Pessoa en el mundo moderno: cuando la estupidez y la agitación dominan
Fernando Pessoa escribió:
“Hoy el mundo sólo pertenece a los estúpidos, a los insensibles y a los agitados. El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación.”
A primera vista, parece un diagnóstico de su época; al revisarlo desde el siglo XXI, sorprende su precisión.
Hoy, la idea de que el mundo premia a quienes carecen de reflexión no solo se confirma, sino que se intensifica. Las redes sociales, los medios de comunicación y las estructuras políticas modernas funcionan como amplificadores de la agitación y la superficialidad. La viralidad premia la reacción inmediata, el escándalo, la indignación performativa; no importa si lo que se dice tiene sentido o ética: importa cuánto impacto genera. De esta forma, la estupidez y la insensibilidad se convierten en armas estratégicas para avanzar socialmente.
Pessoa hablaba de un “internamiento en un manicomio” como metáfora: vivir en un mundo donde la capacidad de pensar y la moral están fuera de circulación es hoy literal en muchos espacios de la vida pública. La hiperexcitación se ha normalizado: programas de entretenimiento, noticias y debates políticos funcionan como gimnasios de adrenalina, donde la reflexión es un obstáculo y la emocionalidad extrema es la moneda de cambio.
Sin embargo, esta lectura no es un lamento nostálgico; es una invitación a pensar. Si el mundo premia la incapacidad de pensar y la amoralidad, nuestra estrategia para sobrevivir y mantener la lucidez debe ser contraria: reflexionar más, observar con calma, cuestionar lo que se presenta como verdad inmediata. El legado de Pessoa, entonces, no es solo una crítica del pasado o del presente, sino un mapa: nos indica qué habilidades son realmente subversivas en la modernidad: pensamiento crítico, ética y serenidad.
En conclusión, Pessoa nos habla desde otra época con la voz de un visionario: el mundo moderno no ha hecho más que amplificar lo que él ya percibía. Reconocerlo es el primer paso para no sucumbir al manicomio social que nos rodea, y para recordar que el triunfo verdadero no se mide por ruido, rapidez o ausencia de escrúpulos, sino por claridad de pensamiento y profundidad de conciencia.
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