sábado, 29 de noviembre de 2025

 

Psicopatía y liderazgo: cuando el carisma oculta la toxicidad

En el mundo corporativo, no siempre quien lidera lo hace por ser el más competente, justo o ético. A veces, ascienden personas que poseen un talento especial para el carisma y la manipulación: los psicópatas en traje y corbata. Paul Babiak y Robert Hare, en Snakes in Suits, muestran cómo estas personalidades se infiltran en las organizaciones, ascendiendo hasta posiciones de poder mientras ocultan su verdadera naturaleza detrás de una fachada impecable.

El psicópata corporativo no es un villano caricaturesco, sino un maestro de la máscara social. Puede parecer encantador, seguro de sí mismo y carismático; sus colegas lo admiran y sus superiores lo promocionan. Sin embargo, bajo esa apariencia de confianza y liderazgo se esconde un patrón de comportamiento destructivo: manipulación, explotación de colegas, falta de empatía y una fría ambición personal.

Lo alarmante no es sólo la presencia de estos individuos, sino la forma en que las estructuras corporativas facilitan su ascenso. Culturas que premian los resultados a corto plazo, que valoran la competitividad sobre la ética, o que ignoran las señales de alarma ante conflictos interpersonales, crean un terreno fértil para que los psicópatas prosperen. Así, lo que debería ser liderazgo se convierte en un ejercicio de poder deshumanizado.

El impacto de este tipo de liderazgo va más allá del daño individual. Equipos enteros pueden verse atrapados en un clima de miedo y desconfianza, donde la creatividad y la cooperación desaparecen. La organización puede obtener resultados inmediatos, pero a un costo invisible y acumulativo: rotación de personal, desmotivación, desgaste emocional y erosión de la cultura corporativa.

Reflexionar sobre esto nos obliga a cuestionar nuestras ideas de liderazgo. ¿Realmente queremos líderes que sean solo carismáticos y eficientes? ¿No deberíamos valorar también la integridad, la empatía y la capacidad de crear un ambiente saludable? La psicopatía corporativa nos recuerda que el poder sin ética es como un río sin cauce: puede avanzar con fuerza, pero arrastra todo a su paso, dejando devastación detrás.

En última instancia, reconocer la presencia de psicópatas en los puestos de liderazgo es un primer paso para protegernos, tanto como individuos como organizaciones. Y quizá, al final, el verdadero liderazgo no sea aquel que brilla por su atractivo superficial, sino aquel que construye, que protege y que inspira sin necesidad de máscaras.


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