El simulacro y la Matrix: cuando la realidad ya no importa
En una de las escenas más recordadas de Matrix, Morfeo le dice a Neo:
>
“Matrix es un sistema, Neo. Ese sistema es nuestro enemigo. Pero cuando
estás dentro, ves a toda la gente. Intentamos salvar a algunos, pero la
mayoría están tan acostumbrados, tan dependientes del sistema, que
lucharán para protegerlo.”
La
película no sólo es una historia de ciencia ficción sobre rebeldes y
máquinas. Es una alegoría inquietante de algo que ya vivimos: un mundo
donde la realidad ha sido reemplazada por su imagen. Un mundo de
simulacros, como lo describió el filósofo francés Jean Baudrillard.
¿Qué es un simulacro?
Un
simulacro no es solo una copia de la realidad. Es una copia que
reemplaza por completo al original, al punto de que ya no importa si lo
que vemos es real o no, siempre y cuando funcione como si lo fuera.
Baudrillard lo explica así: en la era moderna, pasamos por varias etapas:
1. Se representa la realidad (una pintura de un paisaje, por ejemplo).
2. Se la disfraza (como en la publicidad: se vende la “sensación” de algo).
3. Se la oculta (la imagen dice ser real, pero ya no lo es).
4.
Finalmente, se reemplaza la realidad por completo. Lo que queda es el
simulacro: algo que ya no representa nada, pero que circula como si lo
hiciera.
En
Matrix, los humanos viven en ese punto final. Lo que perciben no es una
distorsión de lo real: es un sistema completo que ha borrado la
realidad original. Viven en un software sensorial que suplanta el mundo
verdadero.
¿Y nosotros?
No
necesitamos cables en la nuca para vivir dentro de una simulación. Ya
estamos ahí. Vivimos en una realidad mediada por pantallas, algoritmos,
filtros, redes sociales, discursos políticos manufacturados y verdades a
la carta.
Nos indignamos por eventos que no
presenciamos, defendemos opiniones prefabricadas, experimentamos afectos
que fueron moldeados por imágenes diseñadas para manipularnos. El
simulacro ya no está en el futuro: está en la política, el consumo, la
religión, el entretenimiento y hasta en la identidad personal.
Las
redes sociales, por ejemplo, ofrecen una hiperrealidad: una versión de
la vida más intensa, más pulida, más deseable que la propia vida. La
política espectáculo reemplaza el debate con escándalos. La publicidad
nos vende no productos, sino emociones: comprar no para tener, sino para
“sentirse” alguien.
Y el capitalismo digital nos entrena para que confundamos deseos con elecciones.
Entonces, ¿qué nos queda?
Morfeo lo dice con brutal claridad:
> “Bienvenido al desierto de lo real.”
Ese
“desierto” no es sólo la tierra devastada fuera de la Matrix. Es la
dificultad de volver a habitar lo real cuando hemos sido programados
para desear simulacros.
El
despertar de Neo no es sólo tecnológico: es simbólico. Elige renunciar
al mundo cómodo de las apariencias para enfrentar lo incierto, lo duro,
lo crudo: la verdad sin adornos.
Y ahí está la
enseñanza: vivir sin simulacros no es fácil, pero es necesario si
queremos recuperar la capacidad de pensar, de sentir, de decidir por
cuenta propia.
---
Hoy, el acto más subversivo ya no es gritar, sino ver.
Ver más allá del simulacro.
Ver la Matrix.
Y elegir si queremos seguir siendo parte de ella.
Nota al pie:
Jean
Baudrillard (1929–2007) fue un sociólogo y filósofo francés que criticó
la cultura del consumo, los medios y el capitalismo tardío. En su obra
Simulacros y simulación (1981), propuso que en la posmodernidad vivimos
en una realidad construida por signos y representaciones que ya no
remiten a nada real. A esto lo llamó “simulacro”. Su pensamiento influyó
profundamente en Matrix, hasta el punto de que los hermanos Wachowski
incluyeron su libro en una de las escenas clave. Baudrillard afirmó que
el signo ha dejado de ser huella de lo real y se ha convertido en su
sustituto. Así, vivimos no en un mundo falso, sino en uno más real que
lo real: la hiperrealidad.
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