sábado, 15 de noviembre de 2025

 Desentrenar el deseo de jugar en los niños es como enseñar a los pájaros a no cantar; probablemente pueda hacerse, pero ¿para qué? Los niños juegan porque les enseña a vivir unos con otros. Gray ha llegado a la conclusión de que el juego no es solo fundamental para el desarrollo físico y cognitivo de los niños, sino también «una base para la existencia social de los cazadores-recolectores». Gray afirma que «el juego y el humor se hallaban en el núcleo de las estructuras sociales y costumbres de los cazadores-recolectores adultos». Su función es promover «las actitudes igualitarias, la amplia participación y la calma relativa, por las que los cazadores-recolectores son merecidamente famosos y de las que dependían para sobrevivir». Las comunidades forrajeras se tomaban el juego muy en serio, puesto que «proporcionaba una base para […] los modos de gobierno, las creencias y prácticas religiosas, los planteamientos del trabajo productivo y los medios educativos».

Incluso la vida de nuestros pequeños está cada vez más alejada del juego y más orientada hacia el trabajo. Daphna Bassok, investigadora especializada en política educativa, observó que en 1998 el 30 por ciento de los maestros estadounidenses creía que los niños debían aprender a leer mientras estaban en el jardín de infancia. En 2010, esa cifra casi se había triplicado, llegando hasta el 80 por ciento. La ausencia de tiempo para simplemente pasar el rato y jugar unos con otros está teniendo serias consecuencias en el desarrollo de los niños. «Pueden resolver problemas matemáticos en primero, pero no están adaptados a sutiles señales sociales —dice la doctora Ellen Littman, psicóloga clínica y coautora de Understanding Girls with ADHD (Entendiendo a las niñas con TDAH)—. No desarrollan las capacidades normales que se adquieren al interactuar mediante el juego, incluida la de gestionar las emociones». Peter Gray está de acuerdo: «¿Dónde aprenden los niños a controlar sus propias vidas? Cuando no hay adultos alrededor que lo hagan por uno. Si no se tiene la oportunidad de experimentar la vida por uno mismo, de hacer frente a lo que genera estrés, de aprender en este contexto de juegos donde uno es libre para fracasar, el mundo resulta un lugar aterrador».
Christopher Ryan 

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