miércoles, 13 de agosto de 2025

 La Fama y el Olvido: Reflexiones sobre la Gloria Pasajera


En los escenarios brillantes de la cultura popular, donde hoy resplandecen cantantes, actores y celebridades, se oculta una verdad incómoda: la mayoría serán olvidados. Nos fascinan las luces del presente, pero el tiempo tiene una forma silenciosa y cruel de borrar rostros, nombres, voces. Lo que hoy parece eterno, en unas décadas será tan solo una sombra confusa en la memoria colectiva.

Es una experiencia común ver una película de hace cincuenta o sesenta años y reconocer apenas a dos o tres figuras. ¿Quién recuerda hoy a Troy Donahue, Tab Hunter o Sandra Dee, ídolos de la pantalla en los años 50 y 60? Fueron rostros recurrentes en revistas, objetos de deseo, símbolos de una época. Hoy, salvo para los cinéfilos más apasionados, sus nombres apenas evocan algo más que una curiosidad del pasado.

Lo mismo sucede con la música. Pensemos en los charts de los años 80. ¿Quién recuerda con claridad a Laura Branigan, Christopher Cross o Toni Basil? Tuvieron éxitos rotundos. Algunas de sus canciones incluso sobreviven, pero sus rostros, su historia y su fama personal se han disuelto en el aire. No fueron menos talentosos que otros; simplemente, el tiempo avanza, los gustos cambian y la memoria cultural es selectiva.

Este fenómeno no es nuevo. En el siglo XIX, el poeta inglés Edward Young escribió que “la fama es el perfume de los héroes”. Pero incluso el perfume se desvanece. Muchos escritores célebres en su tiempo, como Edward Bulwer-Lytton (autor de Los últimos días de Pompeya y quien acuñó la famosa frase "la pluma es más poderosa que la espada") fueron leídos con avidez en su época, pero hoy sólo son una nota al pie en la historia literaria.

La fama artística tiene un componente de ilusión: creemos que estar en boca de todos es equivalente a ser eterno. Sin embargo, esa permanencia sólo la consiguen unos pocos y, muchas veces, no los más talentosos, sino los más simbólicos. Marilyn Monroe, Elvis Presley, Frida Kahlo o The Beatles no son recordados únicamente por su obra, sino por lo que representan en la narrativa colectiva de una época.

Esto debería hacernos reflexionar: ¿qué impulsa a tantas personas a perseguir la fama como si fuera el mayor logro posible? ¿Por qué se sacrifica tanto por una gloria que, en la mayoría de los casos, no sobrevive ni siquiera a una generación? Tal vez la respuesta no está en buscar ser recordado, sino en hacer lo que se ama sin miedo al olvido.

Porque al final, la pregunta no es cuántos te recordarán dentro de 80 años, sino si lo que hiciste mientras estuviste vivo tuvo sentido para ti, si dejaste una marca —aunque invisible— en las personas cercanas, si tu arte fue genuino, no una actuación para agradar a la masa.

La fama es una chispa. Pero el fuego verdadero es otra cosa.

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