viernes, 20 de diciembre de 2024


 Erich Fromm


 

 -¿Conoces a Marcel Proust? Escritor francés. Tuvo una vida llena de fracasos. Nunca tuvo un trabajo. En los temas de amor siempre fue no correspondido.  Gastó 20 años en escribir un libro que casi nadie lee, pero probablemente es el mejor escritor desde Shakespeare.

De todos modos, va a lo fundamental en su vida y mira hacia atrás y decide que todos los años de sufrimiento, esos fueron los mejores de su vida, porque le hicieron lo que es.
¿Todos los años que fue feliz? Un completo desperdicio. No aprendió nada. Así, que si duermes, ¡piensa en todo el sufrimiento que vas a perder!

 Little Miss Sunshine


 

 Para ayudarnos a avanzar en nuestra práctica del estoicismo, Séneca aconseja meditar periódicamente en los acontecimientos de la vida cotidiana, cómo hemos respondido a ellos y cómo deberíamos haber respondido según los principios estoicos. Atribuye esta técnica a su maestro Sexto, que, al acostarse, se preguntaba a sí mismo: «¿Qué dolencia tuya has curado hoy? ¿Qué defecto has evitado? ¿En qué sentido has mejorado?». 

 Séneca describe para sus lectores una de sus propias meditaciones al acabar el día y ofrece una lista del tipo de acontecimientos sobre los que reflexiona, junto a las conclusiones que extrae de su respuesta a esos acontecimientos:

 •  Séneca fue demasiado agresivo al amonestar a alguien; en consecuencia, en lugar de corregir a esa persona, la admonición solo sirvió para irritarla. El consejo que se da a sí mismo: a la hora de contemplar la posibilidad de criticar a alguien , ha de considerar no solo si la crítica es válida sino también si la persona puede soportar ser criticada. Añade que cuanto peor es un hombre, menos probabilidades tiene de aceptar la crítica constructiva.

 •  En una fiesta, la gente bromeaba a costa de Séneca y este, en lugar de hacer caso omiso, se lo tomó a pecho. Su consejo a sí mismo: «Aléjate de las malas compañías».

 •  En un banquete, no sentaron a Séneca en el lugar de honor que creía que le correspondía. En consecuencia, pasó la velada irritado con quienes habían distribuido los asientos y envidioso de quienes estaban mejor situados que él. Sus palabras respecto a su conducta: «Lunático, ¿qué importa en qué parte del diván apoyas tu peso?».

 •  Llega a sus oídos que alguien habla mal de sus escritos y empieza a tratar a este crítico como a un enemigo. Pero a continuación empieza a pensar en todos los autores cuya obra él mismo ha criticado. ¿Quiere que todos piensen en él como en un enemigo? Ciertamente, no. Conclusión de Séneca: si vas a publicar, tienes que estar dispuesto a tolerar la crítica. [2]

 Al leer sobre estos y otros fastidios enumerados por Séneca, nos sorprende comprobar lo poco que ha cambiado la naturaleza humana en los últimos dos milenios.

 La meditación al acostarse que Séneca recomienda es, por supuesto, completamente diferente a la de, por ejemplo, un budista zen. Durante su meditación, un practicante del zen se sienta horas y horas con la mente tan vacía como sea posible. En cambio, la mente de un estoico estará muy activa durante la meditación al acostarse. Pensará en los acontecimientos del día. ¿Hay algo que haya perturbado su serenidad? ¿Ha experimentado ira? ¿Envidia? ¿Codicia? ¿Por qué le han irritado los eventos del día? ¿Podría haber hecho algo para evitar esa irritación?

William Irvine

jueves, 19 de diciembre de 2024



 

 Poco a poco nos sumergimos en una mar de desilusión. Rechazamos con nuestros limitados recursos la inercia que nos conduce a ese abismo emocional, con el mismo ritmo pausado con el que nuestros latidos nos recuerdan la vida. Nos proponemos aferrarnos al último bote que nos devuelva a puerto seguro. Sorteamos olas de desilusión, luchamos contra la tenaz marea que mece las decepciones y resistimos la corriente de nuestros propias frustraciones, constantes en su desgaste. 

Ese mar de fondo nos acosa, nos arrastra de nuevo hacia una orilla desierta. Alrededor, arena y vacío. Resulta tentador refugiarse en esa quietud estéril que nada te exige y a la que nada das. 

La espuma que todavía moja tus pies te devuelve sensaciones olvidadas, aunque no pasa de una ligera impresión que se desvanece envuelta en la arena que se fija en tu piel como un escudo que te aísla. Llegas a pensar que también te protege.  

Al levantar la vista se ve la silueta en el horizonte de la tierra fértil que un día fue tuya. La intuyes remota, en un pasado que sabes real pero que desde allí parece ajeno; piensas que fue otra vida, otro tiempo, incluso otra persona. 

Entre ese relieve lejano del que procedes y la orilla rocosa que te acoge hay un mar picado, una marejada con restos de tu vida y tus recuerdos. En esa travesía has dejado todo. Has evitado el naufragio, pero no el vacío. 

Terrence Malick 



 

 Añadiré que, para ser felices, es esencial que tengamos conciencia de nuestra felicidad. Sólo podemos responder que estamos «globalmente satisfechos de nuestra vida» tras haber reflexionado sobre nuestra propia existencia. Los animales experimentan, por supuesto, el bienestar, pero ¿son conscientes de la suerte que tienen de sentirse bien? La felicidad es un sentimiento humano asociado a la autoconciencia. Para ser feliz, hay que tener conciencia del bienestar, del privilegio o del don que representan los buenos momentos de la existencia. Ahora bien, los estudios psicológicos han demostrado que somos más conscientes de los hechos negativos que nos suceden que de los positivos. Los negativos nos marcan más, se memorizan más. Este fenómeno está probablemente asociado al principio de la psicología evolucionista, según la cual, para sobrevivir, lo importante no es tanto un acontecimiento agradable sino localizar y memorizar un peligro para encontrar la solución que nos permita esquivarlo. De ahí la necesidad, en cuanto vivimos un momento dulce, agradable, alegre, de tomar conciencia de esa sensación, acogerla plenamente, cultivarla el mayor tiempo posible. Es lo que Montaigne resaltó con insistencia en su lenguaje florido: «¿Me hallo en un estado tranquilo? ¿Me acaricia alguna voluptuosidad? No dejo que la roben mis sentidos, uno a ella mi alma, no para comprometerla, sino para que halle placer, no para perderse en ella sino para encontrarse; e intento que se vea reflejada en ese próspero estado, que calibre y valore la felicidad, y la acreciente»

Frederic Lenoir

miércoles, 18 de diciembre de 2024



 

 

Vico

 ¿Y tu alma? ¿Dónde crees que haya ido?

Debe andar vagando por la tierra como tantas otras; buscando vivos que recen por ella. Tal vez me odie por el mal trato que le di; pero eso ya no me preocupa. He descansado del vicio de sus remordimientos. Me amargaba hasta lo poco que comía, y me hacía insoportables las noches llenándomelas de pensamientos intranquilos con figuras de condenados y cosas de ésas. Cuando me senté a morir, ella me rogó que me levantara y que siguiera arrastrando la vida, como si esperara todavía algún milagro que me limpiara de culpas. Ni siquiera hice el intento: “Aquí se acaba el camino —le dije—. Ya no me quedan fuerzas para más.” Y abrí la boca para que se fuera. Y se fue. Sentí cuando cayó en mis manos el hilito de sangre con que estaba amarrada a mi corazón.

Juan Rulfo



 

 Es una calle larga y silenciosa.

Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.

Octavio Paz,

martes, 17 de diciembre de 2024


 

 "El corazón de las personas es como un pozo muy profundo. Nadie sabe lo que hay en el fondo. Sólo podemos imaginárnoslo mirando la forma de las cosas que, de vez en cuando, suben a la superficie".


–Haruki Murakami



 

 As he told me this, I noticed a bit of resignation in John’s tone, so I asked him whether he enjoyed the new diet he was on. He immediately responded:

    I hate it! I don’t like not being able to eat whatever I want. I don’t like not being able to party with friends like I would like to. It’s just a constant, daily regimen that I hate. In fact, I wear a couple of skull rings to remind me that, if you don’t have discipline, it will kill you. . . . I have a nice lady friend that loves to travel, and I enjoy traveling with her. So, I want to stick around awhile. . . . You’ve got to have something to live for.


Kelly A Turner

lunes, 16 de diciembre de 2024


 Pascal

 



Victor Hugo

 


Nadie mejor para espiar las acciones de los demás que aquellos a quienes nada puedan importarle. ¿Por qué este señor no viene sino al oscurecer?; ¿por qué este otro no cuelga la llave en su respectivo clavo de la portería, el jueves?; ¿por qué va siempre por callejuelas?; ¿por qué la señora desciende siempre del coche de alquiler antes de llegar a la casa?; ¿por qué envía a buscar un cuadernillo de papel de cartas, cuando tiene llena la papelera?, etc., etc. Existen seres que, por saber el secreto de tales enigmas, que les son por lo demás perfectamente indiferentes, gastan más dinero, prodigan más tiempo y se toman más trabajo de lo que sería necesario para ejecutar diez buenas acciones; y lo hacen gratuitamente, por placer, sin que su curiosidad reciba más recompensa que la propia curiosidad. Seguirán a éste o aquél durante días enteros, emplearán largas horas como centinelas en las esquinas, bajo los portales, de noche, con frío y con lluvia, corromperán a criados, emborracharán a cocheros y a lacayos, comprarán a la doncella, sobornarán a un portero… ¿Para qué? Para nada. Por encarnizamiento de ver, de saber y de penetrar en vidas ajenas. Puro comezón de murmurar. Y, a menudo, una vez conocidos estos secretos, publicados estos misterios, descubiertos estos enigmas, producen catástrofes, duelos, quiebras, ruinas de familias, existencias amargadas, con gran gozo de aquellos que lo han «descubierto todo», sin interés, por puro instinto. Cosa triste, en verdad. Ciertas personas son malas únicamente por necesidad de hablar. Su conversación, charla en el salón, habladuría en la antecámara, es como esas chimeneas que consumen rápidamente la leña, necesitan mucho combustible, y el combustible es el prójimo.




 Remember when people tell gou something's

wrong or doesn't work, they are almost always

right When they tell you exactly what's wrong and

how to fix it, they are almost always wrong

Nail Gaiman



sábado, 14 de diciembre de 2024



 

 “Cuando nuestros genes no pudieron almacenar toda la información necesaria para sobrevivir, los inventamos lentamente. Pero luego llegó el momento, tal vez hace diez mil años, en que necesitábamos saber más de lo que podía caber convenientemente en el cerebro. Entonces aprendimos a almacenar enormes cantidades de información fuera de nuestros cuerpos. Somos la única especie en el planeta, hasta donde sabemos, que ha inventado una forma de memoria comunitaria que se almacena más allá de nuestros genes. El almacén de esta memoria se llama biblioteca. Un libro está hecho de un árbol. Míralo y escucharás la voz de otra persona, tal vez alguien que ha estado muerto durante miles de años. A lo largo de milenios, el autor ha estado hablando, clara y silenciosamente, dentro de tu cabeza, directamente a ti. La escritura es quizás el mayor de los inventos humanos, que une a personas, ciudadanos de tiempos lejanos que nunca se han conocido. Los libros rompen las cadenas del tiempo, prueba de que los humanos pueden hacer magia.”


Carl Sagan

 Out of the night that covers me,

Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.

It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate,
I am the captain of my soul.

Ernest HENLEY

 El deseo activo del pasado.

Les anuncié que Freud modificó su primera teoría de las pulsiones, que oponía las pulsiones represoras del yo a las pulsiones sexuales. La razón principal de esta modificación fue el descu­brimiento del narcisismo. En efecto, recordemos que, para engañar a las pulsiones, el yo se había convertido en un objeto sexual fantasmatizado: ya no hay por qué distinguir entre un supuesto objeto sexual exterior hacia el que se inclinaría la libido pulsional, y el yo mismo. El objeto sexual exterior, el objeto sexual fantasmatizado y el yo son una sola y misma cosa que llamamos objeto de la pulsión. Adoptado este punto de vista, habíamos concluido: el yo se desea a sí mismo como objeto pulsional.
Pero si la libido de las pulsiones sexuales puede dirigirse a ese objeto único que es el yo, entonces ya no hay por qué reconocer al yo una voluntad consciente de censura respecto de la pulsiones sexuales. Por consiguiente, las pulsiones del yo desaparecen de la teoría de Freud, y con ellas el par antagónico pulsiones del yo/pulsiones sexua­les. Freud propone entonces agrupar los movi­mientos libidinales, dirigidos tanto sobre el yo como sobre los objetos sexuales, bajo la expresión única de pulsiones de vida, que él opone a la de pulsiones de muerte. La meta de las pulsiones de vida es la ligazón libidinal, es decir el estableci­ miento de lazos —libido mediante— entre nuestro psiquismo, nuestro cuerpo, los seres y las cosas. 
Las pulsiones de vida tienden a investirlo todo libidinalmente y a asegurar la cohesión entre las diferentes partes del mundo vivo. Las pulsiones de muerte, en cambio, se orientan a desprender la libido de los objetos, a su desligazón y al retomo ineluctable del ser vivo a la tensión cero, al estado inorgánico. En este aspecto, señalemos que la “muerte” que preside estas pulsiones no es siem­pre sinónimo de destrucción, guerra o agresión. 
Las pulsiones de muerte representan la tendencia del ser vivo a encontrar la calma de la muerte, el reposo y el silencio. Es verdad que pueden ocasio­nar también las acciones más criminales, cuando la tensión intenta aliviarse sobre el mundo exterior, pero en el caso en que estas pulsiones permanecen en el interior de nosotros, son profundamente benéficas y regeneradoras.
Observemos que estos dos grupos de pulsiones actúan no solamente de consumo, sino que compar­ten un rasgo común. Quisiera detenerme aquí porque este rasgo constituye un concepto absolu­tamente nuevo, un verdadero salto en el pensa­miento freudiano. ¿Cuál es ese rasgo común a las pulsiones de vida y de muerte? ¿Cuál es ese con­cepto nuevo? Más allá de su diferencia, las pulsiones de vida y de muerte aspiran a restablecer un estado anterior en el tiempo. Sea la pulsión de vida la que, anudando seres y cosas, aumenta la ten­sión, o la pulsión de muerte que aspira a la calma y al retomo a cero, ambas tienden a reproducir, a repetir una situación pasada, haya sido esta agra­dable o desagradable, placentera o displacentera, serena o agitada. Aquellos que nos hablan, nues­tros pacientes, suelen mostrar una tendencia a repetir sus fracasos y sufrimientos con un vigor más poderoso aún que el que los conduce a recobrar los acontecimientos gratos del pasado. Así el caso de aquel director de empresa siempre creativo, que no puede evitar que sus proyectos se derrum­ben indefectiblemente apenas realizados, como si estuviesen condenados por la fatalidad.
En síntesis, el nuevo concepto introducido por Freud con la segunda teoría de las pulsiones es el de la compulsión a la repetición en el tiempo. La exigencia de repetir el pasado doloroso es más fuerte que la búsqueda del placer en el aconteci­miento futuro. La compulsión a repetir es una pulsión primera y fundamental, pulsión de pulsiones; no es ya un principio que orienta, sino una tendencia que exige volver atrás para reen­contrar lo que ya tuvo lugar. El deseo activo del pasado, aun si el pasado fue malo para el yo, se explica por esta compulsión a retomar lo que no había sido terminado, con la voluntad de comple­tarlo. Habíamos demostrado que nuestros actos involuntarios eran los sustitutos de una acción ideal e incumplida. La compulsión a la repetición sería, pues, este deseo de retornar al pasado para perfeccionar sin escollos y sin demoras la acción que había quedado en suspenso, como si las pul­ siones inconscientes no se resignaran nunca a ser condenadas a la represión.
Podemos afirmar entonces que la compulsión a repetir en el tiempo es más irresistible todavía que la pulsión a reencontrar el placer. La tendencia conservadora —la de volver atrás— propia de las pulsiones de vida y de muerte, prima sobre la otra tendencia, igualmente conservadora, regida por el principio de placer, la de recuperar un estado sin tensión. De ahí que Freud considere la compulsión a la repetición como una fuerza que desborda los límites dél principio de placer, que va más allá de la búsqueda de placer. Sin embargo, el par pulsiones de vida y de muerte se rige siempre por la acción conjugada de estos dos principios capitales del funcionamiento mental: reencontrar el pasado y reencontrar el placer."

Juan David Nasio

viernes, 13 de diciembre de 2024


 Ernesto Sábato


 

 "Hielo y mas hielo recogí en la vida:

Yo necesito un sol que me disuelva".

Alfonsina Storni



 

 Hippocrates, the Greek physician who is heralded as the founder of modern medicine, strongly believed that food has the power to adjust, rebalance, and heal the body. Imagine, then, his disappointment if he were to find out that today’s M.D.’s receive a total of only one week of nutrition education during their four years at medical school.1 Even at my own recent physical exam, I had to explain to the doctor that, as a vegetarian, I receive plenty of calcium from eating leafy greens (her only suggestion was milk) and plenty of iron from eating beans and seaweed (her only suggestion was red meat). In general, it is not that doctors disbelieve in the healing power of food, but rather that they simply never learned about it.


Kelly A. Turner

jueves, 12 de diciembre de 2024



 

¿Es verdad que todo cuanto hacemos lo hacemos por miedo a la soledad? ¿Es por eso que renunciamos a todas las cosas que luego lamentaremos al llegar al fin de nuestras vidas? ¿Es ése el motivo por el cual casi nunca decimos lo que pensamos? ¿Por eso nos aferramos a esos matrimonios desavenidos, esas amistades falsas, esas fiestas de cumpleaños aburridas? ¿Qué pasaría si rompiéramos con todo esto, pusiéramos fin a este chantaje oculto y fuéramos leales a nosotros mismos? ¿Si dejáramos subir nuestros deseos avasallados y la ira que nos causó verlas esclavizados como el agua de una fuente subterránea? ¿Pues en qué consiste la tan temida soledad? ¿En el silencio de los reproches pendientes? ¿En no tener la necesidad de caminar en puntas de pie, conteniendo el aliento, sobre el campo minado de las mentiras conyugales y las amigables verdades a medias? ¿En la libertad de no tener que comer sentado frente a alguien? ¿En la abundancia de tiempo que se abre ante nosotros cuando cesa el fuego graneado de los compromisos sociales? ¿Pero no son estas cosas maravillosas? ¿No es un estado paradisíaco? ¿Por qué el temor entonces? ¿No es al fin un temor que sólo existe porque no hemos analizado su objeto? ¿Un temor que nos han inculcado padres, maestros y sacerdotes irreflexivos? ¿Y por qué estamos tan seguros de que los otros no nos envidian cuando ven que nuestra libertad es ahora mucho mayor? ¿Y de que no es por eso que buscan nuestra compañía?

Pascal Mercier


 


 Simone de Beauvoir

miércoles, 11 de diciembre de 2024



 

 1. De la misma manera que procuraré juzgar mis pensamientos, sentimientos y conductas, sin evaluarme de forma global, intentaré tener la misma actitud con los demás. No los adoraré o los condenaré como personas, sino que evaluaré lo que hacen como «bueno» o «malo» en función de mis objetivos y propósitos y de criterios sociales habituales. 

2. Si caigo en juzgar al otro —lo cual tengo tendencia a hacer— le brindaré aceptación incondicional (AIO). Lo valoraré como persona «buena» porque es humano, está vivo y es un individuo único, y no porque sus pensamientos, emociones o acciones le hacen «bueno». Mejor aún, evaluaré preferentemente lo que hace y no lo que es globalmente. 

3. Si tengo éxito en mi intento por conceder a las personas aceptación incondicional, seguramente me disgustará u odiaré lo que hacen, pero haré todo lo posible por no odiarlas, ni enfadarme con ellas como personas. Puedo intentar corregirlas pero no condenarlas ni castigarlas —aceptar al pecador pero no lo que yo considero el pecado.

Albert Ellis



 

 "Y tras haber visto a mi padre, 

(...) entendí que un hombre podía trabajar toda su vida y seguir siendo pobre. El sueldo se le iba en comprar cosas que necesitaba, cosillas; como automóviles, camas, radios, comida y ropa; que al igual que las mujeres, exigían un precio muy superior a su valor y le hacían seguir siendo pobre. 

Incluso, su ataúd era la definitiva atrocidad del decoro: toda esa hermosa madera barnizada para los gusanos ciegos del infierno".

-Charles Bukowski.

martes, 10 de diciembre de 2024


 García Márquez



 

 Yo soy mi pensamiento: por eso no puedo detenerme. Existo porque pienso... y no puedo impedirme pensar. En este mismo momento -es atroz- si existo es porque me horroriza existir. Yo, yo me saco de la nada a la que aspiro: el odio, el asco de existir son otras tantas maneras de hacerme existir, de hundirme en la existencia. Los pensamientos nacen a mis espaldas como un vértigo, los siento nacer detrás de mi cabeza... si cedo se situarán aquí adelante, entre mis ojos. Y sigo cediendo, y el pensamiento crece, crece, y ahora, inmenso, me llena por entero y renueva mi existencia.


Jean Paul Sartre

 


 Semmelweis fue el médico húngaro que demostró la importancia de la asepsia (la ausencia de gérmenes) en los partos, veinte años antes que los trabajos de Pasteur. En esa época, en la clínica obstétrica donde el joven Semmelweis había sido nombrado profesor adjunto, más de una mujer de cada tres moría de fiebre puerperal en los días posteriores al parto.* Las mujeres más pobres de Viena, las únicas que podían acudir a tales clínicas, no iban más que obligadas y forzadas, pues sabían muy bien los riesgos a los que estaban expuestas. Semmelweis tuvo la extraordinaria intuición de proponer el experimento siguiente: todos los médicos de la clínica, que solían practicar disecciones con las manos desnudas inmediatamente antes de asistir a una mujer en el parto, deberían lavarse las manos con agua de cal clorada antes de tocar las partes genitales de sus pacientes. Le costó lo suyo todo ello sucedía antes del descubrimiento de los gérmenes, y   * Una de cada tres, y no nueve de cada diez, como menciona Céline con su genio para la hipérbole, que ya se manifestaba en esa tesis. 

   no existía ninguna razón lógica para que algo invisible e inodoro pudiera transmitirse por las manos. No obstante, los resultados del experimento fueron extraordinarios: en un mes, ¡la tasa de mortalidad bajó de una paciente de cada tres a una de cada veinte! 
 La principal consecuencia del experimento Semmelweis fue… ¡su despido! Sus colegas, a los que lavarse con agua de cal clorada les resultaba fastidioso, organizaron un motín y obtuvieron su despido. Como aquella época no se conocía ninguna explicación plausible, Semmelweis fue ridiculizado a pesar de su clarísima demostración. Murió casi loco unos pocos años antes de que los descubrimientos de Pasteur y Lister permitieran, por fin, comprender científicamente lo que él había descubierto de manera empírica.

David servan

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