martes, 5 de agosto de 2025


 Existen frases que no necesitan adornos: su claridad es una puñalada suave. Fernando Pessoa, ese poeta que multiplicó su alma en heterónimos, nos deja una de esas joyas que descolocan y reconfortan a la vez. ¿Cómo puede ser agradable ignorar la vida? ¿Y por qué hacerlo a través de la literatura? La respuesta no es simple, pero sí necesaria. Este texto es una defensa —quizá una celebración— de esa forma particular de huida que nos ofrece la palabra escrita.

Ignorar la vida con belleza: una defensa de la evasión literaria

Fernando Pessoa, con su acostumbrado filo existencial, lanza una frase que en apariencia parece despectiva, pero encierra una verdad profunda: “La literatura es la forma más agradable de ignorar la vida”. Esta sentencia no es una condena, sino una confesión —quizá incluso un elogio— a ese acto humano tan antiguo como el lenguaje: huir de la realidad para habitar otra más soportable, más estética, más inteligible.

Ignorar la vida no significa despreciarla, sino reconocer sus aristas insoportables. El tedio, el dolor, la rutina, la injusticia o la banalidad cotidiana nos obligan a buscar refugios simbólicos. Para algunos será la religión, para otros el arte, y para muchos —como Pessoa, como nosotros—, la literatura. En ella no solo encontramos consuelo, sino también una forma sofisticada de evasión: nos alejamos del mundo sin abandonarlo del todo. Como quien cierra los ojos para ver mejor.

Leer es suspender momentáneamente las leyes del tiempo y del espacio. Es ignorar al jefe, la renta, el clima, la guerra, las noticias, las deudas y hasta el cuerpo. Es entrar a mundos donde cada palabra es elegida con una intención estética, donde el sufrimiento tiene forma y sentido, y donde, paradójicamente, uno comprende más la vida justo cuando decide ignorarla.

Pessoa, que se desdoblaba en heterónimos para escribir desde múltiples yoes, sabía mejor que nadie que la literatura es también un modo de fragmentarse, de multiplicarse, de escapar de ese yo fijo que la vida exige para sobrevivir. La literatura no solo lo salvó de la realidad, sino que le dio varias.

Ignorar la vida con literatura es, en cierto modo, vivirla con más intensidad. Porque lo que se gana en comprensión emocional y simbólica supera con creces lo que se pierde en literalidad. La evasión no es un defecto del lector; es su libertad.

Por eso, quien lee no huye por cobardía, sino por lucidez. Y quien escribe, tal vez, no lo hace para explicar el mundo, sino para hacerlo más habitable. La literatura no es una renuncia a la vida, sino una versión más soportable de ella. Más bella. Más libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Archivo del blog

Buscar este blog