miércoles, 3 de septiembre de 2025

 El doctor Jonas Salk, célebre por haber inventado la vacuna contra la polio, lo expresó de manera memorable: «Es necesario no solo “conocerse a sí mismo”, sino también “conocer la propia especie” y comprender la “sabiduría” de la naturaleza, especialmente de la naturaleza viva, si queremos comprender y ayudar al hombre a desarrollar su propia sabiduría de forma que conduzca a una vida de tanta calidad que haga que vivir sea una experiencia deseable y satisfactoria».[12]Sin embargo, ¿cuántos de nosotros conocemos nuestra especie lo suficiente como para conocernos a nosotros mismos? Durante siglos nos han informado mal sobre la clase de criatura que éramos, somos y podemos ser. La confusión resultante socava nuestros intentos de vivir vidas «deseables y satisfactorias». Las mentiras pueden repetirse con tanta frecuencia que terminan por volverse indistinguibles de las voces en nuestra cabeza: «La civilización es el mayor logro de la humanidad»; «El progreso es innegable»; «Eres afortunado de estar vivo aquí y ahora»; «Cualquier duda, desesperación o decepción que sientas es culpa tuya»; «Supéralo»; «Olvídate de las penas»; «Tómate una pastilla y deja de quejarte».

Quiero dejar claro que no albergo ilusiones sobre los «nobles salvajes» o sobre «la vuelta al jardín». Si los salvajes son o fueron alguna vez nobles, veremos que se debe a que sus sociedades florecieron al promover la generosidad, la honestidad y el respeto mutuo (no es ninguna casualidad que todos estos valores sean aún apreciados de forma instintiva por la mayoría de los humanos modernos). Existían razones concretas y fundamentadas en la supervivencia para que nuestros antepasados cazadores-recolectores, altamente interdependientes, honraran estos valores y características de la personalidad (y para que la evolución los promulgase a través de la selección sexual, ya que las mujeres los consideraron una cualidad atractiva en los hombres). En cuanto al paraíso, hace tiempo que está asfaltado. Hemos ido demasiado lejos y ya no hay vuelta atrás. Los niveles de población humana superaron hace mucho tiempo la capacidad de carga de las prácticas cazadoras-recolectoras, que requieren densidades de población inferiores a una persona por milla cuadrada en la mayoría de los ecosistemas. En cualquier caso, ya no somos los seres no domesticados que eran nuestros antepasados prehistóricos. Hemos perdido por el camino demasiados conocimientos y la condición física necesaria para vivir cómodamente bajo las estrellas. Si nuestros antepasados eran lobos o coyotes, la mayoría de nosotros estamos más cerca de ser carlinos o caniches.

Cristopher Ryan 

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