El pensamiento simbólico: la mente como creadora de realidades
Jean-Pierre
Vernant afirma que “nuestro pensamiento es siempre simbólico” y que
opera mediante signos mediadores. Esta afirmación, aunque sencilla en
apariencia, encierra una comprensión profunda sobre cómo funciona la
mente humana. No pensamos directamente sobre la realidad; siempre lo
hacemos a través de símbolos, representaciones e interpretaciones. Cada
palabra, imagen o gesto que usamos funciona como un intermediario entre
nuestro interior y el mundo exterior, y gracias a ello podemos
construir, recrear o imaginar realidades que no están presentes.
La
capacidad de representar mentalmente lo ausente es una de las
características más extraordinarias de la mente. Cuando recordamos
nuestra infancia, planeamos un viaje o leemos una historia, no estamos
percibiendo objetos concretos; estamos reconstruyendo imágenes, sonidos,
emociones y conceptos en nuestra conciencia. Esta reconstrucción no
replica exactamente la realidad, sino que la transforma, seleccionando,
combinando y reinterpretando elementos para crear una versión mental que
nos es útil y significativa. Así, incluso la memoria y la imaginación
son ejercicios de creación simbólica.
El
pensamiento simbólico también nos permite interactuar con conceptos
abstractos. Palabras como “justicia”, “libertad” o “amor” no tienen
existencia tangible, pero mediante signos mediadores podemos reflexionar
sobre ellas, analizarlas y aplicarlas a nuestra vida. La mente,
entonces, no se limita a reaccionar ante lo que existe; crea mundos
posibles, escenarios futuros y narrativas internas que nos permiten
anticipar, decidir y comprender de manera profunda.
Vernant
nos recuerda, finalmente, que nuestra relación con la realidad nunca es
directa. Todo lo que pensamos, sentimos o imaginamos está mediado por
símbolos, y esa mediación es la que nos da libertad y poder creativo. El
pensamiento simbólico nos permite trascender lo inmediato, proyectarnos
más allá de lo que percibimos y construir, en nuestra conciencia,
universos enteros que no existen físicamente. En este sentido, la mente
humana es tanto un espejo de la realidad como un taller de invenciones:
un espacio donde lo ausente se hace presente y lo concreto se transforma
en ideas.
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