La alquimia del movimiento – cómo el ejercicio transforma la mente
A
veces, la vida nos arroja desafíos que parecen insalvables. Estrés,
ansiedad, tristeza… emociones que se acumulan y nos pesan como piedras.
Lo curioso es que hay un antídoto silencioso y accesible, escondido en
un gesto simple: mover el cuerpo. El ejercicio, más allá de músculos y
resistencia, es un arquitecto secreto de la mente.
John
Ratey, psiquiatra y autor de Spark: The Revolutionary New Science of
Exercise and the Brain (2008), expone cómo el ejercicio libera
neurotransmisores esenciales: dopamina, serotonina y norepinefrina.
Estas sustancias químicas no solo mejoran el ánimo; también agudizan la
concentración, facilitan la memoria y fortalecen la resiliencia frente
al estrés. Ratey lo describe como “una especie de gimnasio para la
mente”, donde cada sesión de actividad física reconfigura el cerebro, lo
vuelve más flexible y creativo.
Investigaciones
científicas avalan esta idea. Un estudio publicado en Frontiers in
Psychology (2018) demostró que personas que realizan ejercicio aeróbico
regular presentan mejoras significativas en funciones ejecutivas:
planificación, toma de decisiones y control de impulsos. Otros estudios
señalan que incluso 20 minutos de caminata pueden aumentar la producción
de factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF), una proteína vital
para la neuroplasticidad, la capacidad del cerebro de adaptarse y
aprender.
El ejercicio
también actúa como un estabilizador emocional. La práctica constante de
actividad física reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y
modula la respuesta del sistema nervioso autónomo, haciendo que
enfrentemos los contratiempos con más calma y claridad. En palabras de
Ratey: “No es solo un cuerpo más fuerte; es una mente más fuerte”.
Pero
no se trata de levantar pesas imposibles o correr maratones. La
evidencia muestra que la regularidad y el disfrute son claves. Una
caminata diaria, saltar la cuerda unos minutos, bailar, practicar
natación o yoga: cada movimiento cuenta. Lo que importa es activar el
cuerpo y, con ello, encender la chispa que transforma nuestra química
cerebral.
La lección es sencilla y poderosa: el cuerpo en movimiento
cultiva la mente en movimiento. La semilla está plantada. El que
lo desee podrá probar, observar y, poco a poco, sentir cómo su mundo
interior cambia, sin presiones, solo con la evidencia que respalda un
hecho tan antiguo como la humanidad: movernos nos hace más vivos, dentro
y fuera.
Referencias principales:
Ratey, J. J. (2008). Spark: The Revolutionary New Science of Exercise and the Brain. Little, Brown Spark.
Hillman,
C. H., Erickson, K. I., & Kramer, A. F. (2008). Be smart, exercise
your heart: Exercise effects on brain and cognition. Nature Reviews
Neuroscience, 9(1), 58–65.
Dinoff,
A., Herrmann, N., Swardfager, W., et al. (2016). The effect of exercise
on resting concentrations of peripheral brain-derived neurotrophic
factor (BDNF): A meta-analysis. PLoS ONE, 11(9), e0163037.
Netz,
Y., Wu, M.-J., Becker, B. J., & Tenenbaum, G. (2005). Physical
activity and psychological well-being in advanced age: A meta-analysis
of intervention studies. Psychology and Aging, 20(2), 272–284.
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