Lo que nos tranquiliza en el sueño es que volvemos a salir de él, y que salimos inmutables, pues una interdicción extraña nos impide traer con nosotros el residuo exacto de nuestros ensueños.
También
nos tranquiliza el que nos cure de la fatiga, pero esa cura temporaria
se cumple por el más radical de los procedimientos, el de dejar de ser.
Allí, como en otras cosas, el placer y el arte consisten en abandonarse
conscientemente a esa bienhechora inconsciencia, en aceptar ser,
sutilmente, más débil, más pesado, más liviano y más confuso que uno
mismo.
— Marguerite Yourcenar
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