> “El gusto clasifica al que clasifica.”
— Pierre Bourdieu
¿Por qué no te gusta lo que dices que no te gusta?
Muchas
veces zanjamos discusiones con una frase que parece irrefutable: “Son
gustos, y los gustos no se discuten”. La idea suena democrática,
tolerante, incluso sabia. Pero ¿y si te dijera que tus gustos no son tan
tuyos como crees?
El sociólogo Pierre Bourdieu desmontó esa ilusión con un concepto clave: el habitus.
El
habitus no es una camisa que uno se pone por gusto, sino más bien una
forma de estar en el mundo que se forma desde temprano. Es un conjunto
de disposiciones, gestos, inclinaciones, intuiciones y maneras de
valorar las cosas que se arraigan en nosotros a través de la experiencia
social: la familia, la escuela, el barrio, los medios, los libros que
(no) leímos, las películas que (no) vimos. Es, en pocas palabras,
nuestra forma encarnada de leer el mundo… sin saber que lo estamos
leyendo.
Por eso no basta
con decir: “no me gusta Superman”, o “me encanta el reguetón”, o
“detesto el arte contemporáneo”. Cada una de esas frases esconde un mapa
de clase, de historia, de identidad.
¿Y si no odias el reguetón, sino que aprendiste a asociarlo con lo vulgar?
¿Y si no te conmueve Superman, porque creciste en un entorno que ridiculiza la virtud?
¿Y si no te gusta el arte moderno, porque temes no entenderlo y quedar como tonto?
Tus
gustos, como los míos, son productos de una historia social. Son
brújulas fabricadas con materiales que no elegimos, pero que damos por
naturales.
Esto no
significa que no puedas disfrutar lo que te gusta, ni que todo deba
pasar por el filtro de la sospecha. Significa que cuestionarte puede
llevarte más lejos que justificarte. Significa que la frase “me gusta
porque me gusta” es muchas veces una forma elegante de no mirar de dónde
venimos.
Los gustos, claro que se discuten. Porque al discutirlos, discutimos también quiénes somos… y quiénes podríamos llegar a ser.
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