert Stephanus, también desempeñó un papel importante, pues permitió que la gente recorriera el texto con más facilidad e identificara sus muchas inconsistencias y verdades encontradas. Mientras algunos anabaptistas radicales señalaban que el Génesis aprobaba la poligamia, sus opositores anotaban que en el Nuevo Testamento Jesús la prohibía al decir que el hombre «se adherirá a su mujer» (Marcos 10,7). El divorcio se permite en Deuteronomio, pero no en Mateo.[2323] El libro de los Reyes insta a no pagar impuestos, mientras que el evangelio de Mateo dice que es necesario hacerlo. Muchas otras prácticas y tradiciones santificadas por el tiempo y que el laicado daba por hecho que se encontraban en las Escrituras no aparecían por ningún lado: la autoridad papal, el celibato sacerdotal, la transubstanciación, el bautismo infantil, la canonización de los santos y la imposibilidad de salvarse fuera de la Iglesia católica, entre otras.

Peter Watson

viernes, 28 de marzo de 2025

 



 Cuando debí acudir, sólo supe dudar;

Cuando debí llamar, callé.

Demasiado tiempo persistí en mi camino, solitaria;

Nunca imaginé que fueras a morir.


Nunca preví que fuera a secarse la fuente

Donde uno se refresca y se baña,

Ni supe que existieran en el mundo

Misteriosas frutas que maduran al morir.


Obstinada, siempre busqué en la ruta del sol tu sombra;

Ahora el amor es una palabra, el tiempo un número

Y mis penas chocan contra los ángulos de una tumba.


La muerte, menos indecisa, supo cómo acercarse a ti;

Si ahora piensas en nosotras, tu corazón debe

compadecernos.

Uno se ciega cuando muere una antorcha.


Marguerite Yourcenar


 

 Ateo es una palabra de origen griego. El primer ateo del que la historia nos proporciona noticias fue Anaxágoras de Clazomene (activo c. 480-450 a. C.), quien por su libertad de pensamiento fue acusado de ateísmo, procesado y condenado.[2326] No obstante, Sócrates nos dice que los libros de Anaxágoras podían conseguirse fácilmente en Atenas y que cualquiera podía comprarlos por un dracma, en otras palabras, no se lo consideraba ningún maniático.[2327] También fue acusado de ateísmo el poeta Diágoras de Melos, quien había llegado a la conclusión de que Dios no podía existir si tantos actos de injusticia quedaban impunes.[2328] (Se nos informa además de que Diágoras destruyó una estatua de Hércules y la usó como leña, animando con insolencia al dios a realizar su decimotercer trabajo: cocinar nabos). En las obras de Eurípides encontramos a más de un personaje que niega a los dioses e insiste en que no puede haber verdad en los «miserables cuentos de los poetas».[2329] En la antigua Roma, el librepensamiento era menor que en Atenas. No hay referencias a temas religiosos en la correspondencia privada de Cicerón y los personajes del Satiricón de Petronio se complacen en ridiculizar a los sacerdores que celebran misterios que en realidad no comprenden.[2330] Pero esto es más una muestra de escepticismo que de ateísmo en sentido estricto.

Peter Watson 


 


Pero de vez en cuando pasan cosas extrañas, De vez en cuando los sueños se cumplen, Y el patrón de la vida al completo se ve alterado, De vez en cuando la Luna se hace Azul. 


jueves, 27 de marzo de 2025


 

Ardo en el infierno,
hay una parte de mí que no encaja en ningún lugar,
mientras otra gente encuentra cosas
que hacer
con su tiempo,
sitios a donde ir,
unos con otros,
cosas que decirse
unos a otros.

Yo
ardo en el infierno
en algún lugar, 
aquí no crecen flores.

No soy como
los demás.
Los demás son como
los demás.

Todos son iguales:
toman parte
se agrupan
se arraciman
se les ve
risueños y satisfechos,
y yo
ardo en el infierno.

Mi corazón tiene un millar de años.

No soy como
los demás.

Moriría en sus merenderos
ahogado por sus banderas
aporreado por sus canciones
aborrecido por sus soldados
corneado por su sentido del humor
asesinado por su inquietud.

No soy como
los demás.
Ardo
en el infierno.

el infierno que
yo mismo soy.

Charles Bukowski
-


 

 La desilusión se tiene por un mal; prejuicio infundado. ¿Cómo podríamos descubrir, si no a través de la desilusión, qué era lo que esperábamos y deseábamos? ¿Y en qué radica el conocerse a uno mismo, sino en este descubrimiento? ¿Cómo podríamos, sin la desilusión, comprendernos a nosotros mismos? No deberíamos soportar las desilusiones con un suspiro de resignación, como si la vida fuera mejor sin ellas, deberíamos buscarlas, detectarlas, coleccionarlas. ¿Por qué me desilusiona que el jugador de ajedrez que veneraba en mi juventud muestre ahora todos los signos de la vejez y la decadencia? ¿Qué es lo que aprendo de la desilusión de saber qué poco vale el éxito? Hay quienes necesitan toda una vida para admitir que los padres lo han desilusionado. ¿Qué es, entonces, lo que esperaban de ellos? Los seres que deben vivir toda su vida atormentados por dolores se desilusionan a menudo del comportamiento de los otros, aun de aquellos que no los abandonan y les administran los medicamentos. Lo que hacen y dicen les parece demasiado poco; también demasiado poco lo que sienten. ¿Qué esperaban, entonces?, les pregunto. No pueden describirlo y los deja consternados saber que, por años, han llevado consigo una expectativa que podía convertirse en una desilusión y que ellos mismos no la conocían. Quien en verdad desea saber quién es debe ser un coleccionista incansable, fanático, de desilusiones y la búsqueda de experiencias desilusionantes debe ser para él como una obsesión, la obsesión determinante de su vida, porque ella le haría ver que la desilusión no es un veneno asfixiante y destructivo, sino un bálsamo fresco y tranquilizador que nos abre los ojos sobre nuestro verdadero ser. Y no debería tratarse sólo de desilusiones que afectan a los otros o a las circunstancias: cuando descubrimos la desilusión como camino del autoconocimiento, deseamos con avidez saber cuánto nos desilusionamos a nosotros mismos, por ejemplo, por nuestra falta de valor o de sinceridad, o por los límites terriblemente estrechos del propio sentir, hacer y decir. ¿Qué era entonces lo que esperábamos de nosotros mismos? ¿No tener límites, ser totalmente distintos de lo que somos? Alguno podría tener la esperanza de que, disminuyendo las expectativas, podría volverse más realista, reducirse a un núcleo duro y confiable y estar a salvo del dolor de la desilusión. ¿Pero cómo sería llevar una vida que prohibiera toda expectativa ambiciosa; una vida en la que sólo hubiera expectativas banales, como que venga el ómnibus? 

Pascal Mercier

miércoles, 26 de marzo de 2025



 

 Parménides vendría a ser conocido como sofista. Para empezar, este término significa básicamente hombre sabio (sophos) o amante de la sabiduría (philo-sophos), sin embargo el término moderno, filósofo, oculta el carácter práctico de los sofistas en la Grecia antigua. Como señala el estudioso de los clásicos Michael Grant, los sofistas fueron la primera forma de educación superior (en el mundo occidental al menos) al convertirse en maestros que viajaban de un lado a otro impartiendo clases a cambio de unos honorarios. Las materias que enseñaban eran muy variadas, y abarcaban la retórica (de tal forma que sus discípulos pudieran expresarse en las discusiones políticas de la asamblea, una cualidad especialmente admirada en Grecia), la matemática, la lógica, la gramática, la política y la astronomía. Debido a que viajaban por todas partes y tenían muchos estudiantes diferentes en circunstancias también muy diferentes, los sofistas se volvieron expertos en defender puntos de vista distintos y ello hizo que, con el tiempo, la validez de su método fuera puesta en duda. Y su constante insistencia en la diferencia entre physis, la naturaleza, y nomos, las leyes griegas, no les ayudó precisamente. (Les interesaba hacer hincapié en esta distinción porque al contrario de las leyes de la naturaleza, que son por definición inflexibles, las leyes humanas podían ser modificadas por personas con la formación adecuada, esto es, los mismos estudiantes a los que enseñaban y de los cuales dependían sus ingresos). De esta forma, la sofistería, que había empezado siendo el amor de la sabiduría y el conocimiento, pasó a representar «un razonamiento astuto diseñado para poner malos argumentos bajo una buena luz»

Peter Watson 



 

 He who has health, has hope.

And he who has hope, has everything.


—THOMAS CARLYLE, PHILOSOPHER

martes, 25 de marzo de 2025


 

 «En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue el minuto más altanero y falaz de la “historia universal”: pero, a fin de cuentas, solo un minuto. Tras breves respiraciones de la naturaleza, el astro se heló y los animales inteligentes hubieron de perecer. Alguien podría inventar una fábula semejante pero, con todo, no habría ilustrado suficientemente cuán lastimoso, cuán sombrío y caduco, cuán estéril y arbitrario es el estado en el que se presenta el intelecto humano dentro de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no existía;

cuando de nuevo se acabe todo para él no habrá sucedido nada, puesto que para ese intelecto no hay ninguna misión ulterior que conduzca más allá de la vida humana.

No es sino humano, y solamente su poseedor y creador lo toma tan patéticamente como si en él girasen los goznes del mundo. Pero, si pudiéramos comunicarnos con la mosca, llegaríamos a saber que también ella navega por el aire poseída de ese mismo pathos, y se siente el centro volante de este mundo».

El hombre es un animal inteligente que se sobrevalora a sí mismo de forma total y completa. Su razón, lejos de orientarse hacia la verdad, se orienta hacia las pequeñas cosas de la vida. Este texto, poético como pocos en toda la historia de la filosofía y, quizá, el inicio más bello de un libro filosófico, fue escrito en 1873 con el título de Sobre verdad y mentira en sentido extramoral. Su autor, Friedrich Nietzsche, contaba a la sazón veintinueve años y era profesor de filología antigua de la Universidad de Basilea.

David Pretch

 


 William Tyndale era un humanista inglés y, al igual que muchos de sus colegas, había acogido con agrado el ascenso de Enrique VIII al trono.[2104] Y cuando el monarca invitó a Erasmo, que entonces se encontraba en Roma, a establecerse en Inglaterra, los humanistas londinenses se animaron aún más. Por desgracia, sus expectativas se vieron defraudadas, y una vez Erasmo llegó a Inglaterra, Enrique perdió todo interés en él y, al menos en un primer momento, pareció más católico que nunca. En la Inglaterra de Enrique no se tenía mucha compasión con los herejes.

En este contexto (de tensión, a ojos de los humanistas) William Tyndale decidió emprender la traducción de la Biblia al inglés. La idea se le había ocurrido por primera vez cuando aún era un estudiante (se formó en Oxford y Cambridge) y tan pronto se ordenó, en 1521, inició su trabajo. «Si Dios me lo permite», dijo a un amigo, «conseguiré un día que el chico que guía el arado conozca mejor las Escrituras que tú».[2105] Dado que hoy la traducción nos parece un asunto inofensivo, quizá nos resulte difícil comprender la trascendencia de lo que Tyndale se proponía hacer, por lo que es importante tener en cuenta un hecho clave: la Iglesia no quería que la lectura del Nuevo Testamento se generalizara. De hecho, el Vaticano se oponía a ello de forma decidida: el acceso a la Biblia estaba reservado al clero, que se hallaba en condiciones de interpretar el mensaje de una forma favorable a los intereses de Roma.[2106] En tales circunstancias, la traducción del Nuevo Testamento a una lengua vernácula se consideraba algo potencialmente peligroso.

Tyndale se topó con una primera pista de los problemas que se avecinaban cuando no consiguió encontrar un impresor dispuesto a poner en letra de molde su manuscrito. Obligado a buscar quien lo hiciera al otro lado del Canal, encontró en un primer momento un editor en Colonia (una ciudad católica); sin embargo, a última hora, cuando el texto de Tyndale ya había sido armado, la noticia llegó a oídos del deán local que se dirigió a las autoridades y consiguió impedir su publicación. Tras descubrir que su propia vida estaba en peligro, Tyndale huyó de la ciudad. Los alemanes, entre tanto, contactaron con el cardenal Wosley en Inglaterra y éste alertó al rey. Enrique le declaró criminal fugitivo y apostó centinelas en todos los puertos ingleses con órdenes de capturarle si le veían.[2107] No obstante, Tyndale sentía verdadera pasión por la que consideraba era la obra de su vida y en 1525 encontró en la protestante Worms otro impresor interesado en publicarla: Peter Schöffer. Seis mil copias del libro, una tirada enorme para la época, se enviaron a Inglaterra. Tyndale, por su parte, era aún un hombre señalado y no se atrevió a establecerse en ningún lugar durante unos cuantos años. Sólo hacia 1529 decidió que era seguro fijar su residencia en Amberes. Fue un error. Su presencia en la ciudad fue advertida por los británicos y, por insistencia del rey Enrique, se le encarceló durante más de un año en el castillo de Vilvorde, cerca de Bruselas. Finalmente, se le juzgó por herejía, se le condenó y se le dio garrote en una ejecución pública. Por último, sus restos fueron quemados en la hoguera para evitar que se convirtiera en mártir.[2108]Con todo, la Biblia de Tyndale sobrevivió. Y aunque Tomás Moro la descalificó por considerarla errada y engañosa, era una buena versión inglesa y sirvió de base para la edición del rey Jacobo de 1611. Tanta popularidad alcanzó el volumen en su momento que las copias que ingresaron clandestinamente a Inglaterra pasaron de mano en mano, y en lo profundo de la campiña inglesa los nobles protestantes llegaron a prestar las suyas «como si se tratara de bibliotecas públicas». La jerarquía católica inglesa hizo cuanto pudo por erradicar esta práctica y, por ejemplo, el obispo de Londres compró cuanta copia encontró para quemarla en la catedral de San Pablo.[2109]

Peter Watson 


 

lunes, 24 de marzo de 2025

 Sabemos que en el antiguo Egipto «abundaban» los doctores, aunque en aquellos tiempos ser médico era fundamentalmente una ocupación teórica (el término técnico era iatrosofista). Esto quiere decir que los médicos tenían muchas teorías sobre cuáles eran las causas de las enfermedades y qué tratamientos eran los más efectivos, pero no realizaban ningún experimento para someter a prueba estas teorías. Era una idea que hasta el momento no se le había ocurrido a nadie. Sin embargo, parece que en Alejandría, al iniciar el siglo III a. C., se permitió que, al menos, dos médicos, Herófilo y Erasístrato, realizaran autopsias a los cuerpos de los criminales, suministrados «de la prisión por el rey». La noticia de los experimentos conmocionó a muchos ciudadanos, pero las disecciones condujeron a tantísimos descubrimientos que «la lengua griega simplemente era incapaz de darle nombre a todos».[809] Ambos deben muchísimo a Aristóteles, el hombre que, junto a los estoicos, había conseguido la secularización del cuerpo, la idea de que las «cosas» son «moralmente indiferentes».[810]Herófilo realizó dos avances. El primero fue establecer, en un contexto médico, la cultura de lo pequeño, una valoración de las estructuras más pequeñas del cuerpo. Descubrió la existencia de los nervios, y distinguió con acierto entre nervios motores y sensores, de los ventrículos del cerebro, de la córnea y la retina en el ojo; hizo la primera descripción precisa del hígado, la primera investigación del páncreas, de los ovarios, de las trompas de Falopio y de la matriz, y en el proceso desmitificó el útero y la idea de que en las histéricas éste, de algún modo, se había movido.[811] Su segundo logro fue la matematización del cuerpo, al advertir que había etapas en el desarrollo del embrión, que ciertos malestares eran periódicos (como las fiebres) y proponer una teoría cuantitativa del pulso. Éste, sostenía, variaba según las etapas de la vida, cada una de las cuales tenía su propia «música» o ritmo característico. En primer lugar estaba el pulso pírrico de la infancia (UU), luego el pulso trocaico de la adolescencia (—U), a continuación el espondaico de la madurez (- -) y por último el ritmo yámbico de la vejez (U—). Diseñó una clepsidra portátil para medir el pulso de sus pacientes.[812] Además advirtió cierta geometría de las heridas: las heridas redondas cicatrizan más lentamente que las otras.

Peter Watson 

 


 “Las lágrimas, mientras caían, se bañaban en la luz de la luna y brillaban hermosas como un cristal. Y he visto que mi sombra también derramaba lágrimas. Incluso se veía, nítida, la sombra de las lágrimas. Señor “pájaro-que-da-cuerda”. ¿has visto alguna vez la sombra de una lágrima? La sombra de las lágrimas no es una sombra cualquiera. Es muy distinta. Viene de un mundo lejano especialmente para nuestros corazones. O tal vez no. Quizá las lágrimas que derrama la sombra son las auténticas y las que derramo yo son sólo la sombra. Lo he pensado entonces.” 


Haruki Murakami


 

viernes, 21 de marzo de 2025

 <Quienes tienen dominio sobre la palabra adecuada no ofenden a nadie. Y no obstante, dicen la verdad. 

Sus palabras son claras pero nunca violentas… Nunca se dejan humillar, y nunca humillan a nadie.>> El Buda


 

 Cuando Aristóteles murió en el año 332 a. C., dejó una considerable biblioteca personal. Para ayudarse en sus estudios, había reunido tantos títulos que, citando a Estrabón el geógrafo, «fue el primero que reunió una colección de libros y quien enseñó a los reyes en Egipto cómo ordenar una biblioteca».[891] Más tarde, debido a los «avatares de las herencias», la biblioteca de Aristóteles terminó en manos de una familia que vivía en Pérgamo, que «tuvo que esconderla bajo tierra para impedir que fuera confiscada por el rey».[892] La familia vendió luego los libros a Apelicón, un bibliófilo que se los llevó a Atenas. Luego, en 86 a. C., el dictador romano Sila invadió Ática, saqueó Atenas y, tras la muerte de Apelicón, ocurrida poco tiempo después, se apoderó de los libros y los envió a Roma. Sila sabía lo que estaba haciendo: la biblioteca incluía obras de Aristóteles y de Teofrasto, su sucesor, que no era posible encontrar en ningún otro lugar. Los libros estaban en un estado terrible, empapados debido a la humedad y comidos por los gusanos, pero en todo caso era posible leerlos, copiarlos y, de esta forma, preservarlos.[893]La reverencia que Roma sentía por el estilo de vida griego, por su pensamiento y sus logros artísticos, constituyó una de las ideas dominantes de la larga era que abarcó su imperio. Cuando hoy en día hablamos de «los clásicos», nos referimos, la mayoría de las veces, a la literatura de Grecia y Roma. Sin embargo, fueron los romanos los que inventaron la noción misma de los clásicos, la idea de que es importante conservar y aprovechar lo mejor que ha sido pensado y escrito en el pasado. Esta afinidad, no obstante, no debe hacernos pasar por alto la verdadera diferencia entre griegos y romanos en el ámbito de las ideas. Mientras los griegos se interesaron por las ideas en sí mismas casi de forma ociosa e indagaron la relación entre el hombre y los dioses, los romanos estaban mucho más preocupados por las relaciones entre el hombre y el hombre y en la utilitas, la utilidad de las ideas, el poder que otorgan a las cosas. Como señaló Matthew Arnold, «la fuerza de los clásicos latinos reside en su carácter, la de los griegos en su belleza»

Peter Watson 

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