martes, 25 de noviembre de 2025

 

El continuum roto: cómo la civilización moderna se separó de la naturaleza humana

Hay ideas que funcionan como un espejo: cuando las escuchas, no puedes evitar verte en ellas. El concepto del continuum de Jean Liedloff pertenece a ese tipo de pensamiento incómodo pero revelador. Su tesis es sencilla y casi brutal: la civilización moderna rompió la continuidad natural de la vida humana, y gran parte del malestar psicológico actual nace de esa ruptura.

Liedloff descubrió esto viviendo con los Yequana, una comunidad amazónica donde la crianza fluye como si siguiera las leyes más profundas de la vida. Y al contrastarlo con Occidente, la distancia era dolorosa. Para ella, no es que los Yequana fueran “perfectos”, sino que su forma de vida coincidía con aquello para lo que el ser humano está biológicamente diseñado.


La vida como un flujo continuo

La piedra angular del continuum es esta:
todo ser humano nace con expectativas biológicas muy precisas sobre cómo será recibido en el mundo.

No son expectativas conscientes, claro, sino patrones inscritos en millones de años de evolución. El bebé espera ser cargado, envuelto en calor humano, expuesto a la vida adulta, no a un silencio artificial ni a un cuarto vacío. Espera movimiento, sonido, piel, presencia. Eso es lo que su sistema nervioso considera “normal”.

En las sociedades tradicionales, dice Liedloff, esa continuidad no se rompe:
la madre trabaja mientras carga al bebé; la comunidad rodea al recién nacido; la vida no se detiene, simplemente lo incorpora. El bebé no es el centro, pero tampoco está aislado. Existe en el flujo natural.


Occidente: cuando la vida se volvió discontinuidad

La civilización moderna, en cambio, funciona casi al revés:
separamos al bebé del cuerpo, del movimiento, de la comunidad; lo colocamos en sillitas, cunas, cuneros. Paradójicamente, lo aislamos “por su bien”. Pero ese aislamiento, dice Liedloff, es un choque biológico. Un recién nacido no puede comprender por qué está solo. Solo siente que falta algo fundamental.

Aquí aparece la idea más potente del libro:
la discontinuidad temprana no se olvida; se encarna.
Genera inseguridad básica, sensación de no pertenecer, miedo a la vida, ansiedad flotante.

El adulto occidental moderno, exitoso o no, suele cargar ese vacío. Nos cuesta confiar en el mundo, en los demás, incluso en nuestro propio impulso vital. Vivimos hiperalertas, controlando todo, porque no aprendimos desde bebés que el mundo es un lugar seguro.


La psicología del desarraigo

Si lo piensas, este “continuum roto” explica muchas cosas:

– la epidemia de ansiedad;
– la necesidad constante de validación externa;
– la dificultad para estar solos sin sentir vacío;
– el miedo a la espontaneidad;
– la hiperintelectualización de todo;
– la incapacidad de disfrutar el cuerpo, la naturaleza, el descanso.

Liedloff no usa el lenguaje psicológico de hoy, pero su intuición coincide con hallazgos recientes: trauma temprano, apego inseguro, disociación corporal. Su idea es radical porque señala que la raíz del malestar no está en un evento traumático, sino en la falta de continuidad.


Lo que se perdió: un sentido de pertenencia orgánica

Quizás lo más triste, y a la vez lo más iluminador, es esto:
Los Yequana no necesitan “búsqueda de identidad” ni “autoestima”. La vida ya se los dio.
Su valor no se negocia, no se mide, no se compara. Simplemente son parte.

En cambio, el occidental moderno debe construir su sentido de identidad como quien levanta un edificio desde cero, con miedo de que se derrumbe. Sin continuidad inicial, el yo se vuelve un proyecto frágil.


¿Podemos recuperar la continuidad?

Liedloff no propone volver al Amazonas ni vivir sin tecnología. Lo que propone es algo más hondo: recordar que nuestra naturaleza no ha cambiado, aunque nuestra cultura sí.

Podemos recuperar la continuidad a través de:

– contacto humano real;
– movimiento;
– comunidad pequeña y confiable;
– crianza basada en presencia, no en técnicas;
– actividades que reconecten al cuerpo con la vida: naturaleza, deporte, contacto físico, ritmos naturales.

No es nostalgia. Es ecología humana.


Conclusión

El continuum roto no es una metáfora: es una herida cultural. Liedloff nos invita a verla de frente no para culpabilizarnos, sino para entendernos.
En el fondo, lo que su libro nos recuerda es que el ser humano necesita sentirse parte de algo antes de poder ser alguien.

Ese es el primer paso hacia la curación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

Buscar este blog