Shakira y el síndrome de la famosa sumisa
La cantante presume de que Piqué es "territorial y celoso" y de que no le deja grabar videos con hombres. No es la única que aboga por doblegarse ante sus parejas.
28 DE FEBRERO DE 2014
08:00 H.
Hubo un tiempo en el que Shakira confesaba en sus canciones no saber de fútbol, haber sido infiel y no bañarse los domingos. Eran sus días de morena, cuando la etiquetaban como la Alanis Morissette latinoamericana y mentaba a Marx o Sartre en sus letras. Luego llegó el tinte rubio, el asalto al mercado anglosajón y el Waka Waka. La colombiana pasó de estrella hispana a conquistar las listas de éxitos mundiales a golpe de cadera y explotando la sexualidad de su mestizaje. Una transformación musical y de imagen que ha derivado en erigirse en 'la mujer de Piqué' y vanagloriarse de ello cada vez que tiene un micrófono cerca. Ahora que vuelve a la palestra mediática por su nuevo trabajo –Shakira, a la venta el 25 de marzo–, la colombiana no se corta en remarcar su papel de mujer sumisa y obediente cada vez que le preguntan por su relación.
"Piqué es territorial y celoso. Le gusta tenerlo todo bajo control" contó a una emisora de radio estadounidense a mediados de mes. El miércoles declaró al Informativo Noticias Caracol: "Gerard no me deja hacer vídeos con hombres, es una persona muy conservadora. Te impresionaría porque es muy joven y ya sabemos cómo son las nuevas generaciones, pero la verdad es que sí, es muy conservador".
Shakira hacía referencia a su último videoclip, Can't remember to forget you, donde fuma puros y comparte cama junto a Rihanna. Otro ejemplo de contenido pseudoerótico en el pop en la línea de la provocación que vende Cyrus y que tanto han criticado Lily Allen o Katy Perry. Para Shakira, quien decide hasta dónde se puede llegar en su trabajo es su chico.
¿Cómo llega una mujer independiente, que conoce el éxito desde la adolescencia, a realizar este tipo de declaraciones? Si echamos un vistazo a la hemeroteca, a la cantante le ha costado definir su papel como mujer, sin dejar nunca claro si es conservadora o liberal. Corría 2006 cuando afirmó no sentirse partícipe en la lucha por la igualdad, sumándose a esa interminable lista de famosas que confunde la acepción del feminismo. "No me siento feminista, no quiero lucir ese cartel. Siento mucho mi lado femenino, pero creo que de algún modo me he acercado más al lado masculino de la vida, especialmente en mis relaciones". Tres años después, cambió ligeramente de opinión. En una entrevistaa Rolling Stone dijo que publicaba el álbum She Wolf/Loba para responder "a esa dificultad que tienen las mujeres de satisfacerse a si mismas en un mundo en el que los hombres están al cargo. Vivimos en una sociedad que reprime los sueños del subconsciente de las mujeres... Ya sabes, las mujeres tienen que hacer enormes esfuerzos en la vida, mucho mayores que los hombres".
El "síndrome Shakira" ejemplifica a la perfección cómo, en pleno 2014, todavía hay mujeres de éxito incuestionable que apuestan por la sumisión e infravalorarse en sus relaciones personales. Son mujeres capaces de vender millones de discos y acumular premios, mujeres que abanderan ONGs y que viajan a países en desarrollo en adalid de la igualdad social pero que después, a nivel personal, ensalzan la necesidad de control de sus parejas. Que le marquen los límites de qué hacer y no hacer. Hasta presumen de ello. Porque Shakira no es la única.
Antes de romper su relación a finales de año, Miranda Kerr pasó por España y entonó un"hay que dejar que el hombre sea el hombre" al ser preguntada por Orlando Bloom. Como si los roles de género de pareja estuvieran sujetos a unas reglas, la australiana que escaló en 2013 al segundo puesto de la mejor modelo pagada del mundo (se agenció 5 millones de euros en 2013) ha llegado a decir que "quizá soy demasiado tradicional, pero los hombres sienten que es importante que les pidas ayuda, en lugar de que piensen de que puedes hacer las cosas por ti misma". El empoderamiento femenino, para Kerr, pasa por hacerse la ingenua.
Durante toda su campaña para liderar el partido republicano, a la ultraconservadora y evangélica Michelle Bachman le pasó factura aquella frase que entonó en 2006 cuando dijo "Mujeres, tenéis que ser sumisas de vuestros maridos". El año pasado, el título Cásate y sé sumisa llegó a convertirse en best seller gracias a frases como "debemos dar un paso atrás en la vida personal", "¿tengo que darle la razón aunque no la tenga? Yo diría que sí" y que "en caso de duda, sin embargo, obedece. Sométete con confianza".
El libro editado por el arzobispado de Granada no es el primero en defender cómo doblegarte ante tu pareja. Candace Cameron, hermana de Kirk Cameron y a la que recordarán por ser la hermana mayor de Padres Forzosos, acaba de publicar Balancing It All: My Story of Juggling Priorities and Purpose (un título juega con el Have it all que tanto se repite en EE UU) y en el que defiende la sumisión tras 17 años de matrimonio con un jugador de la NHL y sus tres hijos. "Escogí un rol sumiso en nuestra relación porque quería hacer todo lo posible para que mi matrimonio y mi familia funcionase", explica en sus páginas.
Candace Cameron lleva años siguiendo "las enseñanzas de la Biblia", al igual que su hermano (el homófobo) Kirk Cameron. Lo suyo, por tanto, no sorprende. Pero de mujeres supuestamente liberadas como Shakira o Kerr, sí. Ambas se han molestado en denunciar las injusticias sociales (Shakira lidera la Fundación Pies Descalzos y Kerr apoya activamente a la Cruz roja y a Children International) y convertirse así en roles de conducta a través de su fama. En un país en el que desde la televisión pública se dice "o se denuncia un maltrato, o se calla una para toda la vida", vender el rol de sumisa y abnegada no es solo una excentricidad más de la fama. Hay consecuencias.
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