La dignidad que buscamos en la muerte puede hallarse en la dignidad con la que hemos vivido nuestra vida. El ars moriendi es el ars vivendi. La honestidad y la gracia de esta vida que se extingue constituyen la medida real de cómo morimos. No es en los últimos días o semanas cuando redactamos el mensaje que será recordado, sino en las décadas que los precedieron. Quien ha vivido con dignidad muere con dignidad. William Cullen Bryant sólo tenía veintisiete años cuando añadió una conclusión a su reflexión sobre la muerte titulada «Tanatopsis», pero, como muchos poetas, ya había comprendido: Vive entonces de forma que, cuando te llegue la cita para unirte a la innumerable caravana que avanza hacia ese misterioso reino, donde cada uno ocupará su cámara en los silenciosos corredores de la muerte, no vayas como un esclavo de las canteras, azotado por la noche hasta su calabozo, sino que, sostenido y consolado por una confianza firme, acércate a tu tumba como el que se cubre con la ropa de su lecho y se echa esperando dulces sueños.
Sherwin B. Nuland
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