El escritor del subte: una noche en vela con Kike Ferrari en la línea B
Autor
de ficciones premiadas en el exterior, limpia la basura de la estación
Pasteur mientras corrige los textos de su próximo libro
PARA LA NACION
Lunes 07 de marzo de 2016
El
18 de junio de 2013, Ricardo Piglia pensó que el cuento "Blanco
artificial" era muy bueno. Y lo escribió: "Las alusiones son elípticas y
divertidas. Manteneme al tanto sobre el libro que está por salir. Un
abrazo, R". El mail iba dirigido a Enrique Ferrari, el hombre que cada
madrugada baldea la estación Pasteur-AMIA de la línea B. Un trabajador
del subte que limpia la basura que los pasajeros tiran durante el día;
un escritor de novelas y cuentos del género negro premiado en España,
Francia y Cuba, y traducido al francés y al italiano.
"Deberíamos
levantarnos cada día y agradecer que Piglia es nuestro contemporáneo",
dice Kike en su cuarto de descanso, tres metros cuadrados con mucho olor
a humedad. En una noche de tormenta, en la que la temperatura no baja
de los 30 grados, Kike llega a su trabajo y va a ponerse las botas
negras con punta de acero. Viste un mameluco azul con dos líneas en los
hombros que hacen de reflectores. Sonríe con sus dientes desordenados, y
una argolla se mueve apenas en el lóbulo de su oreja izquierda.Cambia las bolsas de los tachos. Pone verdes donde va lo reciclable, negras donde no. Barre colillas de cigarrillos, papeles de chocolate, paquetes de galletitas abollados. Esta noche está solo: sus dos compañeros no vinieron. "El Enano", que vive en Florencio Varela, está de vacaciones. El otro, Alexis, se fue a probar suerte como tatuador en Nueva Zelanda -antes, le hizo un dibujo en el brazo izquierdo a Kike, la cara de Karl Marx-. Después de barrer, se pone las botas de lluvia altas y negras y baldea. Tira un poco de agua a las vías, otro poco al desagüe. Afuera hace calor. Adentro, la ropa se pega al cuerpo como una segunda piel.
Los otros dicen
"Yo, que soy un ateo absoluto, creo sin embargo en dos cosas: en el diablo, que vive en el despacho de la república mexicana, y en el alma. Kike Ferrari tiene alma. Y el alma, como todo el mundo sabe, es un almacén donde se guardan rabias, instintos sociales, ganas de contar historias", dice Paco Taibo II, periodista y escritor mexicano, creador de la reconocida Semana Negra de Gijón y referente del género en América latina.Fue en los años 90, cuando vivía como inmigrante ilegal en Estados Unidos, en medio de una discusión con un ecuatoriano, cuando Kike escuchó hablar por primera vez de Paco Taibo II. "Yo te voy a prestar un libro que tengo abajo, la mejor biografía del Che que se escribió", le dijo el hombre. Era Ernesto Guevara, también conocido como el Che. En la solapa decía que el autor escribía también policiales. Kike pensó: si este tipo puede escribir así historia, haciendo ficción, la tiene que romper. Ese libro todavía lo tiene; cuando lo estaba leyendo, lo deportaron.
Ya en la Argentina, empezó un fanzine literario llamado Juguetes Rabiosos. Un día lo quiso entrevistar y Paco no sólo respondió amable: lo invitó a charlar cuando presentara su libro sobre Pancho Villa en Buenos Aires, y lo invitó a pasarse el sábado a la mañana comprando libros por la avenida Corrientes. Le ofreció que fuera a su festival en España, uno de los más importantes de novela negra en castellano.
Años más tarde, el trabajador de subte toma cerveza en un vaso de plástico. En la 24» Semana Negra de Gijón, Paco Ignacio Taibo II está presentando Que de lejos parecen moscas, la primera novela de Ferrari, y dice: "Es muy sólida, fluye perfectamente. Y además está escrita en esta idea de que la novela negra es la nueva novela social del siglo XX". Habla, primero, sobre el cuento con el que Kike había ganado el año anterior el premio de cuentos de ese festival. "Ese nombre" es, cuenta Taibo, "un cuento repleto de doble sentido y de clave, que afortunadamente tuvo el jurado que se merecía y entendió no sólo el relato en sí mismo, que tiene gracia y economía, sino el sentido final walshiano".
Paco Taibo II también invitó a Kike a su país. "Caminar por México con Paco es como andar con el Indio Solari. Es una estrella. La gente lo para por la calle. Acá no hay escritor que viva eso. Pero Taibo a mí me cambió la vida, la forma de escribir. No es una persona, es una fuerza de la naturaleza."
Leo Oyola es el autor de Kryptonita, el libro en el que se basa la película que hasta hace poco estaba en los cines. Una novela que cuenta cómo sería Superman si hubiera nacido en el corazón de La Matanza. "Leer a Kike Ferrari y escucharlo leer en vivo es presenciar un recital de rocanrol. Aunque él preferiría que habláramos de heavy metal por sus gustos musicales. En todo caso lo que uno quiere expresar es su potencia narrativa y el lirismo crudo y duro que logra en sus textos", describe Oyola, que comparte generación y género con el autor de Que de lejos parecen moscas.
De fletero a autor premiado
Kike no ve la extrañeza. Entiende, dice, que su trabajo actual significa una distancia más fuerte entre una cosa -un escritor traducido al francés y al italiano, premiado en España y en Cuba- y la otra -levantar la basura de los porteños en el subte-. Es que trabajó de reparto en una panadería, como fletero, vendiendo seguros, computadoras primitivas, teléfonos, fue mozo en una tanguería, cargó y descargó paragolpes en un taller de cromado y atendió un call center al que entraba a las tres de la mañana porque vendía teléfonos a España."Durante muchos años, Borges trabajaba de otra cosa. Y afuera los escritores norteamericanos, por ejemplo, han hecho un culto del escritor que tiene trabajos manuales. Bukowski es el rey de los trabajos manuales. Pudo hacer guita con la literatura recién a los 50 años: antes cargaba bolsas en el correo. El mismo Hemingway, el temprano Henry Miller. Hay una tradición de escritores que juegan en esta cuerda: la escritura es un camino paralelo", dice Kike.
El primer premio que recibió, el del fomento literario del Fondo Nacional de las Artes, no lo cobró nunca. Eran cinco mil pesos en 2008, para un libro inédito, y su Entonces sólo la noche salió tercero. Al año siguiente obtuvo el primer accésit del Premio Casa de las Américas, de Cuba, por la novela Lo que no fue. En 2012 le dieron el Silveiro Cañada de la Semana Negra de Gijón, en España, a la mejor primera novela negra por Que de lejos parecen moscas. La historia, inspirada en su ex jefe de la tanguería, salió publicada primero en España, después en Francia, en México y por último en la Argentina. Este año será traducida al italiano.
Por tres relatos publicados en Nadie es inocente fue premiado, de nuevo, en la Semana Negra de Gijón, en el certamen de cuentos policiales en 2010, 2011 y 2014. El primero lo cobró al año siguiente, cuando fue a España; los demás se los mandaron amigos que pudieron ir.
También en Francia logró lo que acá no. Fue finalista de dos premios: el Grand Prix de Littérature Policiére, y el Prix SNCF du Polar. En estos certámenes, ningún autor se postula. Un jurado decide quiénes son los extranjeros que escribieron en ese año lo mejor del género. Por eso, dice Kike, es importante llegar finalista: "Porque alguien filtró todo lo que se publicó en el mundo y eligió diez -sonríe-: mi libro era uno de ésos".
Su papá no era un gran lector. Cuando Kike tenía 8 años, lo sentó muy serio en su casa de Almagro y le dijo: "Esto es lo que nos diferencia de los monos". Le regaló un Sandokán de tapas duras que el niño releyó cientos de veces. Un libro de aventuras de Emilio Salgari. La novela de piratas de un italiano que se terminó suicidando. Ése fue, dice Kike ahora, con 40 años, lleno de tatuajes sentado en una silla sucia bajo el asfalto porteño, el momento en que lo pensó: quiero ser escritor. Uno que, con el viento huracanado a sus espaldas, escriba novelas de piratas mientras su vida personal se desmorona alrededor.
http://www.lanacion.com.ar/1877388-el-escritor-del-subte-una-noche-en-vela-con-kike-ferrari-en-la-linea-b
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