lunes, 24 de noviembre de 2025

 

La violencia como herencia evolutiva

Desde los albores de la humanidad, el hombre ha convivido con un impulso que lo define y lo amenaza al mismo tiempo: la agresión. Konrad Lorenz, en El lado oscuro del hombre, nos invita a mirar este instinto no como una maldad contingente de la sociedad, sino como una herencia evolutiva que compartimos con nuestros parientes más cercanos, los grandes simios. Al observar a los chimpancés, a los lobos o a los gorilas, Lorenz nota un patrón: la violencia surge para defender territorio, asegurar recursos y consolidar jerarquías. Lo que hoy nos parece barbarie, en aquel contexto era supervivencia.

La historia humana está impregnada de estos instintos. Las guerras tribales, las conquistas de imperios, la caza y la lucha por la supremacía sexual y social son ecos de esta biología profunda. La diferencia es que, mientras los animales actúan por instinto, los humanos tenemos conciencia y cultura que amplifican o restringen nuestros impulsos. Sin embargo, esa conciencia no los elimina: surge en forma de conflictos, abusos o agresiones cotidianas.

En nuestra sociedad contemporánea, la herencia evolutiva se manifiesta de maneras más sofisticadas. La competencia laboral, la defensa del “territorio” urbano, la rivalidad deportiva o incluso la agresión digital son expresiones de los mismos mecanismos que Lorenz observó en la naturaleza. La diferencia es que ahora la violencia puede ser simbólica, pero no por ello menos intensa ni destructiva.

Aceptar que la agresión forma parte de nuestra biología no es rendirse ante ella. Al contrario, es reconocer el terreno en el que actuamos y aprender a canalizarlo. La educación, la cultura y la conciencia moral son herramientas que nos permiten transformar un instinto potencialmente destructivo en energía creativa: la pasión por un proyecto, la fuerza para superar obstáculos, el impulso para proteger a quienes amamos.

El desafío, como Lorenz lo subraya, es doble: primero, comprender que la violencia no es un defecto accidental, sino un legado; segundo, aprender a no dejar que este legado nos domine. Solo al reconocer nuestra naturaleza agresiva con honestidad podemos construir un mundo donde la fuerza no sea siempre sinónimo de destrucción.

Reflexión final: La violencia es una sombra que llevamos desde tiempos remotos, pero no define nuestro destino. Reconocerla, comprenderla y redirigirla nos permite trascenderla. La herencia evolutiva no es condena; es conocimiento que nos da la oportunidad de elegir cómo vivir con nuestro lado oscuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

Buscar este blog